¡Ay, Dios mío, qué vaina! Resulta que el MOPT quiere echarle mano a unos puentes bien antiguos allá en San Rafael de Heredia, puentes que tienen más años que mi abuela. Cuatro obras maestras de piedra, testigos de cuando los boyeros andaban moviendo café por toda la zona, ¡y ahora quieren tirarlos! Pero no, señores, que la comunidad se ha echado el agua al oído y está dando pelea como gallitos.
La cosa es así: el MOPT tiene planes para modernizar la carretera, ponerla a todo andar, pero para eso necesitan deshacerse de estos puentes. Dicen que es progreso, que hay que avanzar, pero los vecinos no se lo tragaron fácil. Imagínate, estos puentes han visto pasar generaciones, han sido parte de la vida del pueblo, y ahora van a hacerlos pedazos por un par de carriles más. ¡No ma’! La historia no se tira así como basura, chunches.
Pero la comunidad no se quedó de brazos cruzados. Han reunido a historiadores, ingenieros y hasta a la abu del barrio, porque entre todos tienen una solución: ¡no hay necesidad de tumbar nada! Han propuesto una forma ingeniosa de ampliar la carretera SIN dañar los puentes, construyendo la nueva plataforma por encima de los arcos de piedra. “Mantiene el puente viejo y adapta el nuevo,” me dijo don Rafael Bolaños, el historiador que ha estado investigando el tema. ¡Un planazo, diay!
Según los ingenieros de la comunidad, la idea no es ninguna locura ni fantasía. Ya se ha hecho antes, inclusive por el mismísimo MOPT en otras partes del país. Así que, ¿por qué no aplicarle la misma lógica acá? Parece que a veces olvidan lo que saben, ¿no creen? Porque a estas alturas, tener que explicarles cómo construir una carretera sin demoler el patrimonio, ¡es una verdadera carga! Uno se pregunta si realmente entienden la importancia de preservar nuestra cultura.
Y ahí es donde entra el problema grande. Los vecinos temen que el MOPT siga adelante con sus planes originales, que cierren la carretera por completo y dejen a la gente varada. “Imagínate tener que cerrar esta vía!”, exclamó Eric Hernández, uno de los líderes de la resistencia vecinal. “Autoridades pretenden que la gente use la ruta 32, que ya está colapsada, o que salga por San Isidro y San Pablo, ¡que es imposible!”. Además, advierte que esto pondría en riesgo la salud de las personas, porque las ambulancias y los carros de bombero no podrían llegar rápido a cualquier emergencia.
Este debate sobre la conservación versus el desarrollo nos toca la fibra sensible a todos los costarricenses. Siempre estamos buscando un balance entre progresar y mantener nuestras raíces, nuestro legado. Pero a veces, parece que la prisa y la ambición terminan ganando la batalla, dejando a un lado el valor histórico y cultural de nuestros espacios.
Es que miren, amigos, esto de los puentes es solo la punta del iceberg. Hay tantos rincones de Costa Rica llenos de tesoros escondidos, historias esperando a ser contadas, tradiciones que corren peligro de desaparecer. Y nosotros, ¿qué estamos haciendo para protegerlos? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra identidad en aras de un supuesto progreso? Este caso de San Rafael debería servirnos de ejemplo, de llamada de atención, para reflexionar sobre el tipo de país que queremos dejar a las futuras generaciones.
Ahora, les pregunto a ustedes, mis queridos lectores del Foro: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ceder ante el avance del progreso? ¿Deberíamos priorizar la conservación de nuestro patrimonio histórico, aun cuando implique retrasos o modificaciones en proyectos de infraestructura? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios! Que se escuchen todas las voces, porque este tema nos concierne a todos.
La cosa es así: el MOPT tiene planes para modernizar la carretera, ponerla a todo andar, pero para eso necesitan deshacerse de estos puentes. Dicen que es progreso, que hay que avanzar, pero los vecinos no se lo tragaron fácil. Imagínate, estos puentes han visto pasar generaciones, han sido parte de la vida del pueblo, y ahora van a hacerlos pedazos por un par de carriles más. ¡No ma’! La historia no se tira así como basura, chunches.
Pero la comunidad no se quedó de brazos cruzados. Han reunido a historiadores, ingenieros y hasta a la abu del barrio, porque entre todos tienen una solución: ¡no hay necesidad de tumbar nada! Han propuesto una forma ingeniosa de ampliar la carretera SIN dañar los puentes, construyendo la nueva plataforma por encima de los arcos de piedra. “Mantiene el puente viejo y adapta el nuevo,” me dijo don Rafael Bolaños, el historiador que ha estado investigando el tema. ¡Un planazo, diay!
Según los ingenieros de la comunidad, la idea no es ninguna locura ni fantasía. Ya se ha hecho antes, inclusive por el mismísimo MOPT en otras partes del país. Así que, ¿por qué no aplicarle la misma lógica acá? Parece que a veces olvidan lo que saben, ¿no creen? Porque a estas alturas, tener que explicarles cómo construir una carretera sin demoler el patrimonio, ¡es una verdadera carga! Uno se pregunta si realmente entienden la importancia de preservar nuestra cultura.
Y ahí es donde entra el problema grande. Los vecinos temen que el MOPT siga adelante con sus planes originales, que cierren la carretera por completo y dejen a la gente varada. “Imagínate tener que cerrar esta vía!”, exclamó Eric Hernández, uno de los líderes de la resistencia vecinal. “Autoridades pretenden que la gente use la ruta 32, que ya está colapsada, o que salga por San Isidro y San Pablo, ¡que es imposible!”. Además, advierte que esto pondría en riesgo la salud de las personas, porque las ambulancias y los carros de bombero no podrían llegar rápido a cualquier emergencia.
Este debate sobre la conservación versus el desarrollo nos toca la fibra sensible a todos los costarricenses. Siempre estamos buscando un balance entre progresar y mantener nuestras raíces, nuestro legado. Pero a veces, parece que la prisa y la ambición terminan ganando la batalla, dejando a un lado el valor histórico y cultural de nuestros espacios.
Es que miren, amigos, esto de los puentes es solo la punta del iceberg. Hay tantos rincones de Costa Rica llenos de tesoros escondidos, historias esperando a ser contadas, tradiciones que corren peligro de desaparecer. Y nosotros, ¿qué estamos haciendo para protegerlos? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra identidad en aras de un supuesto progreso? Este caso de San Rafael debería servirnos de ejemplo, de llamada de atención, para reflexionar sobre el tipo de país que queremos dejar a las futuras generaciones.
Ahora, les pregunto a ustedes, mis queridos lectores del Foro: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ceder ante el avance del progreso? ¿Deberíamos priorizar la conservación de nuestro patrimonio histórico, aun cuando implique retrasos o modificaciones en proyectos de infraestructura? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios! Que se escuchen todas las voces, porque este tema nos concierne a todos.
