¡Ay, Dios mío! Aquí vamos de nuevo con la pesca grande. Resulta que la banda narca que agarraron en Puntarenas, la de Leo, no era precisamente un club de amigos que se juntaba a echar unos clavos. Parece que tenían más bretes de los que imaginábamos inicialmente.
Según el OIJ, la movida salió a la luz allá por principios del 2024, con dos alertas bien gordas sobre llegadas de droga y paquetazos decomisados en medio del agua. Todo comenzó con la persecución del caso Mangle, pero ahora parece que hay un montoncito de otras varas entrelazadas con esto, una madeja bastante complicada, díganle a Sherlock Holmes.
Pablo Calvo, el jefe del OIJ en la región, le soltó la bomba a todos nosotros: no solo se dedicaban a mover la blanca, sino que también andaban metidos en cosas turbias como el robo de contenedores – ¡imagínate qué jaleo! – y hasta en lavarle platas a través de unos negociecitos pequeños. “Estamos llevando una investigación en paralelo,” nos dijo, “aparte de lo del tráfico de drogas, investigamos si tienen que ver con estas otras cositas”.
Lo que más me sorprendió, bueno, como a muchos seguramente, es cómo estaban lavando la plata. Tenían una pulpería y una granja en Aranjuez, una misma propiedad donde hacían sus negocios sucios. El OIJ entró con todo, incluyendo la Unidad Canina, para asegurarse de levantar toda la evidencia posible. ¡Imaginen el revuelo que hubo ahí!
Y ni hablar del operativo. Dicen que trajeron al SERT, el comando especial del OIJ, para controlar la situación. Eso demuestra que no se andaban jugando, iban tras una estructura criminal bien organizada. Lo que saquen de esos celulares y aparatos electrónicos que encontraron va a ser clave, dice Calvo. Ahí está la clave para ligar todas esas piezas del rompecabezas.
Ahora, la cosa se pone interesante porque esto abre un panorama mucho más amplio. Ya no hablamos solamente de narcotráfico, sino de una red criminal que tiene tentáculos en varios ámbitos económicos y logísticos. Robar contenedores no es pan comido, requiere conexiones, logística y gente dispuesta a meterse en problemas. Eso sí da qué pensar.
Todo esto recuerda un poco a las series de Netflix, pero lamentablemente es nuestra realidad. Una banda narca con tanto poder y recursos para lavar dinero en plena Costa Rica... ¡Qué carga! Pero bueno, al menos el OIJ anda haciendo su trabajo, aunque siempre queda la sensación de que hay más peces gordos esperando ser sacados a relucir. Siempre hay un chunche que se salva, ¿no?
Después de escuchar todo esto, me pregunto: ¿Cree usted que la lucha contra el crimen organizado en Costa Rica necesita cambios estructurales más profundos o simplemente enfocarnos en desmantelar las bandas existentes es suficiente para proteger a nuestras comunidades?
Según el OIJ, la movida salió a la luz allá por principios del 2024, con dos alertas bien gordas sobre llegadas de droga y paquetazos decomisados en medio del agua. Todo comenzó con la persecución del caso Mangle, pero ahora parece que hay un montoncito de otras varas entrelazadas con esto, una madeja bastante complicada, díganle a Sherlock Holmes.
Pablo Calvo, el jefe del OIJ en la región, le soltó la bomba a todos nosotros: no solo se dedicaban a mover la blanca, sino que también andaban metidos en cosas turbias como el robo de contenedores – ¡imagínate qué jaleo! – y hasta en lavarle platas a través de unos negociecitos pequeños. “Estamos llevando una investigación en paralelo,” nos dijo, “aparte de lo del tráfico de drogas, investigamos si tienen que ver con estas otras cositas”.
Lo que más me sorprendió, bueno, como a muchos seguramente, es cómo estaban lavando la plata. Tenían una pulpería y una granja en Aranjuez, una misma propiedad donde hacían sus negocios sucios. El OIJ entró con todo, incluyendo la Unidad Canina, para asegurarse de levantar toda la evidencia posible. ¡Imaginen el revuelo que hubo ahí!
Y ni hablar del operativo. Dicen que trajeron al SERT, el comando especial del OIJ, para controlar la situación. Eso demuestra que no se andaban jugando, iban tras una estructura criminal bien organizada. Lo que saquen de esos celulares y aparatos electrónicos que encontraron va a ser clave, dice Calvo. Ahí está la clave para ligar todas esas piezas del rompecabezas.
Ahora, la cosa se pone interesante porque esto abre un panorama mucho más amplio. Ya no hablamos solamente de narcotráfico, sino de una red criminal que tiene tentáculos en varios ámbitos económicos y logísticos. Robar contenedores no es pan comido, requiere conexiones, logística y gente dispuesta a meterse en problemas. Eso sí da qué pensar.
Todo esto recuerda un poco a las series de Netflix, pero lamentablemente es nuestra realidad. Una banda narca con tanto poder y recursos para lavar dinero en plena Costa Rica... ¡Qué carga! Pero bueno, al menos el OIJ anda haciendo su trabajo, aunque siempre queda la sensación de que hay más peces gordos esperando ser sacados a relucir. Siempre hay un chunche que se salva, ¿no?
Después de escuchar todo esto, me pregunto: ¿Cree usted que la lucha contra el crimen organizado en Costa Rica necesita cambios estructurales más profundos o simplemente enfocarnos en desmantelar las bandas existentes es suficiente para proteger a nuestras comunidades?
