¡Ay, Dios mío! La gota que derramó el vaso. Un reportero de CR Hoy, Daniel González, salió pintado por unos policías durante un allanamiento en Hatillo. Resulta que, mientras intentaba hacer su trabajo, un Policía de Control de Drogas (PCD) le arrebató el celular, se lo aventó al suelo y encima, ¡le dio un patazo para rematarlo! ¿Se imaginan eso? En pleno día, frente a todos. Esto ha levantado polvareda y muchos estamos preguntándonos qué está pasando con el respeto a la prensa en este país.
Todo esto pasó mientras el equipo de CR Hoy cubría los allanamientos que la Policía de Control de Drogas (PCD) estaba haciendo en varias casas en Reina de los Ángeles, Hatillo. Según el Ministerio de Seguridad Pública (MSP), eran parte de una operación contra el narcotráfico. Ya saben, siempre hay movida en esa zona, pero que te agredan así, bueno, eso ya es otra cosa. Pura sal, mándale.
González relata que se ubicaron estratégicamente en una zona donde sabían que habría movimiento, pues la seguridad no es precisamente lo mejor del lugar. Ahí empezó a grabar la detención de algunos sospechosos, cuando, de repente, apareció el policía, al parecer con la furia guardada. Lo atacó directamente, tirándole el celular y golpeándolo con el pie hasta hacerlo añicos. "Me dijo unas cosas que no entendí bien, pero sí recuerdo que estaba bastante alterado," cuenta González, todavía visiblemente afectado. ¡Imagínate tú!
Lo peor es que, según el relato, no solo un policía participó en esta bronca. Otro se acercó y terminó de destruir el celular con su propia arma. ¡Con su arma, chunches! ¿Hasta dónde vamos a llegar? Uno va a estar trabajando honestamente tratando de informar a la gente y recibiendo esto a cambio. Me da pena el mae, ¡qué torta!
Las autoridades justifican la acción argumentando que el reportero no tenía permiso para grabar los hechos. ¡Pero por favor! Estaba a más de un metro de distancia, claramente identificado y reportando lo que estaba pasando. No estábamos entrometiéndonos en la detención, simplemente documentando lo que ocurría en vía pública. Ya sabemos cómo buscan excusas estos señores cuando les toca rendir cuentas, diay.
Después del incidente, llegaron refuerzos de la Fiscalía General de la República y de la Fuerza Pública para intentar controlar la situación. Obviamente, el ambiente estaba tenso. Esto demuestra que, aunque tenemos leyes y regulaciones, la realidad en terreno a veces es diferente. Este tipo de actos socavan la confianza en las instituciones y generan incertidumbre sobre la libertad de prensa en nuestro país. ¿Qué mensaje les estamos dando a los periodistas?
Este caso reaviva el debate sobre la necesidad de establecer protocolos claros y mecanismos efectivos para garantizar la seguridad de los periodistas al cubrir operativos policiales. Es fundamental que las fuerzas de seguridad respeten el rol esencial de la prensa como fiscalizadora de la gestión pública. Si seguimos tolerando estas agresiones, corremos el riesgo de silenciar las voces críticas y permitir que la impunidad campe libre. Este brete necesita solución, y rápido, porque sino, ¡nos iremos al traste con toda la verdad!
Ahora, la gran pregunta para los lectores del Foro: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, evitar que situaciones como esta se repitan? ¿Deberíamos exigir mayor capacitación a los agentes de seguridad en temas de derechos humanos y libertad de prensa, o creen que la responsabilidad recae principalmente en una reforma más profunda dentro de las propias instituciones policiales? ¡Déjenme sus opiniones abajo!
Todo esto pasó mientras el equipo de CR Hoy cubría los allanamientos que la Policía de Control de Drogas (PCD) estaba haciendo en varias casas en Reina de los Ángeles, Hatillo. Según el Ministerio de Seguridad Pública (MSP), eran parte de una operación contra el narcotráfico. Ya saben, siempre hay movida en esa zona, pero que te agredan así, bueno, eso ya es otra cosa. Pura sal, mándale.
González relata que se ubicaron estratégicamente en una zona donde sabían que habría movimiento, pues la seguridad no es precisamente lo mejor del lugar. Ahí empezó a grabar la detención de algunos sospechosos, cuando, de repente, apareció el policía, al parecer con la furia guardada. Lo atacó directamente, tirándole el celular y golpeándolo con el pie hasta hacerlo añicos. "Me dijo unas cosas que no entendí bien, pero sí recuerdo que estaba bastante alterado," cuenta González, todavía visiblemente afectado. ¡Imagínate tú!
Lo peor es que, según el relato, no solo un policía participó en esta bronca. Otro se acercó y terminó de destruir el celular con su propia arma. ¡Con su arma, chunches! ¿Hasta dónde vamos a llegar? Uno va a estar trabajando honestamente tratando de informar a la gente y recibiendo esto a cambio. Me da pena el mae, ¡qué torta!
Las autoridades justifican la acción argumentando que el reportero no tenía permiso para grabar los hechos. ¡Pero por favor! Estaba a más de un metro de distancia, claramente identificado y reportando lo que estaba pasando. No estábamos entrometiéndonos en la detención, simplemente documentando lo que ocurría en vía pública. Ya sabemos cómo buscan excusas estos señores cuando les toca rendir cuentas, diay.
Después del incidente, llegaron refuerzos de la Fiscalía General de la República y de la Fuerza Pública para intentar controlar la situación. Obviamente, el ambiente estaba tenso. Esto demuestra que, aunque tenemos leyes y regulaciones, la realidad en terreno a veces es diferente. Este tipo de actos socavan la confianza en las instituciones y generan incertidumbre sobre la libertad de prensa en nuestro país. ¿Qué mensaje les estamos dando a los periodistas?
Este caso reaviva el debate sobre la necesidad de establecer protocolos claros y mecanismos efectivos para garantizar la seguridad de los periodistas al cubrir operativos policiales. Es fundamental que las fuerzas de seguridad respeten el rol esencial de la prensa como fiscalizadora de la gestión pública. Si seguimos tolerando estas agresiones, corremos el riesgo de silenciar las voces críticas y permitir que la impunidad campe libre. Este brete necesita solución, y rápido, porque sino, ¡nos iremos al traste con toda la verdad!
Ahora, la gran pregunta para los lectores del Foro: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, evitar que situaciones como esta se repitan? ¿Deberíamos exigir mayor capacitación a los agentes de seguridad en temas de derechos humanos y libertad de prensa, o creen que la responsabilidad recae principalmente en una reforma más profunda dentro de las propias instituciones policiales? ¡Déjenme sus opiniones abajo!