Ay, Dios mío, qué torta la que nos tocó vivir ayer. Imagínate, a mitad de la Prueba Nacional Estandarizada (PNE), ¡bum!, se les cayó toda la vaina a miles de estudiantes de último año. Un verdadero despache tecnológico que dejó a muchos suspirando y a sus padres buscando a quién reclamarle. Según el Ministerio de Educación Pública (MEP), fueron 5.138 estudiantes, ¡más de cinco mil, varones! Esto representa casi el 10%, y eso no es poca vaina, ¿eh?
La falla, que parece era de proporciones globales, afectó tanto a escuelas públicas como privadas. Dicen que los servidores informáticos contratados por el MEP se fueron pa’l muere, impidiendo que los muchachos completaran la evaluación en línea. Ya sé lo que piensas: “¿Servidores externos? ¿No podían tenerlos propios?”. Pues ahí estamos, confiando en gente de afuera y terminando con este panorama.
El MEP, tratando de tapar el sol con la mano, salió a explicar que tenían planes de contingencia para estos casos. ¡Claro, planes en papel! Porque cuando llegó la hora de ponerlos en práctica, todo se vino abajo. Ahora prometen que los estudiantes afectados tendrán la oportunidad de tomar la prueba nuevamente entre el 10 y el 14 de noviembre, sin que esto afecte sus resultados finales. Pero bueno, el susto ya está hecho y la confianza, cuesta recuperar la, diay.
Artavia, el director de Gestión y Evaluación de la Calidad del MEP, insistió en que todo estaba fuera de su control. Que esto era un “evento global” que afectó a los servidores utilizados. Como si eso fuera consuelo para los estudiantes que se quedaron con ganas de terminar la prueba. Me imagino a esos jóvenes, sentados frente a la computadora, esperando que volviera la página... ¡Qué frustración!
Y ni hablar de los colegios, varados con sus computadoras y sus estudiantes sin saber qué hacer. Algunos tuvieron que improvisar con exámenes en papel, otros simplemente dieron ganas de mandar todo al traste. Este brete no le ha caído bien a nadie, ni siquiera al MEP, que ahora tiene que lidiar con la bronca de los padres y las críticas de los educadores. ¡Qué carga!
Lo que más me preocupa es que esto pone en tela de juicio todo el sistema de evaluación digital. ¿Estamos realmente listos para dejar atrás el examen en papel? Parece que todavía tenemos mucho que aprender y mejorar antes de poder confiar plenamente en la tecnología para estas pruebas tan importantes. A ver, ¿cuántos más contratiempos vamos a tener que aguantar antes de que nos den una solución sólida y duradera?
Para ponerle pausa, el 83% de los estudiantes rindieron la prueba de manera física, mientras que solo el 17% lo hizo en línea. Así que, aunque el fallo haya sido grande, la mayoría no se vio afectada directamente. Sin embargo, esta experiencia debería servirnos como una llamada de atención: necesitamos invertir más en infraestructura tecnológica educativa y capacitar mejor a nuestros docentes para enfrentar estos desafíos.
Ahora, dime tú, ¿crees que el MEP debió haber tenido una alternativa más robusta para evitar este fiasco tecnológico? ¿Y deberíamos reconsiderar la transición completa a evaluaciones digitales, o seguir apostando por el tradicional examen en papel, al menos hasta que tengamos la certeza de que la tecnología no nos va a jugar otra broma así?
La falla, que parece era de proporciones globales, afectó tanto a escuelas públicas como privadas. Dicen que los servidores informáticos contratados por el MEP se fueron pa’l muere, impidiendo que los muchachos completaran la evaluación en línea. Ya sé lo que piensas: “¿Servidores externos? ¿No podían tenerlos propios?”. Pues ahí estamos, confiando en gente de afuera y terminando con este panorama.
El MEP, tratando de tapar el sol con la mano, salió a explicar que tenían planes de contingencia para estos casos. ¡Claro, planes en papel! Porque cuando llegó la hora de ponerlos en práctica, todo se vino abajo. Ahora prometen que los estudiantes afectados tendrán la oportunidad de tomar la prueba nuevamente entre el 10 y el 14 de noviembre, sin que esto afecte sus resultados finales. Pero bueno, el susto ya está hecho y la confianza, cuesta recuperar la, diay.
Artavia, el director de Gestión y Evaluación de la Calidad del MEP, insistió en que todo estaba fuera de su control. Que esto era un “evento global” que afectó a los servidores utilizados. Como si eso fuera consuelo para los estudiantes que se quedaron con ganas de terminar la prueba. Me imagino a esos jóvenes, sentados frente a la computadora, esperando que volviera la página... ¡Qué frustración!
Y ni hablar de los colegios, varados con sus computadoras y sus estudiantes sin saber qué hacer. Algunos tuvieron que improvisar con exámenes en papel, otros simplemente dieron ganas de mandar todo al traste. Este brete no le ha caído bien a nadie, ni siquiera al MEP, que ahora tiene que lidiar con la bronca de los padres y las críticas de los educadores. ¡Qué carga!
Lo que más me preocupa es que esto pone en tela de juicio todo el sistema de evaluación digital. ¿Estamos realmente listos para dejar atrás el examen en papel? Parece que todavía tenemos mucho que aprender y mejorar antes de poder confiar plenamente en la tecnología para estas pruebas tan importantes. A ver, ¿cuántos más contratiempos vamos a tener que aguantar antes de que nos den una solución sólida y duradera?
Para ponerle pausa, el 83% de los estudiantes rindieron la prueba de manera física, mientras que solo el 17% lo hizo en línea. Así que, aunque el fallo haya sido grande, la mayoría no se vio afectada directamente. Sin embargo, esta experiencia debería servirnos como una llamada de atención: necesitamos invertir más en infraestructura tecnológica educativa y capacitar mejor a nuestros docentes para enfrentar estos desafíos.
Ahora, dime tú, ¿crees que el MEP debió haber tenido una alternativa más robusta para evitar este fiasco tecnológico? ¿Y deberíamos reconsiderar la transición completa a evaluaciones digitales, o seguir apostando por el tradicional examen en papel, al menos hasta que tengamos la certeza de que la tecnología no nos va a jugar otra broma así?