¡Ay, Dios mío! Parece que estamos caminando hacia un precipicio en materia de salud. Una auditoría de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) nos acaba de soltar una bomba: seguimos teniendo plazas para formar médicos especialistas desertas, y eso, mis panas, no pinta bien para nadie. Con los tiempos que corren y la gente haciendo fila para todo, esto es como echarle gasolina al fuego.
La cosa va así: año tras año, la CCSS abre más de 200 cupos para que jóvenes doctores se especialicen dentro de sus hospitales, con la promesa de tener los mejores profesionales aquí mismo. Pero resulta que muchos de esos cupos se quedan vacíos. Estamos hablando de 133 plazas desperdiciadas en apenas dos años, ¡una verdadera torta! Y eso, mis queridos, tiene consecuencias directas para nosotros, los pacientes.
Hablamos de listas de espera que se hacen eternas, de tratamientos que se retrasan y de una calidad de atención que podría verse comprometida. Además, agobia al personal sanitario que ya está hasta arriba, porque tienen que cubrir todas esas necesidades con menos recursos. Es como si estuviéramos intentando llenar un balde lleno de agujeros, ¡pura pérdida de tiempo!
Mónica Taylor, la jefa de la CCSS, se puso contenta anunciando que para el 2026 iban a abrir 500 plazas nuevas… ¡pero mientras tanto!, ni siquiera alcanzan a completar las 220 que ya hay disponibles. ¿De qué sirve tener tantas plazas si no podemos llenarlas? Claramente, ahí hay algo que no cuadra, ¿no les parece?
Si revisamos cómo se distribuyen estos cupos, vemos que hay problemas en todas partes. De 222 plazas asignadas a la UCR, 56 se quedaron sin ocupar. Las universidades privadas tampoco están cumpliendo: UCIMED dejó 4 plazas vacías, UNIBE sí logró ocupar todas las suyas (¡felicidades!), pero la UACA ni siquiera pudo colocar a ningún estudiante. Esto demuestra que el problema no es solo de una institución, sino de todo el sistema.
Según el auditor interno, Olger Sánchez, la causa principal de este desmadre son cosas como la deserción de los estudiantes, renuncias, o simplemente que prefieren buscar otros rumbos. Pero lo más preocupante es que, incluso cuando hay suficientes médicos elegibles, las universidades no logran cubrir todas las plazas. Y ni hablar de las especialidades que directamente nadie quiere cursar: cirugía torácica general, cardiología pediátrica, medicina física y rehabilitación... ¡parece que algunos temas no dan ganitas a nadie!
Lo peor de todo es que, según la diputada Marta Carballo, estas plazas vacías terminan afectando directamente a los pacientes, quienes son los que sufren las consecuencias de esperar meses, incluso años, para recibir atención médica especializada. “Esto es el resultado de que no queremos invertir en la formación de especialistas en este país”, sentenció la legisladora, recordando que, según el informe, tenemos un déficit de 439 médicos especialistas. ¡Una cifra alarmante, diay!”
Entonces, mi pana, la pregunta que me hago es esta: ¿Qué medidas urgentes debemos tomar para solucionar este problema de raíz y garantizar que todos los costarricenses tengamos acceso a la atención médica especializada que merecemos? ¿Deberíamos ofrecer incentivos económicos a los estudiantes que elijan las especialidades menos populares, fortalecer la colaboración entre la CCSS y las universidades, o quizás replantearnos por completo la forma en que se financia la educación médica en nuestro país? ¡Déjanos tus ideas en los comentarios!
La cosa va así: año tras año, la CCSS abre más de 200 cupos para que jóvenes doctores se especialicen dentro de sus hospitales, con la promesa de tener los mejores profesionales aquí mismo. Pero resulta que muchos de esos cupos se quedan vacíos. Estamos hablando de 133 plazas desperdiciadas en apenas dos años, ¡una verdadera torta! Y eso, mis queridos, tiene consecuencias directas para nosotros, los pacientes.
Hablamos de listas de espera que se hacen eternas, de tratamientos que se retrasan y de una calidad de atención que podría verse comprometida. Además, agobia al personal sanitario que ya está hasta arriba, porque tienen que cubrir todas esas necesidades con menos recursos. Es como si estuviéramos intentando llenar un balde lleno de agujeros, ¡pura pérdida de tiempo!
Mónica Taylor, la jefa de la CCSS, se puso contenta anunciando que para el 2026 iban a abrir 500 plazas nuevas… ¡pero mientras tanto!, ni siquiera alcanzan a completar las 220 que ya hay disponibles. ¿De qué sirve tener tantas plazas si no podemos llenarlas? Claramente, ahí hay algo que no cuadra, ¿no les parece?
Si revisamos cómo se distribuyen estos cupos, vemos que hay problemas en todas partes. De 222 plazas asignadas a la UCR, 56 se quedaron sin ocupar. Las universidades privadas tampoco están cumpliendo: UCIMED dejó 4 plazas vacías, UNIBE sí logró ocupar todas las suyas (¡felicidades!), pero la UACA ni siquiera pudo colocar a ningún estudiante. Esto demuestra que el problema no es solo de una institución, sino de todo el sistema.
Según el auditor interno, Olger Sánchez, la causa principal de este desmadre son cosas como la deserción de los estudiantes, renuncias, o simplemente que prefieren buscar otros rumbos. Pero lo más preocupante es que, incluso cuando hay suficientes médicos elegibles, las universidades no logran cubrir todas las plazas. Y ni hablar de las especialidades que directamente nadie quiere cursar: cirugía torácica general, cardiología pediátrica, medicina física y rehabilitación... ¡parece que algunos temas no dan ganitas a nadie!
Lo peor de todo es que, según la diputada Marta Carballo, estas plazas vacías terminan afectando directamente a los pacientes, quienes son los que sufren las consecuencias de esperar meses, incluso años, para recibir atención médica especializada. “Esto es el resultado de que no queremos invertir en la formación de especialistas en este país”, sentenció la legisladora, recordando que, según el informe, tenemos un déficit de 439 médicos especialistas. ¡Una cifra alarmante, diay!”
Entonces, mi pana, la pregunta que me hago es esta: ¿Qué medidas urgentes debemos tomar para solucionar este problema de raíz y garantizar que todos los costarricenses tengamos acceso a la atención médica especializada que merecemos? ¿Deberíamos ofrecer incentivos económicos a los estudiantes que elijan las especialidades menos populares, fortalecer la colaboración entre la CCSS y las universidades, o quizás replantearnos por completo la forma en que se financia la educación médica en nuestro país? ¡Déjanos tus ideas en los comentarios!