¡Ay, Dios mío! Esto sí que se puso feo. El huracán Melissa, ese bruto que venía arrasando por el Caribe, decidió que también quería saludar a nuestra Costa Rica. Se debilitó un poco después de azotar Jamaica, pero ni así viene mansito. Ahora va directo, vamos, casi pegadito, a nuestras costas, y los meteorólogos nos tienen a todos con el corazón en la garganta.
Recordemos que Melissa llegó a ser categoría 5, el máximo nivel de peligrosidad. Aunque ahora es categoría 4, todavía le alcanza y sobra para causar estragos. El Centro Nacional de Huracanes dice que está moviéndose rápido, pero mantiene vientos furiosos que pueden tumbar árboles, destrozar techos y levantar vehículos como si fueran juguetes. Ya estamos viendo imágenes de Jamaica devastada y eso nos pone los pelos de punta, porque podría pasar acá.
Aquí en Costa Rica, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ya declaró alerta roja nacional. Eso significa que todos los hospitales están preparados, los refugios listos y los equipos de rescate a la expectativa. Han evacuado zonas costeras, especialmente en Guanacaste y Limón, esas partes que están más expuestas al embate directo del huracán. Les piden a todos estar tranquilos en casa, tener provisiones y seguir las indicaciones de las autoridades. No hay tiempo pa’ jueguitos, chunches, mae.
La preocupación mayor, aparte de los vientos, son las lluvias torrenciales que acompañan a Melissa. Se esperan acumulados de agua históricos, capaces de saturar el suelo y provocar deslizamientos de tierra, especialmente en las montañas. Ahí sí, que puede haber tragedia. Las comunidades rurales, que ya tienen problemas de acceso, podrían quedar totalmente aisladas. El IMAS está trabajando duro para coordinar ayuda humanitaria, pero la logística será complicada con estas condiciones climáticas.
También preocupa la marejada ciclónica. El aumento anormal del nivel del mar puede inundar zonas bajas y dañar infraestructuras costeras. Playas que siempre hemos disfrutado podrían desaparecer bajo las olas, y eso no solo es triste por lo sentimental, sino también por lo económico. Imagínense el daño a hoteles, restaurantes y negocios que dependen del turismo. Eso pega duro al bolsillo de muchos ticos, brete que estamos pasando ya con tanta inflación.
Por supuesto, esto afecta toda la región. Nicaragua y Honduras también están en riesgo de recibir fuertes lluvias y vientos, aunque Melissa debería perder intensidad al acercarse a esas latitudes. Pero igual, los países vecinos están tomando precauciones y coordinando esfuerzos para enfrentar la emergencia. Verdad que da pena ver cómo estos fenómenos climáticos siguen sacudiendo a nuestros hermanos centroamericanos, qué sal!
Además, hay que considerar el impacto psicológico en la población. Muchos ticos aún recuerdan con amargura el paso del huracán Otto hace algunos años, y eso genera ansiedad y temor. El gobierno ha intensificado las campañas de información y apoyo emocional, pero no es fácil lidiar con el estrés y la incertidumbre. La verdad, mae, es que los huracanes te dejan una cicatriz profunda, no solo material, sino también mental.
Ahora bien, con todo esto, me pregunto... ¿Crees que las medidas preventivas que estamos tomando actualmente son suficientes para proteger a nuestra comunidad frente a estos huracanes cada vez más potentes, o deberíamos invertir más recursos en infraestructura resiliente y planes de adaptación a largo plazo?
Recordemos que Melissa llegó a ser categoría 5, el máximo nivel de peligrosidad. Aunque ahora es categoría 4, todavía le alcanza y sobra para causar estragos. El Centro Nacional de Huracanes dice que está moviéndose rápido, pero mantiene vientos furiosos que pueden tumbar árboles, destrozar techos y levantar vehículos como si fueran juguetes. Ya estamos viendo imágenes de Jamaica devastada y eso nos pone los pelos de punta, porque podría pasar acá.
Aquí en Costa Rica, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ya declaró alerta roja nacional. Eso significa que todos los hospitales están preparados, los refugios listos y los equipos de rescate a la expectativa. Han evacuado zonas costeras, especialmente en Guanacaste y Limón, esas partes que están más expuestas al embate directo del huracán. Les piden a todos estar tranquilos en casa, tener provisiones y seguir las indicaciones de las autoridades. No hay tiempo pa’ jueguitos, chunches, mae.
La preocupación mayor, aparte de los vientos, son las lluvias torrenciales que acompañan a Melissa. Se esperan acumulados de agua históricos, capaces de saturar el suelo y provocar deslizamientos de tierra, especialmente en las montañas. Ahí sí, que puede haber tragedia. Las comunidades rurales, que ya tienen problemas de acceso, podrían quedar totalmente aisladas. El IMAS está trabajando duro para coordinar ayuda humanitaria, pero la logística será complicada con estas condiciones climáticas.
También preocupa la marejada ciclónica. El aumento anormal del nivel del mar puede inundar zonas bajas y dañar infraestructuras costeras. Playas que siempre hemos disfrutado podrían desaparecer bajo las olas, y eso no solo es triste por lo sentimental, sino también por lo económico. Imagínense el daño a hoteles, restaurantes y negocios que dependen del turismo. Eso pega duro al bolsillo de muchos ticos, brete que estamos pasando ya con tanta inflación.
Por supuesto, esto afecta toda la región. Nicaragua y Honduras también están en riesgo de recibir fuertes lluvias y vientos, aunque Melissa debería perder intensidad al acercarse a esas latitudes. Pero igual, los países vecinos están tomando precauciones y coordinando esfuerzos para enfrentar la emergencia. Verdad que da pena ver cómo estos fenómenos climáticos siguen sacudiendo a nuestros hermanos centroamericanos, qué sal!
Además, hay que considerar el impacto psicológico en la población. Muchos ticos aún recuerdan con amargura el paso del huracán Otto hace algunos años, y eso genera ansiedad y temor. El gobierno ha intensificado las campañas de información y apoyo emocional, pero no es fácil lidiar con el estrés y la incertidumbre. La verdad, mae, es que los huracanes te dejan una cicatriz profunda, no solo material, sino también mental.
Ahora bien, con todo esto, me pregunto... ¿Crees que las medidas preventivas que estamos tomando actualmente son suficientes para proteger a nuestra comunidad frente a estos huracanes cada vez más potentes, o deberíamos invertir más recursos en infraestructura resiliente y planes de adaptación a largo plazo?