En pleno debate sobre redes de espionaje, niños y adultos hablan sin pudor a través de foros sociales de internet en los que cuelgan fotos y datos íntimos al alcance de cientos de personas sin reparar en sus consecuencias. El viejo mensaje de "no hables con desconocidos" ha sido dinamitado. Una nueva intimidad surge cuando nuestro hogar se ha vuelto transparente.
Para una parte importante de la población internet se ha convertido en algo imprescindible. Somos relativamente numerosos quienes lo utilizamos para consultar nuestro correo electrónico, leer el periódico, planificar nuestras vacaciones o conectarnos a una red social. El uso de internet, sobre todo a través de los dispositivos móviles, es mucho más intensivo entre los jóvenes y adolescentes, para quienes es un elemento fundamental de su vida cotidiana, ya que lo utilizan para todo tipo de actividades: jugar, escuchar música, hacer sus tareas escolares y, sobre todo, comunicarse.
No podemos obviar que el uso de internet está cambiando nuestra privacidad. Tradicionalmente se ha definido como privacidad el ámbito de la vida personal de un individuo que se desarrolla en un espacio reservado –generalmente el doméstico– y cuyo contenido habitualmente se ha mantenido de forma confidencial. Como bien sintetiza el viejo dicho, la ropa sucia se lava en casa.
Durante el siglo XX, con la incorporación de los medios de comunicación la privacidad se vio transformada. Por una parte, la radio y la televisión contribuyeron a informarnos de lo que ocurría en el exterior. Por otra parte, el uso de estos medios contribuyó a uniformizar los hábitos domésticos. De esta manera, los hábitos y las celebraciones familiares se uniformizaron como consecuencia del protagonismo de la televisión. En ocasiones especiales, es frecuente que, en lugar de charlar, acabemos viendo el anuncio más caro del año y los correspondientes programas de humor.
En el siglo XXI, con la difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, los hogares, además de receptores, se han convertido en emisores. Así, a través de internet o de las redes sociales tenemos la posibilidad de transmitir información al exterior.
Todo ello ha contribuido a crear un impulso exhibicionista en un sector del público para el que “saber mostrarse” en internet es un valor indiscutible.
Para una parte importante de la población internet se ha convertido en algo imprescindible. Somos relativamente numerosos quienes lo utilizamos para consultar nuestro correo electrónico, leer el periódico, planificar nuestras vacaciones o conectarnos a una red social. El uso de internet, sobre todo a través de los dispositivos móviles, es mucho más intensivo entre los jóvenes y adolescentes, para quienes es un elemento fundamental de su vida cotidiana, ya que lo utilizan para todo tipo de actividades: jugar, escuchar música, hacer sus tareas escolares y, sobre todo, comunicarse.
No podemos obviar que el uso de internet está cambiando nuestra privacidad. Tradicionalmente se ha definido como privacidad el ámbito de la vida personal de un individuo que se desarrolla en un espacio reservado –generalmente el doméstico– y cuyo contenido habitualmente se ha mantenido de forma confidencial. Como bien sintetiza el viejo dicho, la ropa sucia se lava en casa.
Durante el siglo XX, con la incorporación de los medios de comunicación la privacidad se vio transformada. Por una parte, la radio y la televisión contribuyeron a informarnos de lo que ocurría en el exterior. Por otra parte, el uso de estos medios contribuyó a uniformizar los hábitos domésticos. De esta manera, los hábitos y las celebraciones familiares se uniformizaron como consecuencia del protagonismo de la televisión. En ocasiones especiales, es frecuente que, en lugar de charlar, acabemos viendo el anuncio más caro del año y los correspondientes programas de humor.
En el siglo XXI, con la difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, los hogares, además de receptores, se han convertido en emisores. Así, a través de internet o de las redes sociales tenemos la posibilidad de transmitir información al exterior.
Todo ello ha contribuido a crear un impulso exhibicionista en un sector del público para el que “saber mostrarse” en internet es un valor indiscutible.