En estos días se representa una más de las tantas parodias de Paz para el medio oriente. Sí analizamos con objetividad las circunstancias históricas y el carácter de los contendientes, llegamos invariablemente a la conclusión de que la paz es imposible.
Los habitantes de los países árabes y los actuales persas, son descendientes de los pocos sobrevivientes a la más espantosa carnicería humana de la historia, solo unos pocos grupos dispersos escaparon a la horda mongol. Estos pueblos que en la antigüedad se destacaron por sus magníficas ciudades, sus ciencias y sus sabios son hoy en su mayoría países atrasados y supersticiosos, regidos por el fanatismo y la religión.
Para quienes no sepan que es jugar “gallina” les cuento que se trata de un pasatiempo de chicos americanos. Dos automóviles en sentido opuestos convergen por el centro del camino hacia la colisión frontal, por lo general (no siempre) uno de los conductores a último momento tuerce el volante y es este el que pierde el juego resultando “gallina”. Si acaso un poco menos sangriento que el viejo juego de desenfundar los Colt a seis pasos de distancia.
Tenemos hoy un Irán que no se detendrá hasta hacerse del poder nuclear. Las dos únicas opciones de evitarlo serían:
1 Una invasión convencional de la OTAN. Que hoy no es posible por indisposición de la opinión pública de los países miembros y la fracturación que produciría en la economía la crisis energética consecuente.
2 Un ataque preventivo Israelí. Que solo sería efectivo si se establece un escenario nuclear desde el comienzo para mantener en raya a los vecinos y poder lograr los resultados tácticos sobre Irán. Pero el peso histórico que asumiría Israel lo hace inviable y además el “éxito” sería solo temporal, con el agravante que emerge ya el otro peligro: Paquistán.
Los musulmanes lo saben, solo es “cuestión de tiempo” y los israelíes deberán volverse al mar, porque de no hacerlo tendrán que jugar “gallina” con los iraníes y estos representan un gran camión con un conductor kamikaze deseoso de estrellarse.
Trabajé para el sultán de Omán a comienzos de los setentas. Paraba en Matra a orillas del estrecho de Ormuz, que por entonces era un pequeño puerto de oscuras construcciones y ruinosos torreones. Desde allí pude asomarme al viejo y fantástico mundo de oriente, desde los árabes puros (en general están mezclados con negros de la plaza de Mombasa o del Sudán y pueblos del Asía) inteligentes, empáticos, adustos con el “perro” cristiano; hasta los caravaneros del Asia Central o los navegantes tagalos de la Malasia. En el puerto se amontonaban por cientos los bajeles a vela, que llevaban carga y pasaje por las costas hasta las remotas islas del Pacífico.
Era ruta de peregrinos a la Meca y entre la multitud que esperaba embarcar, se abrían unos espacios donde sentado sobre una manta un anciano ciego era atendido por mujeres solícitas y reverenciado por todos. Imaginaba yo que ese gran número de ciegos se debía seguramente al reflejo del sol de aquel desierto infernal; pero no, un día un árabe amigo me lo contó, eran peregrinos que después de ver La Tumba de Mahoma, lo “más hermoso que existe”, se arrancaban los ojos con una cuchara para no ver nada más.
Esos son los santos que decidirán si se cumple “la voluntad de Alá” y se emplea el poder nuclear contra Israel. Las familias judías donde prive la razón comenzarán paulatinamente a salir de Israel. Al principio lentamente pero en cuanto el arsenal persa (por mínimo que sea) exista, se volverá estampida. Sin duda quedará un pequeño grupo ortodoxo, una minoría que por su insignificancia podrá mantenerse un tiempo más, como las plazas fuertes de los templarios, basados en que su escaso número y su gran poder de respuesta no ameriten los daños colaterales de su exterminio.
Pero evidentemente un número pequeño no sería fiel representante del pueblo hebreo, estaría presionado, no podría tomar decisiones fatalistas o tener incluso la posibilidad de hacerlo. Tarde o temprano tendrían que rendirse ante un planteamiento convencional. Occidente seguramente seguirá un tiempo más con esta parodia de apoyo y de paz, pero a medida que Israel se deshabite y su peso regional mengüe la irá abandonando.
Se cerrará así otro ciclo histórico interesantísimo, como fue el surgimiento y la caída del comunismo ruso. Los hebreos habrán terminado por perder su gran oportunidad de tener “la tierra prometida”. Porque no supieron darse cuenta de cual era.
