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Antes de Marta

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ANÓNIMO
Relato previo:

http://forodecostarica.com/relatos-...-en-una-pareja-ero-tica-y-exhibicionista.html


Antes de Marta

Siempre lo sospeché y para cuando cumplí los 18 ya no tenía ninguna duda sobre la naturaleza de mis deseos, pero nunca tuve el valor para decírselo a ninguna de mis parejas. A Lilith tampoco se lo dije nunca, pero ella no sólo lo descifró todo en menos de tres semanas de salir juntos, sino que además parecía disfrutarlo tanto o más que yo, pero no quiero adelantarme. Prefiero contarles primero como me fui dando cuenta acerca de mis gustos según se fueron dando ciertas experiencias.

La primera de esas experiencias fue en mi adolescencia. Recuerdo mi adolescencia como un momento difícil de mi vida debido en gran parte al tiránico dominio que ejercía mi verga sobre mí. ¡Me despierto en la cama… templado! ¡Mujer tratando de salir del bus me raya la espalda con los pezones al pasar… templado! ¡Llego al dentista y en la sala de espera ojeo una revista desde la cual una mujer con tremendo escote anuncia no sé qué… templado! ¡Baile en el cole en donde la wila se arrimó mucho bailando pegado… templado! Durante esos primeros años del despertar sexual diría con facilidad que pasé el 80 por ciento del tiempo dedicado a aprender a controlar a mi verga rebelde. Un trabajo de tiempo completo, divertido, pero agotador. Me imagino que el resto de mis compas estaban en lo mismo. Todos esos estímulos descarrilaban a mis hormonas con facilidad y por si eso no fuera suficiente también estaba Carla.

Carla era esa wila. Estoy seguro de que ustedes saben de que wila hablo. La wila que es la ricura del barrio. Y aunque había otras bonitas ninguna como ella. Además de ser la más bella fue también la primera entre las niñas del barrio en alcanzar la pubertad lo que la hace verse como una mujer cuando todas las demás todavía lucen como niñas. Su cuerpazo es producto no sólo de buenos genes, sino también de las clases de danza a las que asiste desde niña. Para nosotros si no eras Carla, eras invisible. Cuando digo “nosotros” me refiero a los 7 maes que vivimos en 2 cuadras en barrio Que-les-Importa. Unos somos más compinches y otros menos, pero todos somos amigos. Hay en el grupo un grado de complicidad que sólo se da en la adolescencia. En ese entonces ella tenía 16 años y nosotros entre los 13 y los 17.

Esa complicidad entre nosotros a veces se manifestaba de formas inesperadas como cuando casi sin darnos cuenta desarrollamos un sistema de alertas por mensaje de texto que surge como por arte de magia alimentado por nuestra lujuria. Uno de nosotros textea “Vestido blanco, tanga, abas” y de inmediato seis mentes adolecentes recuerdan “El vestido blanco” ese que es al cuerpo y que, aunque no es transparente dejaba ver al menos la forma de la ropa interior y así es como nos damos cuenta que Carlita está en el abastecedor de la esquina con una tanga debajo de ese vestido. A través del ojo de nuestra imaginación podemos verla con claridad, podemos ver esas piernas largas y fuertes y esa cintura pequeña. Algunos de nosotros incluso la imaginamos agachándose al tratar de alcanzar algún artículo en el abas exponiendo así sus nalgas de mármol y de paso el color de la tanga lo que nos llevaba a imaginar también las mieles de la entrada que esa tanga cubría. Carla sin saberlo o quererlo le sirve de inspiración al pequeño tirano que llevábamos entre las piernas. Como si el pinche templón necesitara de inspiración extra. “Corsé negro, jeans”,” mini de mezclilla, tacones”, etc. Textos como estos no sólo me provocaban insomnio, si no que amenazaban con dejarme la muñeca izquierda más musculosa que la derecha. Si se recogiera en un sólo lugar toda la leche expulsada, de nuestras vergas juveniles, en honor a Carla, San José sería arrasado por un Tsunami pegajoso como si Godzilla hubiera estornudado en el centro de chepe. El sueño de todos mis amigos es que Carla sea su novia, sin embargo, no es el mío y no por falta de confianza o por arrogancia, sino que Carla es mi prima.

Mi tía Caro, la pudiente como le decíamos en la familia, trae ropa para vender del exterior. Muy inteligentemente tía Caro acondicionó su casa para almacenar las cosas compradas y para que las potenciales compradoras se puedan medir la ropa ahí. De niño había jugado mucho en esa casa. Una casa de dos pisos. En el primero estaba el cuarto de mis tíos, un baño completo y la sala de estar. El segundo piso no es un sótano, pero lo parece porque la construcción se hizo en un terreno en declive, así que uno entra directo al segundo piso que es el que está a nivel de la calle. En el piso de abajo estaba el cuarto de mi primo Alonso y el espacio que en ese momento sirve para almacenamiento y probador de la ropa que se vende. Espacio al que le llamábamos la bodega.

