¡Ay, Dios mío! Wall Street sigue haciendo de las suyas. Por tercera vez seguida, los mercados estadounidenses rompieron todos los récords, dejando a muchos haciéndose ilusiones de que eso significa que también nos va a ir bien acá en Costa Rica. Pero, eh... calmaíta. Aunque los números sean impresionantes –el Dow Jones subiendo un 0,34% a 47.706,37 puntos, el Nasdaq ganando un 0,80% a 23.827,49 puntos, y el S&P 500 avanzando un 0,23% a 6.890,88 puntos– hay que ponerle pausa y ver qué onda realmente.
Lo que movió este baile bursátil, aparentemente, es la confianza del mercado en los gigantes tecnológicos. Ya saben, esas empresas que tienen tanto capital que podrían comprarse tres países pequeños como el nuestro. Las acciones de Apple, Amazon, Google… esos colosos, siguen dando señales de que van viento en popa. Así que los inversionistas, agarraron la oportunidad y le metieron duro. ¿Pero qué tiene que ver esto con nosotros, que estamos tratando de llegar a fin de mes?
La verdad, poca cosa directamente. Nuestra economía es pequeña, diversificada y depende mucho del turismo, las exportaciones agrícolas y las remesas de afuera. Lo que pasa en Wall Street sí puede influir indirectamente, claro. Si la economía global se siente chiva, nuestros socios comerciales pueden estar más dispuestos a gastar, y eso nos beneficia. Pero si la cosa se pone fea allá, pues ahí sí podríamos sentirla en el bolsillo.
Mientras tanto, acá seguimos con nuestras propias batallas. El otro día salió la información de que una exdirectiva del Banco Nacional declaró 141 asuntos confidenciales. ¡Qué torta! Uno se queda pensando cómo pueden manejar información sensible así. Y luego tenemos la “ruta del arroz”, que prometían iba a bajar precios y al final resultó que subieron un 4,33% en 38 meses. ¡Mejor ni hablar!
Además, los industriales andan apretándole el turbo a la Aresep, pidiendo que revisen los gastos no esenciales del ICE. Dicen que hay mucho desperdicio y que quieren tarifas más bajas. Esa siempre es la jugada, ¿no creen? Quieren abaratar costos a costa de la calidad del servicio. Y ni hablar de la balanza comercial, que aunque mejoró en el tercer trimestre, todavía estamos lejos de tener la economía en el camino correcto. En resumen, brete a brete vamos.
Ahora, hablando de otra vara, en Estados Unidos también hay incertidumbre. Existe ese temor a que haya recesión, incluso con estos récords. El panorama geopolítico no ayuda tampoco, con conflictos por todos lados. Así que, aunque Wall Street esté festejando, el mundo entero anda un poquito tenso. Tenemos que recordar que la felicidad de un mercado bursátil no siempre se traduce en bienestar para todos.
Entonces, ¿qué podemos esperar? Pues que sigamos trabajando duro, apostando por el talento nacional y buscando alternativas para fortalecer nuestra economía. No depender solamente de lo que pase afuera. Porque, como dice el dicho, “No hay peor sordo que el que no quiere oír”. Hay que estar atentos a los cambios globales, pero sin perder de vista nuestra propia realidad. Mantener la calma y seguirle echándole ganas, diay. Eso es lo que toca.
En fin, viendo todo esto, me pregunto: ¿Realmente influyen los récords de Wall Street en la vida diaria de un tico promedio, o es solo humo para los que tienen plata invertida? ¿Deberíamos enfocarnos más en impulsar nuestro propio desarrollo económico y menos en copiar modelos extranjeros?
Lo que movió este baile bursátil, aparentemente, es la confianza del mercado en los gigantes tecnológicos. Ya saben, esas empresas que tienen tanto capital que podrían comprarse tres países pequeños como el nuestro. Las acciones de Apple, Amazon, Google… esos colosos, siguen dando señales de que van viento en popa. Así que los inversionistas, agarraron la oportunidad y le metieron duro. ¿Pero qué tiene que ver esto con nosotros, que estamos tratando de llegar a fin de mes?
La verdad, poca cosa directamente. Nuestra economía es pequeña, diversificada y depende mucho del turismo, las exportaciones agrícolas y las remesas de afuera. Lo que pasa en Wall Street sí puede influir indirectamente, claro. Si la economía global se siente chiva, nuestros socios comerciales pueden estar más dispuestos a gastar, y eso nos beneficia. Pero si la cosa se pone fea allá, pues ahí sí podríamos sentirla en el bolsillo.
Mientras tanto, acá seguimos con nuestras propias batallas. El otro día salió la información de que una exdirectiva del Banco Nacional declaró 141 asuntos confidenciales. ¡Qué torta! Uno se queda pensando cómo pueden manejar información sensible así. Y luego tenemos la “ruta del arroz”, que prometían iba a bajar precios y al final resultó que subieron un 4,33% en 38 meses. ¡Mejor ni hablar!
Además, los industriales andan apretándole el turbo a la Aresep, pidiendo que revisen los gastos no esenciales del ICE. Dicen que hay mucho desperdicio y que quieren tarifas más bajas. Esa siempre es la jugada, ¿no creen? Quieren abaratar costos a costa de la calidad del servicio. Y ni hablar de la balanza comercial, que aunque mejoró en el tercer trimestre, todavía estamos lejos de tener la economía en el camino correcto. En resumen, brete a brete vamos.
Ahora, hablando de otra vara, en Estados Unidos también hay incertidumbre. Existe ese temor a que haya recesión, incluso con estos récords. El panorama geopolítico no ayuda tampoco, con conflictos por todos lados. Así que, aunque Wall Street esté festejando, el mundo entero anda un poquito tenso. Tenemos que recordar que la felicidad de un mercado bursátil no siempre se traduce en bienestar para todos.
Entonces, ¿qué podemos esperar? Pues que sigamos trabajando duro, apostando por el talento nacional y buscando alternativas para fortalecer nuestra economía. No depender solamente de lo que pase afuera. Porque, como dice el dicho, “No hay peor sordo que el que no quiere oír”. Hay que estar atentos a los cambios globales, pero sin perder de vista nuestra propia realidad. Mantener la calma y seguirle echándole ganas, diay. Eso es lo que toca.
En fin, viendo todo esto, me pregunto: ¿Realmente influyen los récords de Wall Street en la vida diaria de un tico promedio, o es solo humo para los que tienen plata invertida? ¿Deberíamos enfocarnos más en impulsar nuestro propio desarrollo económico y menos en copiar modelos extranjeros?