¿Te imaginas a la Virgen María paseando por las calles llena de joyas, brillantes, coronas y vestidos de largas colas?, ¿y a un Jesús de Nazaret acompañado de fieles talibanes con cara de Ku Klux Klan y rodeado de señoras con enormes peinetas y luciendo palmito?.
Tantos años y aún hay gente que con su falsa devoción sigue crucificando a Cristo y a sus ideas.
Las procesiones de Semana Santa son desfiles de vanidad y rancio populismo cultural, rescatadas de la historia medieval como espectáculo, esclavo y tenebroso. Nada tienen que ver con lo que dicen representar. Son una exitosa puesta en escena turística y una penosa demostración de la necesidad que tiene la gente de “pan y circo”. Un entretenimiento de la plebe, devotos que confunde la religión con el protagonismo ante los vecinos.
Toda esta gente que participa, en hermandades o como simples devotos en las aceras, merecen todo mi respeto, tanto como quien asiste a los partidos de futbol o al cambio de la guardia en el Palacio de Buckingham. Pero por favor, que no llamen sublime y majestuoso acto religioso a una explosión de ostentación e hipocresía. Actos presididos por una Iglesia entregada al fervor ocioso del populacho, vieja, vetusta y alejada del propósito de su creación. Una Iglesia amante de esplendorosos palios y de las obscenas representaciones de la opulencia, con príncipes de la curia (cardenales) soberbiamente cubiertos de rojas vestimentas; príncipes que desde lejos parecen amables cortesanos bien alejados de la vocación que llena sus bocas, la pobreza y la caridad.
Actos muy parecidos a los que protagonizan los talibanes y fundamentalistas musulmanes, que tanto miedo nos da ver en la tele. Cercanos a cualquier antigua celebración pagana presidida con el beneplácito de despóticos reyes y potentados.
Me pregunto: ¿Qué pensaría Jesús de Nazaret si pudiera observar estas procesiones? Leyendo sus propias palabras creo que al ver estas fastuosas manifestaciones de religiosidad popular se le revolverían las tripas:
”Cuando recéis o ofrezcáis vuestro sacrificio, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar en sitios públicos y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Tú, hazlo en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto...” – Dios, hace aproximadamente 2.000 años.
”Cuando hagas ayuno o sacrificios, no pongas cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Tú, en cambio, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sepa la gente que estás ayunando, …y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”. – Dios, hace aproximadamente 2.000 años.
Estas gentes paganas que llenan las calles en Semana Santa debieron quedarse con el mensaje “perfúmate” para justificar su falsa representación del dolor y la devoción en público.
De los relatos de aquella historia de la muerte de Jesucristo me gusta recordar un detalle: Todos los que fueron declarados “santos apóstoles” huyeron como cobardes cuando las cosas se pusieron feas. Sólo quedó la madre de Jesús, un joven y una amiga, María Magdalena, una mujer que jamás fue nombrada “santa” (o eso creo) por la Iglesia por aquello de su pecaminosa profesión y pasado, pero más valiente para dar la cara en el peor momento, sin huir a escondidas como los discípulos que llenan los altares.
Si asistes a estas honras fúnebres no dejes de mirar lo que ves como una exposición de un acerbo cultural, gasta mucho dinero en idioteces y restaurantes, pero no te empeñes en ver a Dios entre tanta hipocresía populista....