Diay, maes, cuando uno pensaba que la vara política estaba medio dormida esperando a que arrancara la campaña de verdad, sale Álvaro Ramos y le mete un frenazo de mano a todo el tema de los tratados de libre comercio (TLC). El candidato de Liberación Nacional se mandó con una promesa que tiene a medio mundo hablando: hasta que no se arregle el despiche del sector agropecuario, aquí no se firma un tratado más. Es más, tiró la frase del día diciendo que, en su gobierno, el agro va a tener “alfombra roja”. Una declaración de intenciones en toda regla, que busca conectar con un sector que, para nadie es un secreto, se siente más abandonado que perro en iglesia.
La movida de Ramos no es casualidad. El mae sabe que hay un sentimiento generalizado de que, mientras nos abríamos al mundo, dejamos al productor nacional comiendo mocos. La queja es que los gobiernos de los últimos años han estado más preocupados por quedar bien afuera que por ver cómo la estaba pulseando el agricultor en Zarcero o el ganadero en Guanacaste. Ramos básicamente está diciendo: “Ok, ya basta. Primero ordenemos la casa”. Y para ser justos, tiene un punto. Habla de la importancia de la seguridad alimentaria, una vara que con las broncas geopolíticas actuales y los aranceles de Trump, suena cada vez menos a discurso y más a necesidad urgente. El agro no es solo un negocio, es un tejido social que sostiene a un montón de comunidades.
Para reforzar su argumento, sacó a colación el ejemplo de México, que en 2007 casi se queda sin maíz por depender de las importaciones gringas. ¡Qué torta esa! Y es que como él mismo dijo: “con la comida no se juega”. Si algo hemos aprendido es que depender de otros para el almuerzo puede salir carísimo. El mundo está cambiando, las alianzas se mueven y la idea de que siempre vamos a poder comprar lo que sea, cuando sea, ya no es tan segura. Proteger la producción local deja de ser una idea romántica y se convierte en una estrategia de supervivencia. La idea es no jalarse una torta parecida y terminar importando el gallo pinto porque aquí ya nadie siembra arroz y frijoles.
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Justo mientras Ramos propone pisar el freno, el gobierno actual está con el acelerador a fondo para meternos en el Tratado Transpacífico (el famoso TPP). O sea, estamos hablando de un mercado de más de 500 millones de personas. La ironía es casi poética. Por un lado, una propuesta de cerrar filas y fortalecer lo nuestro; por otro, la oportunidad (o el riesgo, según a quién le pregunte) de entrarle a las grandes ligas del comercio mundial. Es el dilema clásico de Costa Rica: ¿seguimos siendo la finca abierta al mundo o empezamos a ponerle portones para proteger lo de adentro?
Al final, todo este chunche nos deja con una pregunta que va más allá de si uno es verdiblanco, rojiamarillo o de ningún color. La propuesta de Ramos suena bien para el productor que la está viendo fea, pero, ¿qué significa para el consumidor y para el resto de la economía que vive de la exportación? Pausar los TLC podría ser un respiro para el agro, pero también podría dejarnos fuera de mercados clave. Diay, la pregunta del millón es... ¿qué hacemos, maes? ¿Nos la jugamos a lo tico, protegiendo el arroz y los frijoles de la casa, aunque eso signifique cerrarnos un poco? ¿O le entramos con todo al mercado global, con el riesgo de que un día de estos nos dejen sin el gallo pinto? Los leo.
La movida de Ramos no es casualidad. El mae sabe que hay un sentimiento generalizado de que, mientras nos abríamos al mundo, dejamos al productor nacional comiendo mocos. La queja es que los gobiernos de los últimos años han estado más preocupados por quedar bien afuera que por ver cómo la estaba pulseando el agricultor en Zarcero o el ganadero en Guanacaste. Ramos básicamente está diciendo: “Ok, ya basta. Primero ordenemos la casa”. Y para ser justos, tiene un punto. Habla de la importancia de la seguridad alimentaria, una vara que con las broncas geopolíticas actuales y los aranceles de Trump, suena cada vez menos a discurso y más a necesidad urgente. El agro no es solo un negocio, es un tejido social que sostiene a un montón de comunidades.
Para reforzar su argumento, sacó a colación el ejemplo de México, que en 2007 casi se queda sin maíz por depender de las importaciones gringas. ¡Qué torta esa! Y es que como él mismo dijo: “con la comida no se juega”. Si algo hemos aprendido es que depender de otros para el almuerzo puede salir carísimo. El mundo está cambiando, las alianzas se mueven y la idea de que siempre vamos a poder comprar lo que sea, cuando sea, ya no es tan segura. Proteger la producción local deja de ser una idea romántica y se convierte en una estrategia de supervivencia. La idea es no jalarse una torta parecida y terminar importando el gallo pinto porque aquí ya nadie siembra arroz y frijoles.
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Justo mientras Ramos propone pisar el freno, el gobierno actual está con el acelerador a fondo para meternos en el Tratado Transpacífico (el famoso TPP). O sea, estamos hablando de un mercado de más de 500 millones de personas. La ironía es casi poética. Por un lado, una propuesta de cerrar filas y fortalecer lo nuestro; por otro, la oportunidad (o el riesgo, según a quién le pregunte) de entrarle a las grandes ligas del comercio mundial. Es el dilema clásico de Costa Rica: ¿seguimos siendo la finca abierta al mundo o empezamos a ponerle portones para proteger lo de adentro?
Al final, todo este chunche nos deja con una pregunta que va más allá de si uno es verdiblanco, rojiamarillo o de ningún color. La propuesta de Ramos suena bien para el productor que la está viendo fea, pero, ¿qué significa para el consumidor y para el resto de la economía que vive de la exportación? Pausar los TLC podría ser un respiro para el agro, pero también podría dejarnos fuera de mercados clave. Diay, la pregunta del millón es... ¿qué hacemos, maes? ¿Nos la jugamos a lo tico, protegiendo el arroz y los frijoles de la casa, aunque eso signifique cerrarnos un poco? ¿O le entramos con todo al mercado global, con el riesgo de que un día de estos nos dejen sin el gallo pinto? Los leo.