Como el 95 por ciento de la ropa que mi tía traía era de mujer todas se cambiaban ahí mismo. Dato curioso: mi tía siempre había querido tener un armario de esos grandes como los que se ven en las películas. Lo que los gringos llaman un “walk in closet” o sea un armario que es casi un cuarto en sí mismo y en el que se puede entrar. Mi tío finalmente se lo hizo cuando se pasaron a esa casa. Aprovecharon un corredor bastante ancho y amplio que comunicaba la bodega y el cuarto de mi primo y construyeron puertas de madera en los dos extremos, de esas que tienen rejillas como las que se ven en las puertas de los bares de las películas del Oeste Americano. En ese enorme closet estuve muchas veces escondido cuando jugaba de niño con mis primos.

Mi tía aprovechando que se avecinaba Navidad volvió a traer ropa y en una tarde de mediados de noviembre mi madre y yo nos encontramos camino a su casa, pues mi tía nos invitó a tomar café y mi mamá quería aprovechar para comprarse ropa nueva y ver si había algo para mí. Mi tía, como casi siempre, sólo trajo ropa de mujer, así que mientras mi mamá hablaba con ella y veía la ropa nueva yo me fui a ver la televisión al cuarto de mi primo. Estuvieron un rato en la bodega y luego subieron a tomar café. Yo podía escucharlas hablar y contarse los últimos vinazos. Ya no me acuerdo que película veía cuando escuché a Carlita saludar a mi madre y a mi tía. Como a los 5 minutos volví a oír sus voces:

- Si mi chiquita vaya a verla. Toda la ropa es nueva y si hay algo que le guste y le quede nada más la pone aparte y después nos arreglamos - le dijo mi tía a Carla.

Desde luego me levanté de la cama para ir a ver a Carlita y al ponerme de pie quedé mirando directamente a la puerta del closet. Mi corazón dio un vuelco al recordar que al final había otra puerta igual que conectaba con la bodega y que se podía ver a través de las rejillas.

Estaría tentando a describir a Carla diciendo que Carlita tenía un cuerpo de escultura romana, si no fuera porque estaría mintiendo ya que nunca he visto una escultura romana con tetas como las de Carlita. No sólo eran grandes, sino que más importante que eso, eran firmes o al menos eso era lo que imaginábamos a causa de sus escotes. Visualicen un par de tetas naturales tan fantástico que la mayoría de la gente que las ve piensa que son falsas. Todos nosotros podíamos sentir a nuestras hormonas tomar el control cuando Carla estaba cerca.

Y era esta Carla la que ahora descendía por las escaleras de la casa de mi tía para probarse ropa. En un segundo le bajé el volumen a la tele y entre en el closet. Pasé el seguro que mi tía había puesto por dentro para que nadie pudiera entrar y robarle nada y moví las rejillas un poco hacía arriba hasta donde pudiera asegurarme de poder ver sin dar mucha oportunidad de ser observado. ¿Mencioné que esta puta casa tiene dos escaleras? Una lleva de la sala de estar a la bodega la otra del cuarto de mis tíos al de mi primo. Obviamente ambas escaleras tienen puertas, pero ambas están en el piso de arriba.

Carla recorre la bodega lentamente y pasa los dedos de una mano por encima de la ropa que cuelga en los ganchos. Lo hace para poder separar un poco la ropa y poder verla mejor. Cada vez que encuentra algo que le gusta lo pone en una silla cercana. Cada vez que saca algo y va a la silla a dejarlo me pregunto si por fin va a empezar a probársela y siento como mi verga palpita con anticipación. Los latidos de mi corazón hacen eco en mis oídos. Los oigo como si hubieran enganchado una máquina de cardiogramas a un amplificador de sonido. Por un momento juraría que hasta Carla puede oírlos. Como si fuera poco también tengo que estar atento a los ruidos de arriba por si acaso mi tía y madre decidieran bajar del lado del cuarto de mi primo. No quiero ni pensar en lo que puede suceder si me agarran con mi palpitante verga en la mano mientras le doy rienda suelta a mis tendencias voyeristas nada menos que con su sobrinita adorada.

Carla ha visto toda la ropa en detalle y ya no hay más viajes a la silla. Se lo que viene y tengo seca la garganta y en este momento no hay nada en el mundo capaz de hacerme despegar la vista de ella. A la mierda las escaleras, mi tía y mi mamá. No dejaría de verla, aunque toda la puta familia descendiera por la escalera.

