¡Ay, Dios mío, qué bronca! Justo cuando empezábamos a respirar un poco tranquilo con el tema económico, bam, sale el Presidente con el anuncio del fin del congelamiento salarial para los empleados públicos. Entre que algunos andamos celebrando con gasecit@ fría y otros ya agarrándole la resaca de la politiquería, la cosa está más caliente que gallina pochada.
Pero espérense un chunche, porque Jonathan Acuña, el diputado del Frente Amplio, no se quedó callao’ mirando la tele. Salió con los tacos de frente a decirle al Presidente que eso del regalo no es tan sencillo, que hay una vara ahí detrás y que el mae debería leerla bien antes de repartir caramelitos.
Según el diputáu, todo este asunto está atado a la famosa Regla Fiscal – esa ley que a veces parece sacada de otro planeta, pero que al final nos afecta a todos. Resulta que, si la deuda pública se mantiene bajo control, los aumentos salariales se activan solos, como por arte de magia. Y ahí Acuña le da duro al Presidente, recordándole que él mismo, cuando era ministro de Hacienda, estaba más tieso que vara de paja defendiendo esa misma ley que hoy día parece querer ignorar para ganar unos puntitos políticos.
Pa' ponerle más leña al fuego, Acuña desempolvó un proyecto de ley del 2023 que precisamente buscaba deshacerse del congelamiento salarial. “¿Se acuerdan?”, preguntó retóricamente, “pues adivinen quiénes votaron en contra, ¿eh? La bancada oficialista, los mismos que ahora salen diciendo que están haciendo un favor al pueblo. ¡Qué pena ajena!”, exclamó, pa’ dejar claro que la cosa huele a chamaco.
Ahora, como bien sabemos, los aumentos que vienen serán apenas una gotita en un océano de inflación. Vamos, que ni alcanza para comprar un pan con chicharrón decente, máxime considerando todo lo que hemos perdido en poder adquisitivo estos últimos años. Pero el verdadero susto, según Acuña, está guardado para el 2027. Si la deuda se va otra vez por las nubes, se acabó la fiesta y volvemos al congelamiento como anillo de bodas, y todo gracias a que la banda oficialista no quiere tomar cartas en el asunto ahorita.
Este tema, vamos, que es el primer round de una pelea de boxeo a puño limpio entre el gobierno y la oposición. El gobierno quiere lucirse como el salvador de la patria, mientras que el FA busca demostrar que todo es un mero show para captar votos a unas semanas de las elecciones. La batalla por la narrativa está servida, y los ciudadanos somos quienes tenemos que estar pendientes pa’ no dejarnos engañar con promesas vacías o discursos grandilocuentes.
En resumen, el panorama está complicado. Tenemos un aumento salarial que apenas cubre una parte de nuestras necesidades, una deuda pública que amenaza con repetir el ciclo vicioso del congelamiento y una campaña electoral que promete ser más peleona que campeonato mundial de gallos. Como diría mi abuela, “aguanta, mae, que lo peor ya pasó... o quizás no”.
Considerando todo esto, ¿creen que el Presidente realmente está buscando mejorar la calidad de vida de los funcionarios públicos, o simplemente está usando el tema salarial como estrategia política para impulsar sus posibilidades en las próximas elecciones?
Pero espérense un chunche, porque Jonathan Acuña, el diputado del Frente Amplio, no se quedó callao’ mirando la tele. Salió con los tacos de frente a decirle al Presidente que eso del regalo no es tan sencillo, que hay una vara ahí detrás y que el mae debería leerla bien antes de repartir caramelitos.
Según el diputáu, todo este asunto está atado a la famosa Regla Fiscal – esa ley que a veces parece sacada de otro planeta, pero que al final nos afecta a todos. Resulta que, si la deuda pública se mantiene bajo control, los aumentos salariales se activan solos, como por arte de magia. Y ahí Acuña le da duro al Presidente, recordándole que él mismo, cuando era ministro de Hacienda, estaba más tieso que vara de paja defendiendo esa misma ley que hoy día parece querer ignorar para ganar unos puntitos políticos.
Pa' ponerle más leña al fuego, Acuña desempolvó un proyecto de ley del 2023 que precisamente buscaba deshacerse del congelamiento salarial. “¿Se acuerdan?”, preguntó retóricamente, “pues adivinen quiénes votaron en contra, ¿eh? La bancada oficialista, los mismos que ahora salen diciendo que están haciendo un favor al pueblo. ¡Qué pena ajena!”, exclamó, pa’ dejar claro que la cosa huele a chamaco.
Ahora, como bien sabemos, los aumentos que vienen serán apenas una gotita en un océano de inflación. Vamos, que ni alcanza para comprar un pan con chicharrón decente, máxime considerando todo lo que hemos perdido en poder adquisitivo estos últimos años. Pero el verdadero susto, según Acuña, está guardado para el 2027. Si la deuda se va otra vez por las nubes, se acabó la fiesta y volvemos al congelamiento como anillo de bodas, y todo gracias a que la banda oficialista no quiere tomar cartas en el asunto ahorita.
Este tema, vamos, que es el primer round de una pelea de boxeo a puño limpio entre el gobierno y la oposición. El gobierno quiere lucirse como el salvador de la patria, mientras que el FA busca demostrar que todo es un mero show para captar votos a unas semanas de las elecciones. La batalla por la narrativa está servida, y los ciudadanos somos quienes tenemos que estar pendientes pa’ no dejarnos engañar con promesas vacías o discursos grandilocuentes.
En resumen, el panorama está complicado. Tenemos un aumento salarial que apenas cubre una parte de nuestras necesidades, una deuda pública que amenaza con repetir el ciclo vicioso del congelamiento y una campaña electoral que promete ser más peleona que campeonato mundial de gallos. Como diría mi abuela, “aguanta, mae, que lo peor ya pasó... o quizás no”.
Considerando todo esto, ¿creen que el Presidente realmente está buscando mejorar la calidad de vida de los funcionarios públicos, o simplemente está usando el tema salarial como estrategia política para impulsar sus posibilidades en las próximas elecciones?
