¡Aguante!, la Sala Constitucional tendrá a Fernando Castillo por otros ocho años. Sí, ese mismo que ha sido magistrado desde el 2009, y ahora, tras la reelección del pasado 10 de noviembre, suma otro capítulo a su larga trayectoria. El lunes, en medio de algunas tensiones palpables en la Asamblea Legislativa, el presidente legislativo, Rodrigo Arias –quien ya volvió a sus labores después de un brete con unas cirugías– lo juramentó oficialmente. Esto significa que, si le da pa’ seguir, Castillo estará hasta el 2033, acumulando un total de 24 años en la Corte.
Ahora, para entender bien la movida, Castillo ya había dado vueltas en este rol. Llegó a la Sala en 2009 y siempre se ha mantenido como una figura central. Su reelección no era segura, especialmente porque hubo varias voces que cuestionaron su gestión y su participación reciente en la comisión correspondiente. Pero al final, la aritmética parlamentaria jugó a su favor, asegurándole este nuevo periodo. Muchos se preguntan si esto sienta un precedente peligroso para la independencia judicial o simplemente refleja la voluntad política de la mayoría en la Asamblea.
En su discurso de juramentación, Castillo prometió mantener el rumbo: “Seguiré trabajando para que mis decisiones sean claras, coherentes y contribuyan al fortalecimiento del Estado de Derecho…”. Suelo decirles a mis amigos que eso suena muy bonito en el papel, pero la verdadera prueba está en cómo se traduce eso en casos concretos. Promete transparencia, diálogo y confianza ciudadana, pero la gente quiere ver hechos, no solo palabras bonitas. Veremos si este segundo tercio de su carrera trae cambios reales en la forma en que la Sala aborda los temas espinosos de nuestro país.
Después de la juramentación, como manda la tradición, los diputados debían saludarlo. Fue ahí donde se vio la fisura en el ambiente político. Mientras la mayoría del PLN, el PUSC, Nueva República e incluso algunos independientes lo hicieron, la bancada oficialista y el Frente Amplio decidieron hacer otra cosa: ni siquiera darle la mano. Ese gesto dice mucho de las diferencias ideológicas y políticas que hay en juego, y de la polarización que vivimos en estos tiempos. No obstante, vale la pena destacar que incluso aquellos que se opusieron a su reelección, acataron el protocolo y lo saludaron, aunque algunos, como la diputada Kattia Cambronero, aprovecharon para conversar unos minutos en privado.
La oposición argumenta que la reelección de Castillo es contraria al espíritu de la ley y que abre la puerta a la perpetuación en cargos públicos. Afirman que debería haber una renovación en la Sala para garantizar una mayor diversidad de perspectivas y evitar posibles conflictos de interés. Algunos señalan que su desempeño reciente no ha sido tan transparente como debería y que su influencia dentro de la Corte podría verse comprometida por su prolongada permanencia. Estas críticas resonaron en redes sociales y generaron un debate intenso entre analistas políticos y ciudadanos preocupados por el futuro de la justicia en Costa Rica.
Por otro lado, quienes apoyaron la reelección de Castillo defienden su experiencia y conocimiento del derecho constitucional. Argumentan que su trayectoria lo convierte en una pieza clave para el funcionamiento de la Sala y que su continuidad contribuirá a la estabilidad jurídica del país. Además, resaltan su compromiso con el Estado de Derecho y su capacidad para tomar decisiones difíciles. De hecho, muchos de los que lo respaldaron ven en él una garantía de independencia judicial frente a presiones externas.
Este caso nos plantea preguntas fundamentales sobre la rendición de cuentas, la transparencia y el equilibrio de poderes en Costa Rica. La Sala Constitucional es el máximo garante de la Constitución, y sus decisiones tienen un impacto directo en la vida de todos los costarricenses. Por ello, es crucial que sus magistrados actúen con integridad, imparcialidad y sensibilidad social. Este episodio deja claro que la tensión entre los distintos actores políticos seguirá presente, y que el desafío será encontrar puntos de encuentro para fortalecer nuestras instituciones democráticas. Y también nos recuerda, que a veces, la política es más complicada que tratar de aparcar en Escazú un viernes.
