Garabito de San Carlos amaneció con una noticia que dejó a todos boquiabiertos. Ángel Roberto Martínez Segura, un señor de 66 años, conocido en la zona como un tipo dedicado y siempre dispuesto a echar una mano, fue encontrado sin vida en su propio criadero de tilapias. ¡Qué harta, mándale!, así reaccionaron sus vecinos al enterarse de la triste novedad.
Martínez, según nos contó su hermana, Doña María Isabel, vivía solo desde hace tiempo. No tenía familia cercana, ni esposa, ni hijos, y dedicaba gran parte de su tiempo al cuidado del criadero, que era su fuente de ingresos y también una pasión. “Era un hombre sencillo, pero trabajador, siempre preocupado por hacer bien las cosas”, nos dijo doña María Isabel entre lágrimas, visiblemente afectada por la pérdida de su hermano. De acuerdo con ella, él usaba el criadero tanto para consumo familiar como para vender algunos kilos a vecinos y conocidos.
El macabro descubrimiento lo hizo un vecino que iba a cobrarle algunas lucas por unos trabajos de mantenimiento. Según relató, entró al terreno y se topó con el cuerpo flotando en la poza. Al principio pensó que quizás estaba jugando, pero al acercarse se percató de que era mucho peor. Inmediatamente alertó a las autoridades, quienes llegaron al lugar y confirmaron el fallecimiento. ¡Imagínate el susto que se llevó el pobre diablo!, comentaba otro vecino mientras observábamos la escena policial.
Cuando llegamos al sitio, ya estaban los forenses retirando el cuerpo. Se podía ver la tranquilidad relativa que imponían las fuerzas de seguridad. El olor a pescado fresco se mezclaba con un ambiente de tristeza palpable. Vecinos y curiosos se agolpaban tras las cintas amarillas, tratando de averiguar qué había pasado, aunque la información era escasa y confusa. “No me explico cómo pudo pasar esto… Era un hombre tan sano”, decía don Juan, un vecino de toda la vida.
Las autoridades del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) han iniciado una investigación para determinar las causas exactas de la muerte. No se descarta ninguna hipótesis, desde un posible infarto hasta algún acto ilícito. “Estamos trabajando en ello, recopilando evidencias y testimonios para esclarecer lo sucedido”, declaró un agente del OIJ, quien prefirió mantener el anonimato. Habrá que esperar los resultados de la autopsia para tener una imagen más clara de lo que realmente pasó. Por ahora, las especulaciones corren soltas y la comunidad está sumida en la incertidumbre.
Pero más allá de la investigación policial, la historia de Don Ángel resalta otras cosas. Resulta que además de su labor en el criadero, el señor Martínez era conocido en la comunidad por su compromiso social. Tenía un centro de rehabilitación para personas con problemas de adicción, el cual lamentablemente tuvo que cerrar debido a problemas burocráticos y falta de fondos. “Le exigieron unas cosas que no podía cumplir y se vio obligado a cerrarlo”, lamenta su hermana, destacando la dedicación de su hermano a ayudar a los demás. Un brete lo tuvo con el Ministerio de Salud, según nos platicó.
Don Ángel era, además, un ferviente creyente, apasionado lector de la Biblia y siempre dispuesto a compartir su fe con aquellos que lo necesitaban. Muchos recuerdan su voz resonando al citar versículos sagrados durante las misas dominicales. Era un hombre de principios, respetuoso y amable, que dejaba huella en cada persona que conocía. ¡Qué pérdida para la comunidad!, decían muchos mientras recordaban anécdotas y momentos compartidos con el hoy difunto.
Esta tragedia nos invita a reflexionar sobre la soledad y la importancia del compañerismo en nuestras comunidades. ¿Cómo podemos fortalecer los lazos sociales para evitar que situaciones como ésta ocurran? ¿Deberíamos reconsiderar las políticas públicas para apoyar iniciativas sociales como el centro de rehabilitación que dirigía Don Ángel? Compartan sus ideas y reflexiones en el foro – ¡díganos qué piensan!
Martínez, según nos contó su hermana, Doña María Isabel, vivía solo desde hace tiempo. No tenía familia cercana, ni esposa, ni hijos, y dedicaba gran parte de su tiempo al cuidado del criadero, que era su fuente de ingresos y también una pasión. “Era un hombre sencillo, pero trabajador, siempre preocupado por hacer bien las cosas”, nos dijo doña María Isabel entre lágrimas, visiblemente afectada por la pérdida de su hermano. De acuerdo con ella, él usaba el criadero tanto para consumo familiar como para vender algunos kilos a vecinos y conocidos.
El macabro descubrimiento lo hizo un vecino que iba a cobrarle algunas lucas por unos trabajos de mantenimiento. Según relató, entró al terreno y se topó con el cuerpo flotando en la poza. Al principio pensó que quizás estaba jugando, pero al acercarse se percató de que era mucho peor. Inmediatamente alertó a las autoridades, quienes llegaron al lugar y confirmaron el fallecimiento. ¡Imagínate el susto que se llevó el pobre diablo!, comentaba otro vecino mientras observábamos la escena policial.
Cuando llegamos al sitio, ya estaban los forenses retirando el cuerpo. Se podía ver la tranquilidad relativa que imponían las fuerzas de seguridad. El olor a pescado fresco se mezclaba con un ambiente de tristeza palpable. Vecinos y curiosos se agolpaban tras las cintas amarillas, tratando de averiguar qué había pasado, aunque la información era escasa y confusa. “No me explico cómo pudo pasar esto… Era un hombre tan sano”, decía don Juan, un vecino de toda la vida.
Las autoridades del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) han iniciado una investigación para determinar las causas exactas de la muerte. No se descarta ninguna hipótesis, desde un posible infarto hasta algún acto ilícito. “Estamos trabajando en ello, recopilando evidencias y testimonios para esclarecer lo sucedido”, declaró un agente del OIJ, quien prefirió mantener el anonimato. Habrá que esperar los resultados de la autopsia para tener una imagen más clara de lo que realmente pasó. Por ahora, las especulaciones corren soltas y la comunidad está sumida en la incertidumbre.
Pero más allá de la investigación policial, la historia de Don Ángel resalta otras cosas. Resulta que además de su labor en el criadero, el señor Martínez era conocido en la comunidad por su compromiso social. Tenía un centro de rehabilitación para personas con problemas de adicción, el cual lamentablemente tuvo que cerrar debido a problemas burocráticos y falta de fondos. “Le exigieron unas cosas que no podía cumplir y se vio obligado a cerrarlo”, lamenta su hermana, destacando la dedicación de su hermano a ayudar a los demás. Un brete lo tuvo con el Ministerio de Salud, según nos platicó.
Don Ángel era, además, un ferviente creyente, apasionado lector de la Biblia y siempre dispuesto a compartir su fe con aquellos que lo necesitaban. Muchos recuerdan su voz resonando al citar versículos sagrados durante las misas dominicales. Era un hombre de principios, respetuoso y amable, que dejaba huella en cada persona que conocía. ¡Qué pérdida para la comunidad!, decían muchos mientras recordaban anécdotas y momentos compartidos con el hoy difunto.
Esta tragedia nos invita a reflexionar sobre la soledad y la importancia del compañerismo en nuestras comunidades. ¿Cómo podemos fortalecer los lazos sociales para evitar que situaciones como ésta ocurran? ¿Deberíamos reconsiderar las políticas públicas para apoyar iniciativas sociales como el centro de rehabilitación que dirigía Don Ángel? Compartan sus ideas y reflexiones en el foro – ¡díganos qué piensan!