Carla está en frente de la silla y de espaldas a mi sube una de sus manos hacía arriba y hacia atrás como si fuera a tocar su nunca, pero en lugar de eso una vez que su mano pasa su cuello la lleva hacia abajo hasta que su codo toca su pelo por encima de la oreja y ella logra alcanzar el zipper de su vestido. Un momento después el vestido cae al suelo. Por un segundo me olvido de respirar. A partir de este momento recordaré esta experiencia como una película muda, sin sonido. Al caer el vestido no sólo me olvidó de poner atención de lo que sucede a mi alrededor, sino que no hubiera podido escuchar nada más tal era la fuerza con la que mi corazón retumbaba en mis oídos. Carla está ahí prácticamente desnuda. Lleva ropa interior negra que desde esa perspectiva son sólo dos hilos de tela negros en la geografía de su piel bronceada. El primero, el del sujetador cruza a través de esa espalda de músculos definidos producto de tantas clases de danza. El segundo la cruza en la parte alta de sus nalgas desapareciendo y resurgiendo de entre ellas. En ese momento puedo sentir las venas de mi verga queriendo explotar. Muevo la mano arrollada alrededor desde la base hasta la cabeza como en cámara lenta y puedo sentir en detalle el agudo placer que me provoca. Sé que cualquier movimiento más rápido me hará llegar inevitablemente al orgasmo y quiero extender el placer lo máximo que pueda o mejor dicho quiero sincronizarlo al espectáculo visual que mi prima me ofrece sin saberlo. Sería una pena regarme antes de tiempo. Sería como si al ver la película que has estado esperando todas las vacaciones la banda sonara estuviera a destiempo y terminara media hora antes. Carla se prueba un vestido tras otro. Se prueba uno y camina ya vestida hacia un espejo a la izquierda fuera de mi campo de visión. Al regresar vuelve a colocarse frente a la silla se quita la ropa y vuelve a vestirse tal y como lo hizo antes y así hasta llegar al quinto y último vestido para ese momento ya me he resignado a que sólo voy a verla desde este ángulo. No me quejo la vista es espectacular.

El último vestido es uno de esos vestidos hechos para quedar ajustados al cuerpo. De hecho, es tan ajustado que me hace pensar en látex. Justo antes de probárselo Carla se lleva las manos por detrás de la espalda y desabrocha su sujetador acto seguido se inclina hacia adelante mientras se lleva las manos a los hilos de la tanga y la baja rápidamente. Mi acelerado corazón da un brinco y hace lo que pensé imposible, acelera aún más. No pareciera haber una razón real pues en realidad no es que esté viendo mucho más de su piel de lo que ya veía, pero ni mi corazón ni verga están para razonar. Todo lo que saben es que Carla está ahí dándome la espalda completamente desnuda.

De un momento a otro Carla aun enfrente de la silla se vuele hacia el espejo y mira su reflejo de lejos y yo me quedo paralizado. Se vuelve para verse algo en una de sus nalgas y queda de frente a mí. Puedo ver su cuerpo bronceado en todo su esplendor. Puedo ver esas tetas que siempre imaginé, pero que nada que hubiera imaginado antes se compara con esas tetas que ahora veo. Son grandes y sin embargo no lo suficiente para que la gravedad las afecte. Se sostienen perfectas ante mis ojos. Sus pezones son del tamaño de monedas de 500 y su color rosa original también se ha visto afectado por el sol. Es entonces cuando me doy cuenta que Carla no tiene marcas de vestido de baño en ninguna parte. Leyeron bien, Carla se broncea desnuda. Luego tendría la suerte de descubrir en donde, pero esa es otra historia. El centro de los pezones de Carla no son sólo un botón pequeño son más una punta de borrador y justo en este momento Carla parece tener frío. Ahora mi mano se mueve frenética sobre mi verga. Mi mirada continua camino abajo con avidez hasta llegar a su sexo. Si Carla fuera un bosque diría que esa zona de su cuerpo había sido talada y en medio de la deforestación se podía ver con facilidad a un par de labios pequeños y perfectamente simétricos. Dos segundos después el producto de mi placer sale disparado y apenas me da tiempo de poner la mano frente a mi verga para evitar desastres en el closet de mi tía. Carla se pone el vestido sin ropa interior. Se vuelve a ver en el espejo, se lo quita y se vuelve a vestir con la ropa que traía. Al poner el primer pie en la escalera vuelve a ver hacía atrás y su mirada recorre toda la bodega para detenerse por un segundo en la puerta del closet y por una fracción de ese segundo podría jurar que Carla ha movido los labios de forma casi imperceptible en algo muy parecido a una… sonrisa. Sería posible que ella sup…
 
El relato es de TicoNYC. Somos compas y me lo había pasado hace unos días porque el no tenía mucho chance y se me olvido, sorry.
 
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