¡Aguántense!, porque esto llegó raspao. Resulta que la Alianza Evangélica, después de echarles unas cuantas cositas al oído al Presidente Chaves, anda buscando maneras de apretar las clavijas al tema del aborto terapéutico. Dicen que él se comprometió a hacerle unos cambios antes del 15 de octubre... ¡Un chingadang! Y es que entre la política, la religión y los derechos de las mujeres, siempre sale un brete, ¿verdad?
Según cuentan, la Federación Alianza Evangélica Costarricense (FAEC), con don Ronald Vargas liderando el asunto, está celebrando porque creen que ahora el acceso a ese procedimiento va a ser más restringido. Lo ven como una victoria, un paso hacia adelante en la “defensa de la vida”. Uno se queda pensando, ¿qué tan fácil es para una mujer tomar una decisión así?
Ahora bien, la Casa Presidencial todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre el tema, así que esto sigue siendo pan comido para especular. Pero, bueno, ya saben cómo es Chaves, siempre ha dicho que su gobierno es “provida”. De hecho, ha amenazado con pelear contra cualquier intento de liberalizar el aborto hasta el último segundo de su administración. ¡Eso sí que es carácter!
Pero ojo, porque no todo el mundo lo ve así. Las feministas, como Larissa Arroyo, están sacando humo por los poros. Argumentan que la norma técnica actual ya no es suficiente para garantizar la salud y los derechos de las mujeres embarazadas. Según datos que manejan, entre 2019 y 2024, hubo alrededor de 20 solicitudes de aborto terapéutico, y diez de ellas fueron rechazadas. ¡Una cifra alarmante!
Arroyo explica que, considerando la población de Costa Rica, esos números son ridículos. Dice que el aborto es un derecho fundamental, y que no se trata de obligar a nadie a interrumpir un embarazo, sino de darle la opción de decidir. Y añade, con toda razón, que el tema es mucho más complejo que una simple cuestión médica; es un problema de acceso y justicia social.
Otro punto clave que resalta Marilyn Batista, escritora y defensora de la igualdad, es que el debate sobre el aborto en Costa Rica suele estar dominado por dogmas religiosos. Ella cree que mientras se hable desde la fe, es casi imposible avanzar hacia una política pública que proteja la salud de las mujeres. También señala que hay poca información disponible sobre el derecho al aborto impune, lo que dificulta aún más el proceso.
La normativa actual solo permite el aborto cuando la vida o la salud de la madre corren peligro directo, y requiere la evaluación de un comité de tres médicos. Pero, ¿qué pasa con las mujeres que sufren problemas de salud mental graves, o con aquellas que han sido víctimas de violación o incesto? En algunos casos, estas mujeres se ven obligadas a mantener embarazos inviables o traumáticos. ¡Eso sí que duele, pura verdad!
En fin, parece que el tema del aborto terapéutico seguirá dando de qué hablar por un buen rato. Entre la presión de grupos conservadores, las demandas de organizaciones feministas y las declaraciones polémicas del Presidente, la cosa está que arde. Con todo esto, me pregunto: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para proteger la vida de las mujeres y respetar sus derechos fundamentales? ¿Creemos que el Estado debe intervenir en decisiones tan personales y complejas, o deberíamos confiar en la autonomía de cada individuo?
Según cuentan, la Federación Alianza Evangélica Costarricense (FAEC), con don Ronald Vargas liderando el asunto, está celebrando porque creen que ahora el acceso a ese procedimiento va a ser más restringido. Lo ven como una victoria, un paso hacia adelante en la “defensa de la vida”. Uno se queda pensando, ¿qué tan fácil es para una mujer tomar una decisión así?
Ahora bien, la Casa Presidencial todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre el tema, así que esto sigue siendo pan comido para especular. Pero, bueno, ya saben cómo es Chaves, siempre ha dicho que su gobierno es “provida”. De hecho, ha amenazado con pelear contra cualquier intento de liberalizar el aborto hasta el último segundo de su administración. ¡Eso sí que es carácter!
Pero ojo, porque no todo el mundo lo ve así. Las feministas, como Larissa Arroyo, están sacando humo por los poros. Argumentan que la norma técnica actual ya no es suficiente para garantizar la salud y los derechos de las mujeres embarazadas. Según datos que manejan, entre 2019 y 2024, hubo alrededor de 20 solicitudes de aborto terapéutico, y diez de ellas fueron rechazadas. ¡Una cifra alarmante!
Arroyo explica que, considerando la población de Costa Rica, esos números son ridículos. Dice que el aborto es un derecho fundamental, y que no se trata de obligar a nadie a interrumpir un embarazo, sino de darle la opción de decidir. Y añade, con toda razón, que el tema es mucho más complejo que una simple cuestión médica; es un problema de acceso y justicia social.
Otro punto clave que resalta Marilyn Batista, escritora y defensora de la igualdad, es que el debate sobre el aborto en Costa Rica suele estar dominado por dogmas religiosos. Ella cree que mientras se hable desde la fe, es casi imposible avanzar hacia una política pública que proteja la salud de las mujeres. También señala que hay poca información disponible sobre el derecho al aborto impune, lo que dificulta aún más el proceso.
La normativa actual solo permite el aborto cuando la vida o la salud de la madre corren peligro directo, y requiere la evaluación de un comité de tres médicos. Pero, ¿qué pasa con las mujeres que sufren problemas de salud mental graves, o con aquellas que han sido víctimas de violación o incesto? En algunos casos, estas mujeres se ven obligadas a mantener embarazos inviables o traumáticos. ¡Eso sí que duele, pura verdad!
En fin, parece que el tema del aborto terapéutico seguirá dando de qué hablar por un buen rato. Entre la presión de grupos conservadores, las demandas de organizaciones feministas y las declaraciones polémicas del Presidente, la cosa está que arde. Con todo esto, me pregunto: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para proteger la vida de las mujeres y respetar sus derechos fundamentales? ¿Creemos que el Estado debe intervenir en decisiones tan personales y complejas, o deberíamos confiar en la autonomía de cada individuo?
