¡Ay, Dios mío, qué historia!
Parece sacado de película, pero es pura realidad: el Cártel del Caribe Sur, ese brete que tanto nos dio dolores de cabeza, terminó desenredándose gracias a su propia paranoia. Resulta que estos señores vivían con tanto miedo a ser descubiertos que terminaron entregándose, y ni siquiera fue el OIJ quien los cayó directamente, sino sus propios nervios.
Todo comenzó con unas escuchas telefónicas, un procedimiento legalmente complicado que el OIJ tuvo que armar para poder pinchar unos celulares. Pero ahí es donde empieza el tinglado. Tan pronto como conectaban la escucha, ¡pum!, la línea moría. No recibías más llamadas, los tipos pasaban todos sus chats a Signal o WhatsApp, y listo, la información se esfumaba como humo. Era como si supieran exacto que estaban siendo vigilados, diay, qué cosas tienen estos mafiosos.
Según el expediente judicial, esto se debía a un ‘sapo’, un infiltrado dentro del sistema judicial que le pasaba información al cártel liderado por los hermanos Picado Grijalba – alias ‘Shock’ y ‘Noni’. Este topo les avisaba cuando se activaba una escucha, permitiéndoles quemar sus teléfonos y pasar a otros nuevos, esos famosos ‘quemadores’. Estos numeritos desechables iban cambiando constantemente, como si fueran calcetines, y se aseguraban de limpiar cualquier rastro de evidencia en los dispositivos.
Y no solo eso, también andaban limpios como botellas de vidrio con Signal, esa aplicación de mensajería que es conocida por su seguridad. Borraban los chats a conciencia, para que el OIJ no encontrara nada en los teléfonos que decomisaban. Un chunche bien planeado, diríamos, pero con un fallo fatal.
Pero, ay, la ironía, justo su paranoia fue lo que les jugó una mala pasada. En medio de toda esta movida, lograron interceptar unas comunicaciones cruciales, aunque no sin antes cometer el error de relajarse un poquito. En una llamada, uno de los líderes le decía a un familiar: “Finalmente, la llamada concluye con la frase: ‘no hay que hablar mucho, porque este teléfono todo lo graba’”. ¡Qué sal! Justo ahí se marcaron el autogol, confesándolo sin querer frente a las autoridades.
Otro detalle que puso fin a la partida fue cómo intentaban lavar plata a mansalva. Según el expediente, estaban buscando “una manera lícita” para meterle mano a unos billetes que tenían en Londres, aparentemente para pagar la defensa de ‘Shock’. ¡Qué carga! Intentar blanquear la plata con rodeos, como si nadie se diera cuenta. Al final, el OIJ juntó todas estas piezas y construyó un caso sólido que llevó a la captura de varios integrantes del cártel.
Este caso nos deja pensando: ¿Hasta qué punto la paranoia puede terminar afectándonos? ¿Será que el exceso de precauciones puede llevarnos a cometer errores que nos delatan? Con este caso del Cártel del Caribe Sur queda claro que, a veces, lo mejor es mantener la calma y no volverse loco tratando de evitar lo inevitable. Ahora, dime tú, ¿crees que la tecnología ha hecho que la gente sea más paranoica o simplemente ha facilitado la vida a los criminales?
Parece sacado de película, pero es pura realidad: el Cártel del Caribe Sur, ese brete que tanto nos dio dolores de cabeza, terminó desenredándose gracias a su propia paranoia. Resulta que estos señores vivían con tanto miedo a ser descubiertos que terminaron entregándose, y ni siquiera fue el OIJ quien los cayó directamente, sino sus propios nervios.
Todo comenzó con unas escuchas telefónicas, un procedimiento legalmente complicado que el OIJ tuvo que armar para poder pinchar unos celulares. Pero ahí es donde empieza el tinglado. Tan pronto como conectaban la escucha, ¡pum!, la línea moría. No recibías más llamadas, los tipos pasaban todos sus chats a Signal o WhatsApp, y listo, la información se esfumaba como humo. Era como si supieran exacto que estaban siendo vigilados, diay, qué cosas tienen estos mafiosos.
Según el expediente judicial, esto se debía a un ‘sapo’, un infiltrado dentro del sistema judicial que le pasaba información al cártel liderado por los hermanos Picado Grijalba – alias ‘Shock’ y ‘Noni’. Este topo les avisaba cuando se activaba una escucha, permitiéndoles quemar sus teléfonos y pasar a otros nuevos, esos famosos ‘quemadores’. Estos numeritos desechables iban cambiando constantemente, como si fueran calcetines, y se aseguraban de limpiar cualquier rastro de evidencia en los dispositivos.
Y no solo eso, también andaban limpios como botellas de vidrio con Signal, esa aplicación de mensajería que es conocida por su seguridad. Borraban los chats a conciencia, para que el OIJ no encontrara nada en los teléfonos que decomisaban. Un chunche bien planeado, diríamos, pero con un fallo fatal.
Pero, ay, la ironía, justo su paranoia fue lo que les jugó una mala pasada. En medio de toda esta movida, lograron interceptar unas comunicaciones cruciales, aunque no sin antes cometer el error de relajarse un poquito. En una llamada, uno de los líderes le decía a un familiar: “Finalmente, la llamada concluye con la frase: ‘no hay que hablar mucho, porque este teléfono todo lo graba’”. ¡Qué sal! Justo ahí se marcaron el autogol, confesándolo sin querer frente a las autoridades.
Otro detalle que puso fin a la partida fue cómo intentaban lavar plata a mansalva. Según el expediente, estaban buscando “una manera lícita” para meterle mano a unos billetes que tenían en Londres, aparentemente para pagar la defensa de ‘Shock’. ¡Qué carga! Intentar blanquear la plata con rodeos, como si nadie se diera cuenta. Al final, el OIJ juntó todas estas piezas y construyó un caso sólido que llevó a la captura de varios integrantes del cártel.
Este caso nos deja pensando: ¿Hasta qué punto la paranoia puede terminar afectándonos? ¿Será que el exceso de precauciones puede llevarnos a cometer errores que nos delatan? Con este caso del Cártel del Caribe Sur queda claro que, a veces, lo mejor es mantener la calma y no volverse loco tratando de evitar lo inevitable. Ahora, dime tú, ¿crees que la tecnología ha hecho que la gente sea más paranoica o simplemente ha facilitado la vida a los criminales?
