Maes, paren lo que estén haciendo porque esta vara que les voy a contar es de otro nivel, pero no para bien. Es un despiche monumental. Resulta que mientras un equipo del OIJ se la estaba jugando toda para desarmar una red narco en Pérez Zeledón, tenían al enemigo durmiendo en la misma cueva. Una agente de la misma institución, de apellidos Torres Vega, aparentemente estaba haciéndole los mandados al narco, sapeando información sensible de uno de los investigadores que llevaba el caso. ¡Y no solo a él, sino que se metió hasta con la mamá del mae! Diay, hay que tener el descaro bien puesto para algo así.
El asunto, conocido como el "Caso Pana", es un enredo que parece sacado de una serie, pero versión Zarcero. Por un lado, tenés al supuesto líder, un tipo alias "Pana" y su esposa, Daniela Mora, que por cierto es abogada y conocida en el mundo taurino por ser barrilera. Estos maes no se andaban con poquitas: lavaban plata a lo grande con propiedades, carrazos y hasta caballos finos. Pero lo más denso de la historia es cómo operaban su seguridad. La investigación del OIJ revela que la banda reclutaba policías para que les hicieran el brete de contrainteligencia. ¡Qué torta! En una de esas, un oficial de tránsito, de apellido Madrigal, detuvo al investigador del OIJ que les seguía la pista y, con la excusa de pedirle los papeles, le sacó el nombre para pasárselo a la organización.
Aquí es donde la agente Torres Vega se jala la torta de su carrera. Apenas un día después de que el tráfico compinche identificara al investigador, la mae se metió a las bases de datos del TSE y del mismo OIJ. ¿Y qué buscó? Pues el nombre del agente y, tres minutos después, el de la mamá. El cinismo es de antología. En el sistema del TSE, la justificación que puso fue: "Consulta para una Investigación Criminal". Pero en la plataforma del OIJ se lució con la creatividad. Según el expediente, puso que era una "Colaboración a PANI requieren ubicar al sujeto para un proceso". ¡Háganme el favor! Como si el PANI no tuviera nada mejor que hacer que andar detrás de un agente judicial y su señora madre. Una excusa más mala que un yodo vencido.
Este despiche nos deja con un sabor de boca amarguísimo. El OIJ, que es la última línea de defensa en la que uno confía para investigar el crimen organizado, tiene fugas internas de este calibre. No estamos hablando de un error o una negligencia, hablamos de una presunta traición directa, de una funcionaria usando los recursos que todos pagamos para proteger a los delincuentes y exponer a sus propios compañeros. El informe es claro: la organización narco "recluta miembros de cuerpos policiales". No dice "reclutó a uno", dice "recluta", en presente, lo que sugiere que esto podría ser una práctica más común de lo que nos atrevemos a imaginar.
Al final, a "Pana", a su esposa la barrilera y a otros tres más los mandaron un año para la sombra en prisión preventiva, pero la herida queda abierta. Porque cuando la desconfianza se mete en las mismas filas de quienes deben protegernos, la cosa se pone color de hormiga. Esto va más allá de un caso de narco en la Zona Sur; es un golpe directo a la credibilidad de todo el sistema. Uno queda pensando, salado, si los mismos agentes se venden, ¿qué nos queda al resto? La pregunta del millón es: ¿creen que este es un caso aislado, una manzana podrida, o es apenas la punta del iceberg de un problema mucho más profundo en nuestras policías? ¿Ustedes todavía confían?
El asunto, conocido como el "Caso Pana", es un enredo que parece sacado de una serie, pero versión Zarcero. Por un lado, tenés al supuesto líder, un tipo alias "Pana" y su esposa, Daniela Mora, que por cierto es abogada y conocida en el mundo taurino por ser barrilera. Estos maes no se andaban con poquitas: lavaban plata a lo grande con propiedades, carrazos y hasta caballos finos. Pero lo más denso de la historia es cómo operaban su seguridad. La investigación del OIJ revela que la banda reclutaba policías para que les hicieran el brete de contrainteligencia. ¡Qué torta! En una de esas, un oficial de tránsito, de apellido Madrigal, detuvo al investigador del OIJ que les seguía la pista y, con la excusa de pedirle los papeles, le sacó el nombre para pasárselo a la organización.
Aquí es donde la agente Torres Vega se jala la torta de su carrera. Apenas un día después de que el tráfico compinche identificara al investigador, la mae se metió a las bases de datos del TSE y del mismo OIJ. ¿Y qué buscó? Pues el nombre del agente y, tres minutos después, el de la mamá. El cinismo es de antología. En el sistema del TSE, la justificación que puso fue: "Consulta para una Investigación Criminal". Pero en la plataforma del OIJ se lució con la creatividad. Según el expediente, puso que era una "Colaboración a PANI requieren ubicar al sujeto para un proceso". ¡Háganme el favor! Como si el PANI no tuviera nada mejor que hacer que andar detrás de un agente judicial y su señora madre. Una excusa más mala que un yodo vencido.
Este despiche nos deja con un sabor de boca amarguísimo. El OIJ, que es la última línea de defensa en la que uno confía para investigar el crimen organizado, tiene fugas internas de este calibre. No estamos hablando de un error o una negligencia, hablamos de una presunta traición directa, de una funcionaria usando los recursos que todos pagamos para proteger a los delincuentes y exponer a sus propios compañeros. El informe es claro: la organización narco "recluta miembros de cuerpos policiales". No dice "reclutó a uno", dice "recluta", en presente, lo que sugiere que esto podría ser una práctica más común de lo que nos atrevemos a imaginar.
Al final, a "Pana", a su esposa la barrilera y a otros tres más los mandaron un año para la sombra en prisión preventiva, pero la herida queda abierta. Porque cuando la desconfianza se mete en las mismas filas de quienes deben protegernos, la cosa se pone color de hormiga. Esto va más allá de un caso de narco en la Zona Sur; es un golpe directo a la credibilidad de todo el sistema. Uno queda pensando, salado, si los mismos agentes se venden, ¿qué nos queda al resto? La pregunta del millón es: ¿creen que este es un caso aislado, una manzana podrida, o es apenas la punta del iceberg de un problema mucho más profundo en nuestras policías? ¿Ustedes todavía confían?