Maes, vamos a hablar de frente porque la verdad, ¡qué torta lo que pasó con La Cotorrisa! Muchos aquí, me incluyo, estábamos con las entradas compradas, el grupo de compas coordinado y listos para ir a doblarnos de la risa con Ricardo Pérez y Slobotzky el pasado 23 de agosto. Y de un pronto a otro, ¡pum! Cancelado. El comunicado oficial hablaba de "fuerza mayor", esa frase tan elegante que no dice absolutamente nada. Pero diay, como todo en esta vida, el chisme siempre encuentra la forma de salir a la luz, y la versión que soltaron los mismos comediantes es un despiche de otro nivel.
Resulta que los maes se sentaron a hablar en un pódcast y destaparon la olla. Según ellos, la cancelación no fue por un cable mal puesto o porque el CIC Ande se inundó. No, no. La vara, según su relato, fue mucho más personal y con una intención clarísima: sabotearlos. Textualmente dijeron que "alguien nos quiso chingar" y que todo se cocinó de una forma demasiado sospechosa. Cuentan que apenas diez minutos antes de que cerraran las oficinas de gobierno relevantes, les llegó un documento que básicamente les prohibía subirse al escenario. ¡Diez minutos! Eso no huele a un trámite que se atrasó, eso apesta a jugada sucia planeada con cronómetro.
Y aquí es donde el asunto se pone bueno, porque no dejaron la acusación en el aire. Apuntaron directamente a que pudo ser un empresario local, alguien con quien quizás trabajaron antes y que, al ver que ahora ellos se producen solos, decidió mover sus influencias para meterles el pie. ¡Qué salado! Imagínense la frustración: cruzar medio continente, tener todo el brete de producción montado, la gente emocionada y que por una llamada de un resentido, todo el plan se vaya al traste. Es el equivalente a que te cancelen la mejenga cuando ya estás en la cancha con los tacos puestos. Una mala nota por donde se le vea.
Este tipo de varas, lamentablemente, no son tan jaladas del pelo en el mundo de la producción de eventos aquí. Es un círculo pequeño y muy competitivo. Cuando un pez gordo como La Cotorrisa, que llena estadios en México, decide venir por su cuenta y manejar su propio show, es obvio que a los intermediarios de siempre no les hace ni pizca de gracia. Se les va un buen pedazo del queque. Que uno de ellos, con los contactos correctos en la oficina correcta, haya decidido hacer una llamada para "complicarles la vida" no suena a ciencia ficción. Es una movida rastrera, sí, pero tristemente plausible.
Al final, los perjudicados somos todos: los fans que se quedaron sin show y la reputación del país como una plaza seria para eventos internacionales. Ellos prometieron reponer la fecha, y ojalá lo cumplan, porque talento tienen de sobra y la gente aquí los quiere ver. Pero la mancha queda. Esto va más allá de un simple concierto cancelado; es una ventana a las dinámicas de poder y las zancadillas que a veces no vemos detrás del telón. Pero diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿Le creen a los Cotorros? ¿Suena a que de verdad hubo mano peluda de algún productor local o es puro cuento para manejar la crisis? ¡Abro debate en el foro!
Resulta que los maes se sentaron a hablar en un pódcast y destaparon la olla. Según ellos, la cancelación no fue por un cable mal puesto o porque el CIC Ande se inundó. No, no. La vara, según su relato, fue mucho más personal y con una intención clarísima: sabotearlos. Textualmente dijeron que "alguien nos quiso chingar" y que todo se cocinó de una forma demasiado sospechosa. Cuentan que apenas diez minutos antes de que cerraran las oficinas de gobierno relevantes, les llegó un documento que básicamente les prohibía subirse al escenario. ¡Diez minutos! Eso no huele a un trámite que se atrasó, eso apesta a jugada sucia planeada con cronómetro.
Y aquí es donde el asunto se pone bueno, porque no dejaron la acusación en el aire. Apuntaron directamente a que pudo ser un empresario local, alguien con quien quizás trabajaron antes y que, al ver que ahora ellos se producen solos, decidió mover sus influencias para meterles el pie. ¡Qué salado! Imagínense la frustración: cruzar medio continente, tener todo el brete de producción montado, la gente emocionada y que por una llamada de un resentido, todo el plan se vaya al traste. Es el equivalente a que te cancelen la mejenga cuando ya estás en la cancha con los tacos puestos. Una mala nota por donde se le vea.
Este tipo de varas, lamentablemente, no son tan jaladas del pelo en el mundo de la producción de eventos aquí. Es un círculo pequeño y muy competitivo. Cuando un pez gordo como La Cotorrisa, que llena estadios en México, decide venir por su cuenta y manejar su propio show, es obvio que a los intermediarios de siempre no les hace ni pizca de gracia. Se les va un buen pedazo del queque. Que uno de ellos, con los contactos correctos en la oficina correcta, haya decidido hacer una llamada para "complicarles la vida" no suena a ciencia ficción. Es una movida rastrera, sí, pero tristemente plausible.
Al final, los perjudicados somos todos: los fans que se quedaron sin show y la reputación del país como una plaza seria para eventos internacionales. Ellos prometieron reponer la fecha, y ojalá lo cumplan, porque talento tienen de sobra y la gente aquí los quiere ver. Pero la mancha queda. Esto va más allá de un simple concierto cancelado; es una ventana a las dinámicas de poder y las zancadillas que a veces no vemos detrás del telón. Pero diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿Le creen a los Cotorros? ¿Suena a que de verdad hubo mano peluda de algún productor local o es puro cuento para manejar la crisis? ¡Abro debate en el foro!