¡Aguafiestas! Pero hay que ponerle atención. Estados Unidos le puso “terrorista” a Barrio 18, una mara que empezó como pura jugada en Los Ángeles, California, y ahora anda dando candela en toda Centroamérica. Dicen que ahora pueden meterles mano más fácil, congelarles patos y andar persiguiéndolos hasta el confín del mundo. La verdad, esto nos afecta a todos, porque aunque no estemos viviendo en El Salvador o Guatemala, esas ondas de violencia terminan llegando hasta nuestras fronteras, ¿eh?
Todo comenzó a finales de los ’50, cuando unos jóvenes latinos en L.A., buscando pertenecer a algo, se escindieron de otra pandilla llamada Clanton 14. Imagínate, pura necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Después, en los ’80, ya se habían organizado bien y empezaron a recibir a muchísimos centroamericanos que huían de la guerra en El Salvador. Es que esos tiempos eran chungos, muchos venían buscando refugio y terminaban metidos en este brete.
Lo peor vino con las deportaciones masivas de los ’90. Imagínate el jale, enviaban de vuelta a pandilleros a sus países de origen… ¡directito a enriquecer el problema! Así es como llegaron a El Salvador, Guatemala y Honduras, llevando consigo sus métodos de operación y esa cultura de violencia que los caracteriza. Poco a poco fueron agarrando terreno, aprovechándose de la poca ley que había y de la pobreza que se vive en algunos lugares.
Ya para la década de los 2000, Barrio 18 se partió en dos: los Revolucionarios y los Sureños. Una pelea así por territorio y control de la plata, ya saben, como siempre pasa. Pero lo grave es que ambos siguen metidos en cosas turbias: masacres, extorsiones a diestra y siniestra, y hasta controlando negocios ilegales. ¡Una verdadera carga!
Internamente, Barrio 18 tiene una estructura piramidal. Encima están los ‘palabreros’, que son los jefazos, casi siempre presos, pero coordinando todo desde adentro. Abajo tienen a los mandos locales, los que andan en las ‘canchas’ – eso sí, cada ‘cancha’ se divide en ‘clicas’ y ‘tribus’, como si fueran equipos deportivos, pero en vez de jugar fútbol, andan haciendo macanas. Esta mara tiene organizacion, diay.
Y hablando de cómo hacen la lana, la verdad es que Barrio 18 es maestro en el negocio ilegal. Extorsionan a los dueños de los negocios, venden droga a gran escala y blanquean el dinero a través de autolavados o pulperías. La violencia es su escudo, pa' mantener el control y proteger sus negocios. Un círculo vicioso, ¿verdad?
Hoy en día, sus principales plazas fuertes son El Salvador, Guatemala y Honduras. En Estados Unidos también tienen gente infiltrada, sobre todo en California y otros estados del oeste. Incluso están tratando de expandirse a Europa, instalando células en Barcelona y otras ciudades italianas. Se cree que trabajan con la mafia mexicana y se apoyan en abogados, taxistas y comerciantes locales que les dan facilidades. ¡Qué vara!
Ahora, con esta designación de “organización terrorista” por parte de EE. UU., el juego cambia. Pueden congelar cuentas bancarias, sancionar a los que les ayudan y meterles presión legal incluso en otros países. Pero la pregunta que queda es: ¿Será suficiente esta medida para detener a Barrio 18 de una vez por todas? ¿O simplemente se adaptarán y seguirán causando problemas? ¿Ustedes creen que esto afectará la seguridad en nuestra propia frontera sur?
Todo comenzó a finales de los ’50, cuando unos jóvenes latinos en L.A., buscando pertenecer a algo, se escindieron de otra pandilla llamada Clanton 14. Imagínate, pura necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Después, en los ’80, ya se habían organizado bien y empezaron a recibir a muchísimos centroamericanos que huían de la guerra en El Salvador. Es que esos tiempos eran chungos, muchos venían buscando refugio y terminaban metidos en este brete.
Lo peor vino con las deportaciones masivas de los ’90. Imagínate el jale, enviaban de vuelta a pandilleros a sus países de origen… ¡directito a enriquecer el problema! Así es como llegaron a El Salvador, Guatemala y Honduras, llevando consigo sus métodos de operación y esa cultura de violencia que los caracteriza. Poco a poco fueron agarrando terreno, aprovechándose de la poca ley que había y de la pobreza que se vive en algunos lugares.
Ya para la década de los 2000, Barrio 18 se partió en dos: los Revolucionarios y los Sureños. Una pelea así por territorio y control de la plata, ya saben, como siempre pasa. Pero lo grave es que ambos siguen metidos en cosas turbias: masacres, extorsiones a diestra y siniestra, y hasta controlando negocios ilegales. ¡Una verdadera carga!
Internamente, Barrio 18 tiene una estructura piramidal. Encima están los ‘palabreros’, que son los jefazos, casi siempre presos, pero coordinando todo desde adentro. Abajo tienen a los mandos locales, los que andan en las ‘canchas’ – eso sí, cada ‘cancha’ se divide en ‘clicas’ y ‘tribus’, como si fueran equipos deportivos, pero en vez de jugar fútbol, andan haciendo macanas. Esta mara tiene organizacion, diay.
Y hablando de cómo hacen la lana, la verdad es que Barrio 18 es maestro en el negocio ilegal. Extorsionan a los dueños de los negocios, venden droga a gran escala y blanquean el dinero a través de autolavados o pulperías. La violencia es su escudo, pa' mantener el control y proteger sus negocios. Un círculo vicioso, ¿verdad?
Hoy en día, sus principales plazas fuertes son El Salvador, Guatemala y Honduras. En Estados Unidos también tienen gente infiltrada, sobre todo en California y otros estados del oeste. Incluso están tratando de expandirse a Europa, instalando células en Barcelona y otras ciudades italianas. Se cree que trabajan con la mafia mexicana y se apoyan en abogados, taxistas y comerciantes locales que les dan facilidades. ¡Qué vara!
Ahora, con esta designación de “organización terrorista” por parte de EE. UU., el juego cambia. Pueden congelar cuentas bancarias, sancionar a los que les ayudan y meterles presión legal incluso en otros países. Pero la pregunta que queda es: ¿Será suficiente esta medida para detener a Barrio 18 de una vez por todas? ¿O simplemente se adaptarán y seguirán causando problemas? ¿Ustedes creen que esto afectará la seguridad en nuestra propia frontera sur?
