Lo que escribo aquí viene desde mi experiencia personal tras muchos años visitando prostíbulos. Durante ese tiempo, obtuve una satisfacción pasajera, pero al mismo tiempo me sentí vacío, mal conmigo mismo. Llegué a contraer enfermedades que, gracias a Dios, logré superar sin mayores consecuencias. También gasté mucho dinero en algo que no me trajo nada
Hoy, al analizarlo con más claridad, me pregunto: ¿realmente hubiera valido la pena arriesgar mi salud por 10 segundos de placer? ¿Haberme expuesto a contraer VIH u otras enfermedades de transmisión sexual (ETS)? La respuesta es sencilla: no vale la pena .
Sé que escribir esto es fácil y que abstenerse no lo es. Pero quiero compartir una estrategia que a mí me ayudó: toma una hoja y anota las cosas que podrías perder o los problemas que esta acción podría traerte. Por ejemplo: tu salud, tu paz mental, tus relaciones, tu estabilidad económica, entre otras. Llévala contigo en la billetera y, cuando la tentación te invada, saca esa hoja, léela y haste esta prgunta:
¿Estoy dispuesto a pagar la factura por un momento de placer?
Créeme, esa reflexión puede marcar la diferencia. La decisión está en tus manos.
