¡Ay, Dios mío! ¿Hasta cuándo vamos a ver estas cosas?
Resulta que dos funcionarios de la Policía Penitenciaria terminaron con el trasero metido en problemas, directito a manos de sus propios compañeros, luego de intentar colar cositas que no deberían estar dentro del centro de detención Jorge Arturo Montero, allá en La Reforma. ¡Qué torta!
Según nos cuentan desde el Ministerio de Justicia y Paz, el primero de los involucrados, un señor llamado Álvarez, llevó escondido en su bolso personal unos audífonos manos libres. Sí, así nomás, unos audifonos... Y eso, ¡lejos de ser permitido! Parece que el pobre hombre no se enteró de las reglas del juego, o quizás pensó que iba a pasar piola.
Y ni hablar del otro, Quesada. Este espanto quiso meter un teléfono celular, también en el bolsillo de su pantalón. ¡Un celular! En una cárcel. Esto ya huele a chamusquina, diay. Al igual que Álvarez, no contaba con el permiso necesario para llevar el aparatito.
Ahora, ambos señores están a la orden de la Fiscalía, donde les van a investigar bien a fondo para ver qué onda. Podrían terminar enfrentando cargos serios, dependiendo de lo que descubran. Ya saben cómo es esto, si se mueven mucho, pueden irse al traste. Pero bueno, hay que darle la oportunidad de defenderse, claro.
Lo curioso es que esta no es la primera vez que pasa esto. Según reportan desde Justicia y Paz, ¡ya son 56 funcionarios –45 policías penitenciarios y 11 administrativos– los que han tenido problemas con la justicia desde mayo del año pasado! Esto me da escalofríos, brete. Imaginen cuánta mercancía ilegal ha podido entrar a las cárceles gracias a estas fallas.
El Ministerio dice que el aumento de estos casos se debe a que ahora sí le están poniendo empeño a revisar a la gente que entra al centro penitenciario. Desde que entraron en vigor las nuevas leyes, han abierto más causas por colados de celulares y otros accesorios. Claro, porque antes debían ser más permisivos, ¿no es cierto? A veces parece que vivimos en un país donde la ley es pa’ los pájaros.
Con todo este escándalo, uno se queda pensando: ¿Es posible que la corrupción esté tan arraigada en nuestras instituciones? ¿Cómo podemos recuperar la confianza del público en la Policía Penitenciaria si siguen pasando estas situaciones? ¿Ustedes creen que la solución está en aumentar las medidas de seguridad o en mejorar la capacitación y supervisión de los funcionarios?
Resulta que dos funcionarios de la Policía Penitenciaria terminaron con el trasero metido en problemas, directito a manos de sus propios compañeros, luego de intentar colar cositas que no deberían estar dentro del centro de detención Jorge Arturo Montero, allá en La Reforma. ¡Qué torta!
Según nos cuentan desde el Ministerio de Justicia y Paz, el primero de los involucrados, un señor llamado Álvarez, llevó escondido en su bolso personal unos audífonos manos libres. Sí, así nomás, unos audifonos... Y eso, ¡lejos de ser permitido! Parece que el pobre hombre no se enteró de las reglas del juego, o quizás pensó que iba a pasar piola.
Y ni hablar del otro, Quesada. Este espanto quiso meter un teléfono celular, también en el bolsillo de su pantalón. ¡Un celular! En una cárcel. Esto ya huele a chamusquina, diay. Al igual que Álvarez, no contaba con el permiso necesario para llevar el aparatito.
Ahora, ambos señores están a la orden de la Fiscalía, donde les van a investigar bien a fondo para ver qué onda. Podrían terminar enfrentando cargos serios, dependiendo de lo que descubran. Ya saben cómo es esto, si se mueven mucho, pueden irse al traste. Pero bueno, hay que darle la oportunidad de defenderse, claro.
Lo curioso es que esta no es la primera vez que pasa esto. Según reportan desde Justicia y Paz, ¡ya son 56 funcionarios –45 policías penitenciarios y 11 administrativos– los que han tenido problemas con la justicia desde mayo del año pasado! Esto me da escalofríos, brete. Imaginen cuánta mercancía ilegal ha podido entrar a las cárceles gracias a estas fallas.
El Ministerio dice que el aumento de estos casos se debe a que ahora sí le están poniendo empeño a revisar a la gente que entra al centro penitenciario. Desde que entraron en vigor las nuevas leyes, han abierto más causas por colados de celulares y otros accesorios. Claro, porque antes debían ser más permisivos, ¿no es cierto? A veces parece que vivimos en un país donde la ley es pa’ los pájaros.
Con todo este escándalo, uno se queda pensando: ¿Es posible que la corrupción esté tan arraigada en nuestras instituciones? ¿Cómo podemos recuperar la confianza del público en la Policía Penitenciaria si siguen pasando estas situaciones? ¿Ustedes creen que la solución está en aumentar las medidas de seguridad o en mejorar la capacitación y supervisión de los funcionarios?
