¡Ay, Dios mío, qué vaina! Resulta que el diputado Gilbert Jiménez, presidente de la Comisión de Seguridad y Narcotráfico, quiso hacer una movidita rara con el director de la DIS, Jorge Torres Carrillo, y ahora la Sala IV le metió el cascabel. Parece que intentó declarar una sesión privada a escondidas, como si estuviéramos jugando al escondite en el parque, y eso, mis queridos lectores, no se puede hacer.
Todo empezó el 26 de junio pasado, durante una audiencia donde estaban presentes Torres y el exviceministro Sergio Sevilla. Ahí, el diputado Ariel Robles Barrantes le andaba preguntando a Torres sobre una visitita que le hiciera el exmagistrado Celso Gamboa al Ministerio de Seguridad, cuando todavía Torres era el jefe de seguridad. Y ahí, en medio de la tertulia, Jiménez, con toda la intención, mandó a sacar a todos –asesores, periodistas, hasta el público– para “tener una sesión privada con don Jorge”, según consta en el acta y el video oficial. ¡Una bronca!
Pero claro, la Sala IV, esos abogados que siempre andan vigilantes, no tragaron esa excusa faciltona. Decidieron que aquello no era un receso técnico cualquiera, ¡por supuesto que no!, sino una sesión privada de facto, hecha a espaldas de todo el mundo y sin seguir las reglas del reglamento de la Asamblea Legislativa. Como dice mi abuela, “con mucho queso, se cae el ratón”. Ese artículo 75 exige una moción bien argumentada, aprobada por dos tercios de los diputados y, sobre todo, que el asunto tenga que ver con secreto de Estado o información confidencial de terceros. Nada de eso pasó, ¡qué pena!
La Sala IV recalcó que la publicidad y la transparencia son fundamentales en una democracia. Que todo lo que se hable en la Asamblea debe estar a la vista de todos, para que los ciudadanos sepan qué hacen sus representantes. Como decía mi profe de gobierno, “el pueblo tiene derecho a saber”. Imagínense, querer esconder una conversación importante detrás de unas cortinas... ¡tremendo despiste!
Y lo peor es que Jiménez, bajo juramento, se agarró de cabeza negando que hubiera habido una sesión privada. Pero los videos y actas oficiales le dieron en la cara, demostrando que mintió descaradamente. Como dice el dicho, “la mentira anda a pies juntos”. Resultado: la Sala IV lo dejó plantado, demostrando que las pruebas hablan por sí solas. ¡Qué bochornoso!
Además, el magistrado Fernando Cruz Castro, en su voto particular, fue durísimo con Jiménez. Hasta propuso meterlo en problemas con el Ministerio Público por falsedad ideológica o incumplimiento de deberes. Dice que negó cosas que fueron grabadas y documentadas. ¡Imagínense la vergüenza! Ya algunos analistas comentan que esto podría afectar seriamente su carrera política. La verdad, ¡se le armó la chinchorana!
Todo empezó el 26 de junio pasado, durante una audiencia donde estaban presentes Torres y el exviceministro Sergio Sevilla. Ahí, el diputado Ariel Robles Barrantes le andaba preguntando a Torres sobre una visitita que le hiciera el exmagistrado Celso Gamboa al Ministerio de Seguridad, cuando todavía Torres era el jefe de seguridad. Y ahí, en medio de la tertulia, Jiménez, con toda la intención, mandó a sacar a todos –asesores, periodistas, hasta el público– para “tener una sesión privada con don Jorge”, según consta en el acta y el video oficial. ¡Una bronca!
Pero claro, la Sala IV, esos abogados que siempre andan vigilantes, no tragaron esa excusa faciltona. Decidieron que aquello no era un receso técnico cualquiera, ¡por supuesto que no!, sino una sesión privada de facto, hecha a espaldas de todo el mundo y sin seguir las reglas del reglamento de la Asamblea Legislativa. Como dice mi abuela, “con mucho queso, se cae el ratón”. Ese artículo 75 exige una moción bien argumentada, aprobada por dos tercios de los diputados y, sobre todo, que el asunto tenga que ver con secreto de Estado o información confidencial de terceros. Nada de eso pasó, ¡qué pena!
La Sala IV recalcó que la publicidad y la transparencia son fundamentales en una democracia. Que todo lo que se hable en la Asamblea debe estar a la vista de todos, para que los ciudadanos sepan qué hacen sus representantes. Como decía mi profe de gobierno, “el pueblo tiene derecho a saber”. Imagínense, querer esconder una conversación importante detrás de unas cortinas... ¡tremendo despiste!
Y lo peor es que Jiménez, bajo juramento, se agarró de cabeza negando que hubiera habido una sesión privada. Pero los videos y actas oficiales le dieron en la cara, demostrando que mintió descaradamente. Como dice el dicho, “la mentira anda a pies juntos”. Resultado: la Sala IV lo dejó plantado, demostrando que las pruebas hablan por sí solas. ¡Qué bochornoso!
Además, el magistrado Fernando Cruz Castro, en su voto particular, fue durísimo con Jiménez. Hasta propuso meterlo en problemas con el Ministerio Público por falsedad ideológica o incumplimiento de deberes. Dice que negó cosas que fueron grabadas y documentadas. ¡Imagínense la vergüenza! Ya algunos analistas comentan que esto podría afectar seriamente su carrera política. La verdad, ¡se le armó la chinchorana!