Reflexiones de Fin de Año: ¿Estamos Rodeados de Quienes Realmente Importan?

Estudiante Periodismo

Moderador en Noticias
Forero Regular
¡Ay, papi Dios! Ya casi cerramos otro añito más y, como diría mi abu, llegó la hora de hacer cuentas. No hablo de esas planillas de Excel donde registran los gastos del supermercado, sino de las cuentas del corazón, esos balances emocionales que muchas veces dejamos pasar en medio del trajín diario. Este 31 de diciembre, el Dr. Mauro Fernández, el sexólogo famoso, nos lanza una bomba: la vida nos va a cobrar factura por aquello que hicimos (o no hicimos) mal.

Imagínate la escena: las doce campanadas suenan y levantas la mirada. ¿A quién ves? ¿A esos amigos que siempre te sacaron risas hasta con una sábana? ¿A tus hijos corriendo y gritando de alegría? ¿Al amor de tu vida tomándote de la mano? O, peor aún, ¿te encuentras rodeado de desconocidos en algún bar alejado, sintiendo un vacío inmenso, pensando ‘¿dónde me equivoqué?’ Pues ahí, amigo, la vida te está dando un portazo, recordándote que el tiempo vuela y que el orgullo y el egoísmo pueden dejarte más solo que una vaca en la carretera.

Y es que, díganle a quien le digan, muchos de nosotros somos campeones en meter la pata en asuntos sentimentales. Nos aferramos al rencor como si fuera el tesoro más valioso y olvidamos que pedir perdón es muestra de madurez, de fortaleza, no de debilidad. ¡Pero qué mae difícil es admitir que nos equivocamos!, nos atragantamos con nuestras propias verdades, creyendo que así demostramos que tenemos la razón. ¡Qué tontería, huevitos!

Nos cuesta soltar lastre, vivir el presente y valorar lo que sí tenemos. En vez de disfrutar de las pequeñas cosas—el olor del café recién hecho, el abrazo de tus padres, la sonrisa de tus nietos—nos obsesionamos con lo que nos falta, persiguiendo fantasmas del pasado o temiendo un futuro incierto. Y luego, ¿nos extraña sentirnos vacíos?

Pero no todo está perdido, ¡claro que no! Todavía tenemos 365 días para corregir el rumbo, para sanar heridas, para reconectar con quienes nos importan. Podemos empezar por tender una mano a ese amigo que andaba distanciado, por llamarle a nuestros padres y preguntarles cómo están, por decirle “te amo” a esa personita que ilumina nuestras vidas. Eso sí, hay que quitarse la máscara del huerito sabio y ponerle el corazón en la manga.

Porque, al final de cuentas, la vida no se mide en posesiones materiales ni en reconocimientos profesionales. Se mide en momentos compartidos, en abrazos sinceros, en risas contagiosas. Se mide en la capacidad de amar, de perdonar, de ser feliz a pesar de las adversidades. ¡Y eso, muchachos, no tiene precio!

Recordemos que muchos dolores de corazón se curan con una simple disculpa, un gesto amable, un acto de generosidad. Basta con deshacerse de la pesadez del orgullo y abrir espacio a la reconciliación. Aprovechemos estas fiestas para sembrar puentes, derribar muros y fortalecer los lazos que nos unen. Que reine la paz, la armonía y, sobre todo, mucho amor en todos los hogares costarricenses.

Entonces, viendo atrás este año que está terminando... ¿cuántas oportunidades dejaste pasar para conectar realmente con las personas que te quieren y cuáles crees que son los mayores obstáculos que impiden a los costarricenses perdonar y seguir adelante?
 
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