¡Ay, pata! Quién lo diría, la Selección Costarricense tuvo que sudar la gota gorda para ganarle a Nicaragua 4-1. El Nacional explotó cuando vio que las cosas se ponían feas, pero vaya que nos sacamos un susto tremendo. Algunos dicen que Nicaragua vino a regalar el partido, pero bueno, ahí está el resultado, ¿no?
Desde que sonó el silbato inicial, parecía que íbamos a comer palomitas, eh. Con ganas de demostrarle al mundo que podemos con cualquiera, Josimar Alcocer se mandó al frente buscando el golazo. El ambiente era pura fiesta, la afición vino con toda la actitud, gritando e hinchando como alma que lleva Dios, presionando sin parar. Se sentía que queríamos devorarnos el arco rival.
Pero, ¡ojo!, porque todo no fue color de rosa. Kendall Waston, con la energía desbordada, se comió la primera tarjeta amarilla del partido. Demasiada pasión, mae, a veces hay que controlar los humores. Ese incidente marcó el tono del juego: mucha intensidad, pero con poca cabeza a veces, ¿eh?
Un pariente que casi nos arruina la fiesta fue el penaltito anulado por VAR al minuto 9. Manfred Ugalde cayó en el área y el árbitro apuntó penal, pero revisando la tecnología vimos que estaba medio fuera de juego. ¡Qué bronca!, porque la tensión se cortaba con un cuchillo. El público se lo reclamó a gritos, y la presión aumentó considerablemente.
Por suerte, el alivio llegó rapidito a los 12 minutos. Joseph Mora lanzó un pase larguísimo, Ugalde peinó la bola y Alonso Martínez la bajó con poder para mandarla entera al fondo de la red. ¡Golazo!, ¡golazooo! El Nacional estalló en júbilo y parecía que el camino iba bien encaminado. Ahí sí, se sintió la vibra de la victoria.
Pero Nicaragua no se quedó cruzado de brazos. Con un contragolpe letal al minuto 23, lograron empatar el partido. Una distracción defensiva costosa nos dejó con la boca abierta. Bancy Hernández envió un centro venenoso y Junior Arteaga la picó por encima de Keylor Navas. ¡Silencio en el estadio!, un baldazo de agua fría que nos recordó que esto no está ganado todavía. Las dudas empezaron a rondar, ¿sería otro clásico papelón?
Como buen equipo grande, supimos reaccionar rápido. Apenas empezó la segunda mitad, la presión alta de Costa Rica obligó al portero nicaragüense a cometer un blooper monumental y regaló el 3-1. Miguel Rodríguez tuvo una noche para olvidar, y vaya si se le alargó. Poco a poco, la confianza regresó, pero el marcador aún no cerraba la historia. Fue un respiro, un golpe certero para recuperar la compostura.
Y entonces, ¡BAM! Francisco Calvo, con una chilena espectacular en el minuto 90+4, estampó el definitivo 4-1 en el marcador. ¡Un gol de otro planeta!, digno de los libros de historia. El portero nicaragüense salió mal, dejó la pelota muerta y Calvo, con la maestría que lo caracteriza, no perdonó. ¡Explosión de alegría total! El Nacional se convirtió en una olla a presión de emociones positivas. Con este triunfo, nos ubicamos en el segundo puesto del hexagonal final y mantenemos vivas nuestras aspiraciones mundialistas. ¿Será suficiente nuestro desempeño para clasificar al Mundial 2026, o nos espera una decepción similar a las anteriores?, diganme qué piensan ustedes.
Desde que sonó el silbato inicial, parecía que íbamos a comer palomitas, eh. Con ganas de demostrarle al mundo que podemos con cualquiera, Josimar Alcocer se mandó al frente buscando el golazo. El ambiente era pura fiesta, la afición vino con toda la actitud, gritando e hinchando como alma que lleva Dios, presionando sin parar. Se sentía que queríamos devorarnos el arco rival.
Pero, ¡ojo!, porque todo no fue color de rosa. Kendall Waston, con la energía desbordada, se comió la primera tarjeta amarilla del partido. Demasiada pasión, mae, a veces hay que controlar los humores. Ese incidente marcó el tono del juego: mucha intensidad, pero con poca cabeza a veces, ¿eh?
Un pariente que casi nos arruina la fiesta fue el penaltito anulado por VAR al minuto 9. Manfred Ugalde cayó en el área y el árbitro apuntó penal, pero revisando la tecnología vimos que estaba medio fuera de juego. ¡Qué bronca!, porque la tensión se cortaba con un cuchillo. El público se lo reclamó a gritos, y la presión aumentó considerablemente.
Por suerte, el alivio llegó rapidito a los 12 minutos. Joseph Mora lanzó un pase larguísimo, Ugalde peinó la bola y Alonso Martínez la bajó con poder para mandarla entera al fondo de la red. ¡Golazo!, ¡golazooo! El Nacional estalló en júbilo y parecía que el camino iba bien encaminado. Ahí sí, se sintió la vibra de la victoria.
Pero Nicaragua no se quedó cruzado de brazos. Con un contragolpe letal al minuto 23, lograron empatar el partido. Una distracción defensiva costosa nos dejó con la boca abierta. Bancy Hernández envió un centro venenoso y Junior Arteaga la picó por encima de Keylor Navas. ¡Silencio en el estadio!, un baldazo de agua fría que nos recordó que esto no está ganado todavía. Las dudas empezaron a rondar, ¿sería otro clásico papelón?
Como buen equipo grande, supimos reaccionar rápido. Apenas empezó la segunda mitad, la presión alta de Costa Rica obligó al portero nicaragüense a cometer un blooper monumental y regaló el 3-1. Miguel Rodríguez tuvo una noche para olvidar, y vaya si se le alargó. Poco a poco, la confianza regresó, pero el marcador aún no cerraba la historia. Fue un respiro, un golpe certero para recuperar la compostura.
Y entonces, ¡BAM! Francisco Calvo, con una chilena espectacular en el minuto 90+4, estampó el definitivo 4-1 en el marcador. ¡Un gol de otro planeta!, digno de los libros de historia. El portero nicaragüense salió mal, dejó la pelota muerta y Calvo, con la maestría que lo caracteriza, no perdonó. ¡Explosión de alegría total! El Nacional se convirtió en una olla a presión de emociones positivas. Con este triunfo, nos ubicamos en el segundo puesto del hexagonal final y mantenemos vivas nuestras aspiraciones mundialistas. ¿Será suficiente nuestro desempeño para clasificar al Mundial 2026, o nos espera una decepción similar a las anteriores?, diganme qué piensan ustedes.