¡Ay, Dios mío, qué situación! Resulta que casi el 93% del presupuesto para el 2026, esos ¢12,8 billones que nos tocaron, ya tienen destino fijo. Imagínate, apenas queda un pochito –un 6,9%– para gastos varios y alguna que otra inversión. Esto salió a relucir en un estudio técnico que hizo la Asamblea Legislativa, que no andaba con rodeos.
La verdad, este panorama pinta medio complicado. Según explican los analistas, la mayoría del dinerito ya está comprometido con esas cosas que no podemos evitar: pagarle a los bancos por la deuda que tenemos, las jubilaciones de los viejitos, los salarios de los funcionarios públicos, y también los aportes que le hacemos al CCSS para que sigamos teniendo acceso a la salud. ¡Un brete el que lleva el país!
Y no solo eso, parece que la Constitución Política también exige que destinemos una buena parte del presupuesto a ciertas áreas clave. Por ejemplo, el famoso artículo 78 que obliga a echarle 8% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación pública, incluyendo nuestras universidades nacionales, como la UCR, ITCR, UNA, UNED y UTN. También hay que darle plata al Poder Judicial, mínimo el 6% de los ingresos del país, según el artículo 177 de la Constitución. ¡Se van los billetes rapidísimo!
Lo que más me preocupa es que, con esta rigidez presupuestaria, se dificulta mucho poder hacer ajustes si surge alguna emergencia o si queremos invertir en proyectos nuevos. Parece que estamos atados de manos, diay, y eso no es bueno para el futuro del país. Con esta situación, los ministerios tendrán que empezar a rifarse para ver cómo hacen magia con lo poco que les queda.
Si te pones a sumar todas las varas, los gastos ineludibles consumen más de la mitad del presupuesto nacional, unos ¢61,5 billones. De eso, casi el 42% se va directo al servicio de la deuda, es decir, a pagar los intereses y las cuotas que le debemos a los bancos internacionales y a otros acreedores. Y luego están las pensiones, que se llevan un buen pedazo también, alrededor del 10%.
Pero ojo, que todavía quedan más compromisos legales que también tienen su tajada del pastel. FODESAF, Conavi, PANI, las municipalidades, Fonafifo... ¡una lista larga! Estos destinos, sumados, representan el 5,9% del presupuesto total. Lo bueno es que por lo menos están destinados a programas sociales y de infraestructura, aunque siempre hay margen de mejora, ¿no?
Para financiar todo esto, el gobierno planea recurrir principalmente a los ingresos corrientes, es decir, a los impuestos que recaudamos todos los días. Se espera que un 61,9% del presupuesto provenga de ahí, mientras que el resto –un 38,1%– se cubrirá con préstamos internos o externos. Eso significa que vamos a seguir endeudándonos para mantenernos a flote, lo cual no es precisamente la solución ideal a largo plazo. Además, pusieron un tope al cuánto puede crecer el gasto público, una regla fiscal del 5,81%, para intentar controlar la cosa.
Bueno, pues, con este panorama, me pregunto: ¿Crees que el gobierno debería buscar formas creativas de optimizar el gasto público y liberar recursos para otras prioridades, o deberíamos enfocarnos en aumentar los ingresos del país mediante reformas fiscales? ¡Déjanos tus opiniones en el foro, porque esto nos concierne a todos!
La verdad, este panorama pinta medio complicado. Según explican los analistas, la mayoría del dinerito ya está comprometido con esas cosas que no podemos evitar: pagarle a los bancos por la deuda que tenemos, las jubilaciones de los viejitos, los salarios de los funcionarios públicos, y también los aportes que le hacemos al CCSS para que sigamos teniendo acceso a la salud. ¡Un brete el que lleva el país!
Y no solo eso, parece que la Constitución Política también exige que destinemos una buena parte del presupuesto a ciertas áreas clave. Por ejemplo, el famoso artículo 78 que obliga a echarle 8% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación pública, incluyendo nuestras universidades nacionales, como la UCR, ITCR, UNA, UNED y UTN. También hay que darle plata al Poder Judicial, mínimo el 6% de los ingresos del país, según el artículo 177 de la Constitución. ¡Se van los billetes rapidísimo!
Lo que más me preocupa es que, con esta rigidez presupuestaria, se dificulta mucho poder hacer ajustes si surge alguna emergencia o si queremos invertir en proyectos nuevos. Parece que estamos atados de manos, diay, y eso no es bueno para el futuro del país. Con esta situación, los ministerios tendrán que empezar a rifarse para ver cómo hacen magia con lo poco que les queda.
Si te pones a sumar todas las varas, los gastos ineludibles consumen más de la mitad del presupuesto nacional, unos ¢61,5 billones. De eso, casi el 42% se va directo al servicio de la deuda, es decir, a pagar los intereses y las cuotas que le debemos a los bancos internacionales y a otros acreedores. Y luego están las pensiones, que se llevan un buen pedazo también, alrededor del 10%.
Pero ojo, que todavía quedan más compromisos legales que también tienen su tajada del pastel. FODESAF, Conavi, PANI, las municipalidades, Fonafifo... ¡una lista larga! Estos destinos, sumados, representan el 5,9% del presupuesto total. Lo bueno es que por lo menos están destinados a programas sociales y de infraestructura, aunque siempre hay margen de mejora, ¿no?
Para financiar todo esto, el gobierno planea recurrir principalmente a los ingresos corrientes, es decir, a los impuestos que recaudamos todos los días. Se espera que un 61,9% del presupuesto provenga de ahí, mientras que el resto –un 38,1%– se cubrirá con préstamos internos o externos. Eso significa que vamos a seguir endeudándonos para mantenernos a flote, lo cual no es precisamente la solución ideal a largo plazo. Además, pusieron un tope al cuánto puede crecer el gasto público, una regla fiscal del 5,81%, para intentar controlar la cosa.
Bueno, pues, con este panorama, me pregunto: ¿Crees que el gobierno debería buscar formas creativas de optimizar el gasto público y liberar recursos para otras prioridades, o deberíamos enfocarnos en aumentar los ingresos del país mediante reformas fiscales? ¡Déjanos tus opiniones en el foro, porque esto nos concierne a todos!