Cordialmente. Víctor.-
Los habitantes de los países árabes y los actuales persas, son descendientes de los pocos sobrevivientes a la más espantosa carnicería humana de la historia, solo unos pocos grupos dispersos escaparon a la horda mongol. Estos pueblos que en la antigüedad se destacaron por sus magníficas ciudades, sus ciencias y sus sabios son hoy en su mayoría países atrasados y supersticiosos, regidos por el fanatismo y la religión.
Para quienes no sepan que es jugar “gallina” les cuento que se trata de un pasatiempo de chicos americanos. Dos automóviles en sentido opuestos convergen por el centro del camino hacia la colisión frontal, por lo general (no siempre) uno de los conductores a último momento tuerce el volante y es este el que pierde el juego resultando “gallina”. Si acaso un poco menos sangriento que el viejo juego de desenfundar los Colt a seis pasos de distancia.
Tenemos hoy un Irán que no se detendrá hasta hacerse del poder nuclear. Las dos únicas opciones de evitarlo serían:
1 Una invasión convencional de la OTAN. Que hoy no es posible por indisposición de la opinión pública de los países miembros y la fracturación que produciría en la economía la crisis energética consecuente.
2 Un ataque preventivo Israelí. Que solo sería efectivo si se establece un escenario nuclear desde el comienzo para mantener en raya a los vecinos y poder lograr los resultados tácticos sobre Irán. Pero el peso histórico que asumiría Israel lo hace inviable y además el “éxito” sería solo temporal, con el agravante que emerge ya el otro peligro: Paquistán.
Los musulmanes lo saben, solo es “cuestión de tiempo” y los israelíes deberán volverse al mar, porque de no hacerlo tendrán que jugar “gallina” con los iraníes y estos representan un gran camión con un conductor kamikaze deseoso de estrellarse.
Trabajé para el sultán de Omán a comienzos de los setentas. Paraba en Matra a orillas del estrecho de Ormuz, que por entonces era un pequeño puerto de oscuras construcciones y ruinosos torreones. Desde allí pude asomarme al viejo y fantástico mundo de oriente, desde los árabes puros (en general están mezclados con negros de la plaza de Mombasa o del Sudán y pueblos del Asía) inteligentes, empáticos, adustos con el “perro” cristiano; hasta los caravaneros del Asia Central o los navegantes tagalos de la Malasia. En el puerto se amontonaban por cientos los bajeles a vela, que llevaban carga y pasaje por las costas hasta las remotas islas del Pacífico.
Era ruta de peregrinos a la Meca y entre la multitud que esperaba embarcar, se abrían unos espacios donde sentado sobre una manta un anciano ciego era atendido por mujeres solícitas y reverenciado por todos. Imaginaba yo que ese gran número de ciegos se debía seguramente al reflejo del sol de aquel desierto infernal; pero no, un día un árabe amigo me lo contó, eran peregrinos que después de ver La Tumba de Mahoma, lo “más hermoso que existe”, se arrancaban los ojos con una cuchara para no ver nada más.
Esos son los santos que decidirán si se cumple “la voluntad de Alá” y se emplea el poder nuclear contra Israel. Las familias judías donde prive la razón comenzarán paulatinamente a salir de Israel. Al principio lentamente pero en cuanto el arsenal persa (por mínimo que sea) exista, se volverá estampida. Sin duda quedará un pequeño grupo ortodoxo, una minoría que por su insignificancia podrá mantenerse un tiempo más, como las plazas fuertes de los templarios, basados en que su escaso número y su gran poder de respuesta no ameriten los daños colaterales de su exterminio.
Pero evidentemente un número pequeño no sería fiel representante del pueblo hebreo, estaría presionado, no podría tomar decisiones fatalistas o tener incluso la posibilidad de hacerlo. Tarde o temprano tendrían que rendirse ante un planteamiento convencional. Occidente seguramente seguirá un tiempo más con esta parodia de apoyo y de paz, pero a medida que Israel se deshabite y su peso regional mengüe la irá abandonando.
Se cerrará así otro ciclo histórico interesantísimo, como fue el surgimiento y la caída del comunismo ruso. Los hebreos habrán terminado por perder su gran oportunidad de tener “la tierra prometida”. Porque no supieron darse cuenta de cual era.
Cordialmente. Víctor.-