¡Ay, Dios mío! Esto sí que nadie se esperaba. En medio de la pachanga de clases en el colegio de Dulce Nombre de Cartago, se desató un verdadero chinchorreo de abejas que dejó a seis personitas, entre estudiantes y profes, con moretones y susto. La alerta llegó tempranito esta mañana, y desde entonces, el olor a miel y el zumbido constante han tomado el protagonismo en el pueblo. ¡Imagínate la bronca!
Según nos cuentan los compañeros de la Cruz Roja y el Cuerpo de Bomberos, todo empezó como un hormiguero. Al parecer, una colmena gigante, que nadie sabe cómo se pudo pasar tan piola, decidió echarle ganas y atacar a diestra y siniestra. No sé si será porque andaba de malas, pero esas abejas parecían tener plan. Las alarmas saltaron rapidísimo, y el colegio entero se convirtió en una película de terror, aunque afortunadamente, sin consecuencias peores.
Las unidades de rescate llegaron volando, y ahí sí se vio el trabajo en equipo. Algunos profesores, con mucho coraje, estaban tratando de sacar a los niños del peligro, mientras que los paramédicos se encargaban de calmar los ánimos y atender a los más afectados. Varios sufrieron picaduras fuertes, y tuvo que haber ambulancias trasladándolos a hospitales cercanos. ¡Pobreza, qué miedo debió ser!
Lo que más me da pena es pensar en esos nenes, que iban tranquilos a sus clases y terminaron huyendo como ratones. Algunos contaban que las abejas llegaban en bandadas enormes, cubriendo casi todo el cielo. ¡Parecía una película de Hollywood! Por suerte, el Cuerpo de Bomberos también llegó rápido, y con sus equipos especiales lograron controlar el enjambre y evitar que la situación empeorara. Eso sí, todavía hay maes rondando por la zona, así que toca estar muy alerta.
Y hablando de alerta, esto nos hace reflexionar sobre cómo estamos viviendo en contacto directo con la naturaleza, ¿eh? Con tanto cambio climático y destrucción de hábitats, los animales buscan nuevos lugares para vivir, y a veces eso trae problemas. Hay que ponerle atención a esto de la gestión de riesgos, que ya no es un lujo, sino una necesidad. Quizás deberíamos aprender a convivir con nuestros vecinos peludos y alados, en lugar de tratar de echarlos a patadas.
Ahora bien, ¿cómo se hizo para que una colmena de ese tamaño pasara tan inadvertida? Nadie parece saberlo. Algunos dicen que estaba escondida en un árbol viejo, otros que alguien la trajo sin darse cuenta. Lo cierto es que esto podría haber terminado mucho peor, y tenemos que agradecer que la respuesta de emergencia fue tan eficiente. Al final del día, lo importante es que todos están a salvo, aunque con unos cuantos piquetes y un buen susto.
Esto demuestra, una vez más, que la vida en Costa Rica es impredecible. Uno nunca sabe cuándo va a aparecer una abeja furiosa en medio del camino. Pero bueno, ¿qué le vamos a hacer? Somos un país bendecido por la naturaleza, y eso implica aceptar sus sorpresas, buenas y malas. Lo importante es mantener la calma, informarse y estar preparados para cualquier eventualidad. ¡Aquí no nos queda otra que reírnos para no llorar, mi pana!
Después de esta historia de huevitos y aguijones, me pregunto: ¿Creen ustedes que las escuelas deberían implementar protocolos de seguridad específicos para enfrentar emergencias relacionadas con fauna silvestre, o sería exagerado considerando la frecuencia con la que ocurren estos incidentes?
Según nos cuentan los compañeros de la Cruz Roja y el Cuerpo de Bomberos, todo empezó como un hormiguero. Al parecer, una colmena gigante, que nadie sabe cómo se pudo pasar tan piola, decidió echarle ganas y atacar a diestra y siniestra. No sé si será porque andaba de malas, pero esas abejas parecían tener plan. Las alarmas saltaron rapidísimo, y el colegio entero se convirtió en una película de terror, aunque afortunadamente, sin consecuencias peores.
Las unidades de rescate llegaron volando, y ahí sí se vio el trabajo en equipo. Algunos profesores, con mucho coraje, estaban tratando de sacar a los niños del peligro, mientras que los paramédicos se encargaban de calmar los ánimos y atender a los más afectados. Varios sufrieron picaduras fuertes, y tuvo que haber ambulancias trasladándolos a hospitales cercanos. ¡Pobreza, qué miedo debió ser!
Lo que más me da pena es pensar en esos nenes, que iban tranquilos a sus clases y terminaron huyendo como ratones. Algunos contaban que las abejas llegaban en bandadas enormes, cubriendo casi todo el cielo. ¡Parecía una película de Hollywood! Por suerte, el Cuerpo de Bomberos también llegó rápido, y con sus equipos especiales lograron controlar el enjambre y evitar que la situación empeorara. Eso sí, todavía hay maes rondando por la zona, así que toca estar muy alerta.
Y hablando de alerta, esto nos hace reflexionar sobre cómo estamos viviendo en contacto directo con la naturaleza, ¿eh? Con tanto cambio climático y destrucción de hábitats, los animales buscan nuevos lugares para vivir, y a veces eso trae problemas. Hay que ponerle atención a esto de la gestión de riesgos, que ya no es un lujo, sino una necesidad. Quizás deberíamos aprender a convivir con nuestros vecinos peludos y alados, en lugar de tratar de echarlos a patadas.
Ahora bien, ¿cómo se hizo para que una colmena de ese tamaño pasara tan inadvertida? Nadie parece saberlo. Algunos dicen que estaba escondida en un árbol viejo, otros que alguien la trajo sin darse cuenta. Lo cierto es que esto podría haber terminado mucho peor, y tenemos que agradecer que la respuesta de emergencia fue tan eficiente. Al final del día, lo importante es que todos están a salvo, aunque con unos cuantos piquetes y un buen susto.
Esto demuestra, una vez más, que la vida en Costa Rica es impredecible. Uno nunca sabe cuándo va a aparecer una abeja furiosa en medio del camino. Pero bueno, ¿qué le vamos a hacer? Somos un país bendecido por la naturaleza, y eso implica aceptar sus sorpresas, buenas y malas. Lo importante es mantener la calma, informarse y estar preparados para cualquier eventualidad. ¡Aquí no nos queda otra que reírnos para no llorar, mi pana!
Después de esta historia de huevitos y aguijones, me pregunto: ¿Creen ustedes que las escuelas deberían implementar protocolos de seguridad específicos para enfrentar emergencias relacionadas con fauna silvestre, o sería exagerado considerando la frecuencia con la que ocurren estos incidentes?