¡Ay, mi gente! Pues resulta que después de varias horas de pánico y atascos bíblicos, finalmente le dieron vía libre a la Ruta 32 este viernes. Según el Ministerio de Obras Públicas, limpiaron todo el material que cayó –tierra, rocas, pues todo el batiburrillo– y ahora sí, pueden pasar los carros. Aunque, claro, no todo es miel sobre hojuelas.
Como bien saben todos los que tenemos que subirnos a esa carretera alguna vez en la vida, la 32 es como una chincha con patas. Siempre lista para lanzarnos algún susto con deslizamientos, derrumbes, o cualquier otra cosa que se le antoje. Esta vez no fue la excepción. El problema empezó hace unos días, cuando empezaron a caer piedras y lodo justo en un tramo bastante peligroso, donde la pendiente es pura. El tráfico se frenó totalmente, y ahí nos quedamos, varados como sardinas en lata.
Imagínate la escena: cientos de carros atascados, la gente desesperada porque tenía cosas que hacer, compromisos, familias esperando… pues un relajo. Algunos empezaron a bocinar, otros a discutir, pero bueno, qué le vamos a hacer, ¿no? Cuando la naturaleza te pone una piedra en el camino, toca buscarle la vuelta. Las cuadrillas del MOPT trabajaron día y noche, removiendo toneladas de material, tratando de estabilizar la zona. Se nota que le pusieron empeño, porque al final lograron dejarlo listo, aunque dicen que todavía hay riesgo de que siga cayendo más cosa.
Cuando anunciaron que abrían el paso a eso de las diez de la mañana, pues se armó el brío. Todos queríamos salir rápido, llegar a nuestro destino, olvidar el calvario que habíamos vivido. Pero ahí fue donde vino lo peor: el embotellamiento. Porque obviamente, nadie piensa en ir tranquilito y ceder el paso. Todos quieren empujar, adelantar, ¡pues qué nivel! Así que terminamos atrapados en un mar de carrocerías, avanzando a paso de tortuga, casi ni moviéndonos.
La verdad es que el tráfico estaba pa’ llorar. Era tanta la cola que llegaba hasta… ¡hasta dónde! No sé ni cómo explicarlo, era una locura. Hubo señores que llevaban desayunos fríos, señoras con niños llorando, gente harta de esperar... Un verdadero despache, diría yo. Por suerte, la policía mantuvo el orden y trató de regular el tráfico lo mejor posible, pero con esa cantidad de carros, poco podían hacer.
Y hablando de seguridad, el MOPT no se anda con rodeos: insiste en que la Ruta 32 sigue siendo una zona de alto riesgo. Te piden que planifiques bien tus viajes, que revises el clima antes de salir, que mantengas la distancia prudencial y, sobre todo, que no te pongas nervioso si ves que el tráfico va lento. ¡Aguanta, chunche! Al final, todos queremos llegar sanos y salvos a nuestro destino.
Ahora, varios expertos han estado comentando que quizás ya llegó la hora de pensar en soluciones más definitivas para la Ruta 32. Hablan de construir muros de contención, mejorar el drenaje, incluso estudiar la posibilidad de cambiar el trazado de la carretera en algunos puntos. Ideas interesantes, pero siempre chocan contra el presupuesto, la burocracia, y otras cosas que uno ya conoce demasiado bien aquí en Costa Rica. Esperemos que las autoridades realmente tomen cartas en el asunto y hagan algo para evitar que esto vuelva a pasar, porque así no podemos seguir viviendo a salto de mata.
En fin, la Ruta 32 está abierta, pero ojo, no se confíen. Con toda esta historia, me pregunto: ¿creen ustedes que es realista esperar que el gobierno invierta seriamente en mejorar la infraestructura de nuestras carreteras, o estamos condenados a sufrir estos atascos y riesgos cada año durante la temporada lluviosa?
Como bien saben todos los que tenemos que subirnos a esa carretera alguna vez en la vida, la 32 es como una chincha con patas. Siempre lista para lanzarnos algún susto con deslizamientos, derrumbes, o cualquier otra cosa que se le antoje. Esta vez no fue la excepción. El problema empezó hace unos días, cuando empezaron a caer piedras y lodo justo en un tramo bastante peligroso, donde la pendiente es pura. El tráfico se frenó totalmente, y ahí nos quedamos, varados como sardinas en lata.
Imagínate la escena: cientos de carros atascados, la gente desesperada porque tenía cosas que hacer, compromisos, familias esperando… pues un relajo. Algunos empezaron a bocinar, otros a discutir, pero bueno, qué le vamos a hacer, ¿no? Cuando la naturaleza te pone una piedra en el camino, toca buscarle la vuelta. Las cuadrillas del MOPT trabajaron día y noche, removiendo toneladas de material, tratando de estabilizar la zona. Se nota que le pusieron empeño, porque al final lograron dejarlo listo, aunque dicen que todavía hay riesgo de que siga cayendo más cosa.
Cuando anunciaron que abrían el paso a eso de las diez de la mañana, pues se armó el brío. Todos queríamos salir rápido, llegar a nuestro destino, olvidar el calvario que habíamos vivido. Pero ahí fue donde vino lo peor: el embotellamiento. Porque obviamente, nadie piensa en ir tranquilito y ceder el paso. Todos quieren empujar, adelantar, ¡pues qué nivel! Así que terminamos atrapados en un mar de carrocerías, avanzando a paso de tortuga, casi ni moviéndonos.
La verdad es que el tráfico estaba pa’ llorar. Era tanta la cola que llegaba hasta… ¡hasta dónde! No sé ni cómo explicarlo, era una locura. Hubo señores que llevaban desayunos fríos, señoras con niños llorando, gente harta de esperar... Un verdadero despache, diría yo. Por suerte, la policía mantuvo el orden y trató de regular el tráfico lo mejor posible, pero con esa cantidad de carros, poco podían hacer.
Y hablando de seguridad, el MOPT no se anda con rodeos: insiste en que la Ruta 32 sigue siendo una zona de alto riesgo. Te piden que planifiques bien tus viajes, que revises el clima antes de salir, que mantengas la distancia prudencial y, sobre todo, que no te pongas nervioso si ves que el tráfico va lento. ¡Aguanta, chunche! Al final, todos queremos llegar sanos y salvos a nuestro destino.
Ahora, varios expertos han estado comentando que quizás ya llegó la hora de pensar en soluciones más definitivas para la Ruta 32. Hablan de construir muros de contención, mejorar el drenaje, incluso estudiar la posibilidad de cambiar el trazado de la carretera en algunos puntos. Ideas interesantes, pero siempre chocan contra el presupuesto, la burocracia, y otras cosas que uno ya conoce demasiado bien aquí en Costa Rica. Esperemos que las autoridades realmente tomen cartas en el asunto y hagan algo para evitar que esto vuelva a pasar, porque así no podemos seguir viviendo a salto de mata.
En fin, la Ruta 32 está abierta, pero ojo, no se confíen. Con toda esta historia, me pregunto: ¿creen ustedes que es realista esperar que el gobierno invierta seriamente en mejorar la infraestructura de nuestras carreteras, o estamos condenados a sufrir estos atascos y riesgos cada año durante la temporada lluviosa?