Así que, después de tanto parloteo, me pregunto: ¿Consideran que la reelección del Magistrado Castillo fortalece o debilita la democracia costarricense, teniendo en cuenta el contexto político actual y los cuestionamientos que han surgido durante este proceso?
Ahora, para entender bien la movida, Castillo ya había dado vueltas en este rol. Llegó a la Sala en 2009 y siempre se ha mantenido como una figura central. Su reelección no era segura, especialmente porque hubo varias voces que cuestionaron su gestión y su participación reciente en la comisión correspondiente. Pero al final, la aritmética parlamentaria jugó a su favor, asegurándole este nuevo periodo. Muchos se preguntan si esto sienta un precedente peligroso para la independencia judicial o simplemente refleja la voluntad política de la mayoría en la Asamblea.
En su discurso de juramentación, Castillo prometió mantener el rumbo: “Seguiré trabajando para que mis decisiones sean claras, coherentes y contribuyan al fortalecimiento del Estado de Derecho…”. Suelo decirles a mis amigos que eso suena muy bonito en el papel, pero la verdadera prueba está en cómo se traduce eso en casos concretos. Promete transparencia, diálogo y confianza ciudadana, pero la gente quiere ver hechos, no solo palabras bonitas. Veremos si este segundo tercio de su carrera trae cambios reales en la forma en que la Sala aborda los temas espinosos de nuestro país.
Después de la juramentación, como manda la tradición, los diputados debían saludarlo. Fue ahí donde se vio la fisura en el ambiente político. Mientras la mayoría del PLN, el PUSC, Nueva República e incluso algunos independientes lo hicieron, la bancada oficialista y el Frente Amplio decidieron hacer otra cosa: ni siquiera darle la mano. Ese gesto dice mucho de las diferencias ideológicas y políticas que hay en juego, y de la polarización que vivimos en estos tiempos. No obstante, vale la pena destacar que incluso aquellos que se opusieron a su reelección, acataron el protocolo y lo saludaron, aunque algunos, como la diputada Kattia Cambronero, aprovecharon para conversar unos minutos en privado.
La oposición argumenta que la reelección de Castillo es contraria al espíritu de la ley y que abre la puerta a la perpetuación en cargos públicos. Afirman que debería haber una renovación en la Sala para garantizar una mayor diversidad de perspectivas y evitar posibles conflictos de interés. Algunos señalan que su desempeño reciente no ha sido tan transparente como debería y que su influencia dentro de la Corte podría verse comprometida por su prolongada permanencia. Estas críticas resonaron en redes sociales y generaron un debate intenso entre analistas políticos y ciudadanos preocupados por el futuro de la justicia en Costa Rica.
Por otro lado, quienes apoyaron la reelección de Castillo defienden su experiencia y conocimiento del derecho constitucional. Argumentan que su trayectoria lo convierte en una pieza clave para el funcionamiento de la Sala y que su continuidad contribuirá a la estabilidad jurídica del país. Además, resaltan su compromiso con el Estado de Derecho y su capacidad para tomar decisiones difíciles. De hecho, muchos de los que lo respaldaron ven en él una garantía de independencia judicial frente a presiones externas.
Este caso nos plantea preguntas fundamentales sobre la rendición de cuentas, la transparencia y el equilibrio de poderes en Costa Rica. La Sala Constitucional es el máximo garante de la Constitución, y sus decisiones tienen un impacto directo en la vida de todos los costarricenses. Por ello, es crucial que sus magistrados actúen con integridad, imparcialidad y sensibilidad social. Este episodio deja claro que la tensión entre los distintos actores políticos seguirá presente, y que el desafío será encontrar puntos de encuentro para fortalecer nuestras instituciones democráticas. Y también nos recuerda, que a veces, la política es más complicada que tratar de aparcar en Escazú un viernes.
Así que, después de tanto parloteo, me pregunto: ¿Consideran que la reelección del Magistrado Castillo fortalece o debilita la democracia costarricense, teniendo en cuenta el contexto político actual y los cuestionamientos que han surgido durante este proceso?