¡Ay, Dios mío! Se armó un maje con la desaparición de Leandro... Después de siete días buscando sin parar, la Cruz Roja tuvo que suspender la búsqueda del pequeñito. Imagínate el zafarracho que se montaron entre Goicoechea y el Pacífico, y al final, nada. Qué sal!
Como muchos saben, Leandro, un nene de apenas cinco años, se cayó a una alcantarilla mientras regresaba de la guardería en Purral de Goicoechea. Un aguacero tremendo, de esos que te dejan empapao hasta los huesos, fue testigo de este terrible accidente. Desde entonces, un equipo impresionante de 190 voluntarios de la Cruz Roja se lanzaron al brete, rastrillando cada rincón, cada caño, hasta el río Tárcoles, allá lejanitas. Fue una movilización a todo dar, máxime considerando que la gente se prendió mucho y quería ayudar.
Ricardo Arias, el vocero de la Cruz Roja, nos explicó que revisaron hasta dónde pudieron. Buscaron en la zona del incidente y luego siguieron el curso del agua, recorriendo kilómetros y kilómetros. Recorrieron alcantarillas, ríos… una verdadera pesadilla para los equipos de rescate. Pero díganle a quién, cuando llegas a un punto donde ya sabes que no hay nada más por buscar, tienes que aceptar la realidad, por dura que sea. No se puede seguir jalándose una torta esperando un milagro que quizás nunca llega.
Seis días enteros buscando a Leandro, un tiempo que pareció eterno para sus padres y toda la comunidad. La esperanza, poco a poco, se iba esfumando con cada hora que pasaba. La familia, obviamente destrozada, recibió la noticia con el corazón roto. Imaginen el dolor, la incertidumbre, la angustia... La Cruz Roja reiteró su apoyo incondicional a la familia Mangas, ofreciéndole todo el respaldo psicológico y emocional que necesiten en estos momentos tan difíciles. Que se recuperen pronto, porque esto es un golpe durísimo.
“Comunicamos esta decisión a la familia del menor”, dijo Arias, “reiterándoles nuestro respeto, solidaridad y cercanía en este difícil proceso”. Suena lindo decirlo, pero qué consuelo da eso a unos papás que perdieron a su hijo. Da gusto que la Cruz Roja se preocupe por estas cosas, aunque al final, la tristeza no se va con promesas ni con palabras bonitas. Este caso demuestra cómo la naturaleza a veces te da cachetazos sin previo aviso.
Muchos vecinos se preguntaban si la alcantarilla estaba debidamente señalizada, si había protocolos adecuados para prevenir accidentes como este. La verdad, es que esta tragedia abre un debate importante sobre la seguridad vial en nuestras comunidades, especialmente en zonas vulnerables como Purral. ¿Será posible mejorar la infraestructura, aumentar la vigilancia, implementar medidas preventivas que eviten que tragedias similares se repitan? Es urgente revisar todo, desde la planificación urbana hasta la educación vial básica.
También salió a relucir la importancia de conocer nuestros ríos y quebradas, porque a veces uno piensa que sabe dónde está pisando, pero ahí hay sorpresas. El Tárcoles, por ejemplo, es un río bravo que cambia constantemente. Las lluvias pueden alterar su cauce, arrastrar objetos y crear peligros inesperados. Esta desgracia debería servirnos de lección: respetar la naturaleza y tomar precauciones extremas siempre que estemos cerca de cuerpos de agua.
En fin, es una historia triste, llena de impotencia y preguntas sin respuesta. Ahora, me pregunto, ¿qué medidas concretas deberían tomar las autoridades locales para evitar que otros niños sufran la misma suerte que Leandro? ¿Ustedes creen que la comunidad debería exigir una revisión exhaustiva de la seguridad en áreas públicas?
Como muchos saben, Leandro, un nene de apenas cinco años, se cayó a una alcantarilla mientras regresaba de la guardería en Purral de Goicoechea. Un aguacero tremendo, de esos que te dejan empapao hasta los huesos, fue testigo de este terrible accidente. Desde entonces, un equipo impresionante de 190 voluntarios de la Cruz Roja se lanzaron al brete, rastrillando cada rincón, cada caño, hasta el río Tárcoles, allá lejanitas. Fue una movilización a todo dar, máxime considerando que la gente se prendió mucho y quería ayudar.
Ricardo Arias, el vocero de la Cruz Roja, nos explicó que revisaron hasta dónde pudieron. Buscaron en la zona del incidente y luego siguieron el curso del agua, recorriendo kilómetros y kilómetros. Recorrieron alcantarillas, ríos… una verdadera pesadilla para los equipos de rescate. Pero díganle a quién, cuando llegas a un punto donde ya sabes que no hay nada más por buscar, tienes que aceptar la realidad, por dura que sea. No se puede seguir jalándose una torta esperando un milagro que quizás nunca llega.
Seis días enteros buscando a Leandro, un tiempo que pareció eterno para sus padres y toda la comunidad. La esperanza, poco a poco, se iba esfumando con cada hora que pasaba. La familia, obviamente destrozada, recibió la noticia con el corazón roto. Imaginen el dolor, la incertidumbre, la angustia... La Cruz Roja reiteró su apoyo incondicional a la familia Mangas, ofreciéndole todo el respaldo psicológico y emocional que necesiten en estos momentos tan difíciles. Que se recuperen pronto, porque esto es un golpe durísimo.
“Comunicamos esta decisión a la familia del menor”, dijo Arias, “reiterándoles nuestro respeto, solidaridad y cercanía en este difícil proceso”. Suena lindo decirlo, pero qué consuelo da eso a unos papás que perdieron a su hijo. Da gusto que la Cruz Roja se preocupe por estas cosas, aunque al final, la tristeza no se va con promesas ni con palabras bonitas. Este caso demuestra cómo la naturaleza a veces te da cachetazos sin previo aviso.
Muchos vecinos se preguntaban si la alcantarilla estaba debidamente señalizada, si había protocolos adecuados para prevenir accidentes como este. La verdad, es que esta tragedia abre un debate importante sobre la seguridad vial en nuestras comunidades, especialmente en zonas vulnerables como Purral. ¿Será posible mejorar la infraestructura, aumentar la vigilancia, implementar medidas preventivas que eviten que tragedias similares se repitan? Es urgente revisar todo, desde la planificación urbana hasta la educación vial básica.
También salió a relucir la importancia de conocer nuestros ríos y quebradas, porque a veces uno piensa que sabe dónde está pisando, pero ahí hay sorpresas. El Tárcoles, por ejemplo, es un río bravo que cambia constantemente. Las lluvias pueden alterar su cauce, arrastrar objetos y crear peligros inesperados. Esta desgracia debería servirnos de lección: respetar la naturaleza y tomar precauciones extremas siempre que estemos cerca de cuerpos de agua.
En fin, es una historia triste, llena de impotencia y preguntas sin respuesta. Ahora, me pregunto, ¿qué medidas concretas deberían tomar las autoridades locales para evitar que otros niños sufran la misma suerte que Leandro? ¿Ustedes creen que la comunidad debería exigir una revisión exhaustiva de la seguridad en áreas públicas?
