¡Ay, Dios mío! La cosa está que quema aquí en la Asamblea Legislativa. Resulta que los arroceros, esos que nos dan el arrozito diario, decidieron hacerle una visita a los diputados este martes, pero no precisamente para tomar café. Vinieron con un almuerzo, sí, un almuerzo simbólico, porque parece que la producción de arroz está más allá de magrita. Una verdadera pena, porque el arroz es vida, ¿quién de nosotros no se ha comido un buen casado con arroz?
La idea era sencilla: mostrarle a los legisladores cómo les está afectando la situación, con campos abandonados y cosechas mermadas. Dicen que llevaban porciones pequeñitas de arroz, como para decir 'mire usté, así estamos, raspando fondo'. Querían dialogar, explicarle la crisis que están viviendo, pero bueno, como dicen por ahí, “cuando quieren, madruga”. Y los diputados oficialistas, al parecer, no querían mucho ese día.
Imagínense la escena: los arroceros esperando pacientemente, con sus almuerzos, mientras los diputados se paseaban por los pasillos como si nada estuviera pasando. Ni una mirada, ni un saludo, ni una disculpa. Nada. ¡Qué despache! Parece que estaban más preocupados por revisar sus celulares o charlar con otros colegas que por escuchar a los hombres y mujeres que ponen arroz en nuestros platos. De verdad, me da qué pensar cómo algunos pueden estar tan desconectados de la realidad.
Pero la historia no termina ahí, mi clave. Porque los diputados de la oposición, esos sí que le pusieron corazón al asunto. No se quedaron cruzados de brazos viendo cómo los oficialistas hacían caso omiso a los arroceros. Entonces, recogieron los almuerzos, se acercaron a los productores, les dieron las gracias y hasta compartieron un pedacito de arroz con ellos. Un gesto sencillo, pero que valió más que mil promesas vacías.
En juego está un proyecto de ley importantísimo, que busca crear un fondo para apoyar a los productores. La cosa es que anda atascado con más de setenta mociones presentadas por el oficialismo y el PUSC, dificultando que se apruebe. Este proyecto propone sacar unos clavos por tonelada de arroz, tanto importado como producido acá, para darle una mano a los agricultores. Un brete poder avanzar con esto, y ahora con el final de las sesiones ordinarias, pinta feo.
La jefa de fracción oficialista, Pilar Cisneros Gallo, defendió la postura de su bancada diciendo que ya han explicado su posición, y que no van a permitir que los consumidores paguen más caro por el arroz. Sugirió incluso cerrar Conarroz, argumentando que no ha cumplido su función y que hay fondos disponibles para ayudar a los arroceros. Pero, dígame usted, ¿cerrar una institución es realmente la solución? Me parece que están buscando excusas para evadir la responsabilidad. Esa plata podría usarse para apoyar directamente a los productores, mejorar la infraestructura y fomentar la investigación agrícola, ¡qué carga!
Ahora bien, analicemos la magnitud del problema. Entre 2022 y 2025, la producción de arroz ha caído un 60%. ¡Sesenta por ciento! Eso es catastrófico para la economía rural y para la seguridad alimentaria del país. Si seguimos por este camino, pronto tendremos que importar casi todo el arroz que consumimos, lo cual significará precios más altos y menor calidad para todos los costarricenses. Además, afecta directamente a miles de familias campesinas que dependen de la producción de arroz para subsistir. ¡Qué torta!
Con todo este panorama, me pregunto: ¿Cómo podemos, como sociedad, asegurarnos de que los políticos escuchen las voces de quienes producen nuestro alimento básico? ¿Es posible encontrar un punto medio que beneficie tanto a los consumidores como a los productores, garantizando un futuro sostenible para la agricultura nacional? Compartan sus ideas y opiniones en el foro; ¡quiero saber qué piensa la gente!
La idea era sencilla: mostrarle a los legisladores cómo les está afectando la situación, con campos abandonados y cosechas mermadas. Dicen que llevaban porciones pequeñitas de arroz, como para decir 'mire usté, así estamos, raspando fondo'. Querían dialogar, explicarle la crisis que están viviendo, pero bueno, como dicen por ahí, “cuando quieren, madruga”. Y los diputados oficialistas, al parecer, no querían mucho ese día.
Imagínense la escena: los arroceros esperando pacientemente, con sus almuerzos, mientras los diputados se paseaban por los pasillos como si nada estuviera pasando. Ni una mirada, ni un saludo, ni una disculpa. Nada. ¡Qué despache! Parece que estaban más preocupados por revisar sus celulares o charlar con otros colegas que por escuchar a los hombres y mujeres que ponen arroz en nuestros platos. De verdad, me da qué pensar cómo algunos pueden estar tan desconectados de la realidad.
Pero la historia no termina ahí, mi clave. Porque los diputados de la oposición, esos sí que le pusieron corazón al asunto. No se quedaron cruzados de brazos viendo cómo los oficialistas hacían caso omiso a los arroceros. Entonces, recogieron los almuerzos, se acercaron a los productores, les dieron las gracias y hasta compartieron un pedacito de arroz con ellos. Un gesto sencillo, pero que valió más que mil promesas vacías.
En juego está un proyecto de ley importantísimo, que busca crear un fondo para apoyar a los productores. La cosa es que anda atascado con más de setenta mociones presentadas por el oficialismo y el PUSC, dificultando que se apruebe. Este proyecto propone sacar unos clavos por tonelada de arroz, tanto importado como producido acá, para darle una mano a los agricultores. Un brete poder avanzar con esto, y ahora con el final de las sesiones ordinarias, pinta feo.
La jefa de fracción oficialista, Pilar Cisneros Gallo, defendió la postura de su bancada diciendo que ya han explicado su posición, y que no van a permitir que los consumidores paguen más caro por el arroz. Sugirió incluso cerrar Conarroz, argumentando que no ha cumplido su función y que hay fondos disponibles para ayudar a los arroceros. Pero, dígame usted, ¿cerrar una institución es realmente la solución? Me parece que están buscando excusas para evadir la responsabilidad. Esa plata podría usarse para apoyar directamente a los productores, mejorar la infraestructura y fomentar la investigación agrícola, ¡qué carga!
Ahora bien, analicemos la magnitud del problema. Entre 2022 y 2025, la producción de arroz ha caído un 60%. ¡Sesenta por ciento! Eso es catastrófico para la economía rural y para la seguridad alimentaria del país. Si seguimos por este camino, pronto tendremos que importar casi todo el arroz que consumimos, lo cual significará precios más altos y menor calidad para todos los costarricenses. Además, afecta directamente a miles de familias campesinas que dependen de la producción de arroz para subsistir. ¡Qué torta!
Con todo este panorama, me pregunto: ¿Cómo podemos, como sociedad, asegurarnos de que los políticos escuchen las voces de quienes producen nuestro alimento básico? ¿Es posible encontrar un punto medio que beneficie tanto a los consumidores como a los productores, garantizando un futuro sostenible para la agricultura nacional? Compartan sus ideas y opiniones en el foro; ¡quiero saber qué piensa la gente!