Bueno, maes, prepárense porque el ajedrez político para el 2026 ya movió una de sus piezas más predecibles, pero no por eso menos importantes. Este domingo, en el Hotel Aurola, lo que era un secreto a voces se hizo oficial: Laura Fernández, la exministra estrella del gobierno de Chaves, fue ratificada como la candidata presidencial del Partido Pueblo Soberano (PPSO). Diay, sí, la ficha del oficialismo, o como a ellos les gusta llamarse, del “rodriguismo”, ya está sobre el tablero. Y la vara viene con todos los hierros, incluyendo una fórmula vicepresidencial con Francisco Gamboa y Douglas Soto, para que el paquete se vea completo desde ahora.
Ahora, no nos engañemos. Esto no fue una contienda reñida ni una sorpresa que nos dejara con la boca abierta. Fue, en la práctica, una coronación. Fernández era la única precandidata inscrita, lo que convierte la “asamblea general” en un trámite, una formalidad para la foto y el comunicado de prensa. No es que hubo una batalla campal de precandidatos, para nada. La vara estaba más que cantada. Lo que sí es interesante es la velocidad y la contundencia con la que el movimiento de gobierno busca consolidar su figura. Están marcando la cancha desde ya, a casi dos años de las elecciones, mandando un mensaje claro al resto de partidos: “aquí estamos y esta es nuestra lideresa”.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena, o como dirían en mi barrio, donde la puerca tuerce el rabo: la platica. Según se supo, para poder pulsear estos puestazos en la fórmula presidencial, cada uno de los tres —Fernández, Gamboa y Soto— tuvo que bajarse con una cuota de inscripción de ¢750 mil y una cuota de participación de ¢3 millones. Hagan la matemática: son casi cuatro melones por cabeza solo para poder decir “presente” en la papeleta interna del partido. Esto abre un debate que siempre es incómodo pero necesario: ¿cuánto cuesta hacer política en Costa Rica? ¿Es este “aporte” un filtro, un peaje para asegurar el compromiso o, viéndolo con más cinismo, una barrera de entrada que deja por fuera a cualquiera que no tenga esa liquidez? Es una vara para pensar, definitivamente.
Y claro, no podía faltar el discurso. El día de su inscripción, Fernández se mandó con una frase que vamos a escuchar hasta en la sopa de aquí al 2026: “Estamos viviendo desde hace tres años, el inicio del fin de la corrupción”. Es el soundbite perfecto, la narrativa que ha sido el caballito de batalla del gobierno actual y que, lógicamente, será el eje de su campaña. Lo que es irónico, y aquí es donde una como periodista tiene que levantar la ceja, es que este discurso viene de alguien que hasta hace dos toques ocupó dos de los ministerios con más poder y cercanía al Presidente: el Ministerio de la Presidencia y el de Planificación. Es una movida interesante, ¿no? Criticar la “corrupción” desde la silla de quien hasta hace muy poco era una de las figuras más influyentes del mismo aparataje estatal. Es una estrategia de presentarse como una continuación del proyecto, pero a la vez como una renovación que viene a limpiar lo que haga falta.
Al final del día, esta ratificación es el disparo de salida oficial para la carrera presidencial. El oficialismo ya tiene su carta fuerte, una mujer con un máster en Políticas Públicas, con experiencia de gobierno innegable y con un discurso afilado y listo para la contienda. El resto de partidos ahora tienen un rostro claro contra el cual empezar a tejer sus propias estrategias. Se acabaron las especulaciones por ese lado del espectro político; el “rodriguismo” ya tiene a su candidata y parece que el plan está más que trazado. Ahora les paso la bola a ustedes, maes. ¿Qué opinan de esta jugada? ¿Es una movida maestra para amarrar el voto del oficialismo desde ya, o se están adelantando mucho a la fiesta? Y sobre la platica... ¿les parece normal ese ‘aporte’ para ser candidato o es un portillo para que la política sea un brete solo para algunos?
Ahora, no nos engañemos. Esto no fue una contienda reñida ni una sorpresa que nos dejara con la boca abierta. Fue, en la práctica, una coronación. Fernández era la única precandidata inscrita, lo que convierte la “asamblea general” en un trámite, una formalidad para la foto y el comunicado de prensa. No es que hubo una batalla campal de precandidatos, para nada. La vara estaba más que cantada. Lo que sí es interesante es la velocidad y la contundencia con la que el movimiento de gobierno busca consolidar su figura. Están marcando la cancha desde ya, a casi dos años de las elecciones, mandando un mensaje claro al resto de partidos: “aquí estamos y esta es nuestra lideresa”.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena, o como dirían en mi barrio, donde la puerca tuerce el rabo: la platica. Según se supo, para poder pulsear estos puestazos en la fórmula presidencial, cada uno de los tres —Fernández, Gamboa y Soto— tuvo que bajarse con una cuota de inscripción de ¢750 mil y una cuota de participación de ¢3 millones. Hagan la matemática: son casi cuatro melones por cabeza solo para poder decir “presente” en la papeleta interna del partido. Esto abre un debate que siempre es incómodo pero necesario: ¿cuánto cuesta hacer política en Costa Rica? ¿Es este “aporte” un filtro, un peaje para asegurar el compromiso o, viéndolo con más cinismo, una barrera de entrada que deja por fuera a cualquiera que no tenga esa liquidez? Es una vara para pensar, definitivamente.
Y claro, no podía faltar el discurso. El día de su inscripción, Fernández se mandó con una frase que vamos a escuchar hasta en la sopa de aquí al 2026: “Estamos viviendo desde hace tres años, el inicio del fin de la corrupción”. Es el soundbite perfecto, la narrativa que ha sido el caballito de batalla del gobierno actual y que, lógicamente, será el eje de su campaña. Lo que es irónico, y aquí es donde una como periodista tiene que levantar la ceja, es que este discurso viene de alguien que hasta hace dos toques ocupó dos de los ministerios con más poder y cercanía al Presidente: el Ministerio de la Presidencia y el de Planificación. Es una movida interesante, ¿no? Criticar la “corrupción” desde la silla de quien hasta hace muy poco era una de las figuras más influyentes del mismo aparataje estatal. Es una estrategia de presentarse como una continuación del proyecto, pero a la vez como una renovación que viene a limpiar lo que haga falta.
Al final del día, esta ratificación es el disparo de salida oficial para la carrera presidencial. El oficialismo ya tiene su carta fuerte, una mujer con un máster en Políticas Públicas, con experiencia de gobierno innegable y con un discurso afilado y listo para la contienda. El resto de partidos ahora tienen un rostro claro contra el cual empezar a tejer sus propias estrategias. Se acabaron las especulaciones por ese lado del espectro político; el “rodriguismo” ya tiene a su candidata y parece que el plan está más que trazado. Ahora les paso la bola a ustedes, maes. ¿Qué opinan de esta jugada? ¿Es una movida maestra para amarrar el voto del oficialismo desde ya, o se están adelantando mucho a la fiesta? Y sobre la platica... ¿les parece normal ese ‘aporte’ para ser candidato o es un portillo para que la política sea un brete solo para algunos?