Mae, ¿se acuerdan de toda la hablada y la emoción con la nueva cédula digital? Que ahora sí, que la modernidad, que adiós a las filas y a los plásticos olvidados en la otra billetera. Diay, la noticia es que la famosa cédula virtual ya llegó, pero como suele pasar en este paraíso tropical, llegó medio a palos. El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) por fin soltó la aplicación, pero se jaló una torta monumental: si usted tiene un celular con Android, mejor se sienta a esperar, porque de momento, está más perdido que el chiquito de la Llorona. Simplemente no funciona.
Y es que aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Pensemos un toque, ¿cuánta gente en Costa Rica usa Android? ¡La gran mayoría! Es como inaugurar la pista a Caldera, pero anunciando que solo pueden pasar los carros de color rojo. No tiene el más mínimo sentido. Para el grueso de la población, la gran promesa de tener la identidad en el chunche que cargamos para todo lado se fue al traste antes de empezar. Los del TSE dicen que “por el momento” no se puede, pero no dan una fecha clara. Así que, a todos los que formamos parte del club del robot verde, nos toca armarnos de paciencia y ver los toros desde la barrera. ¡Qué sal! Uno aquí esperando el futuro y nos dan atolillo con el dedo.
Ahora, no crean que los compas del lado manzanero de la fuerza la tienen resuelta. Para los que tienen iPhone, la aplicación sí se puede descargar, pero trae su propio chascarrillo. Varios usuarios ya están reportando que al abrirla, todo el menú aparece en un perfecto y pulcro… inglés. ¡Así como lo oyen! En el país del “pura vida”, la aplicación oficial de nuestra identidad nacional te habla como si estuvieras pidiendo una hamburguesa en Miami. El TSE, en un intento de apagar el incendio, salió a decir que en menos de 24 horas sacan una actualización para poner la interfaz en español. O sea, lanzaron un producto a medio cocinar, esperando que nadie se diera cuenta del despiche. Cuesta creer que con tanto tiempo de planificación, estos detalles tan básicos se les fueran por la borda.
Más allá del enredo inicial, hablemos de la plata, porque esta modernidad no sale gratis. Sacar el documento virtual tiene un costo de ¢2.600 y una vigencia de cuatro años. Eso sí, un buen punto es que los adultos mayores están exentos del pago, ¡algo es algo! Según el TSE, esta cédula digital tiene toda la validez legal para hacer trámites en bancos y cualquier institución pública. La idea es buenísima, no nos engañemos. Imagínense llegar al banco y solo mostrar el celular. ¡Qué nivel! La única, y muy irónica, excepción es que no se podrá usar para votar en las elecciones del 2026. O sea, el documento de identidad emitido por el ente que organiza las elecciones no sirve para el trámite más importante que ellos mismos gestionan. Un clásico.
En resumen, la intención es lo que cuenta, dicen por ahí. La idea de una cédula digital es, sin duda, un paso en la dirección correcta, algo que ya se necesitaba. ¡Qué chiva la iniciativa! El problema, como siempre, está en los detalles y en una ejecución que deja un sinsabor terrible. Se siente como un lanzamiento apresurado, mal planificado y que ignora a la mayoría de sus usuarios potenciales. Es la crónica de un “queríamos pero no podíamos” en toda regla. Por ahora, este novedoso producto es más un dolor de cabeza que una solución. Esperemos que el TSE se ponga las pilas rápido y arregle este enredo, porque la paciencia del tico tiene un límite.
Y es que aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Pensemos un toque, ¿cuánta gente en Costa Rica usa Android? ¡La gran mayoría! Es como inaugurar la pista a Caldera, pero anunciando que solo pueden pasar los carros de color rojo. No tiene el más mínimo sentido. Para el grueso de la población, la gran promesa de tener la identidad en el chunche que cargamos para todo lado se fue al traste antes de empezar. Los del TSE dicen que “por el momento” no se puede, pero no dan una fecha clara. Así que, a todos los que formamos parte del club del robot verde, nos toca armarnos de paciencia y ver los toros desde la barrera. ¡Qué sal! Uno aquí esperando el futuro y nos dan atolillo con el dedo.
Ahora, no crean que los compas del lado manzanero de la fuerza la tienen resuelta. Para los que tienen iPhone, la aplicación sí se puede descargar, pero trae su propio chascarrillo. Varios usuarios ya están reportando que al abrirla, todo el menú aparece en un perfecto y pulcro… inglés. ¡Así como lo oyen! En el país del “pura vida”, la aplicación oficial de nuestra identidad nacional te habla como si estuvieras pidiendo una hamburguesa en Miami. El TSE, en un intento de apagar el incendio, salió a decir que en menos de 24 horas sacan una actualización para poner la interfaz en español. O sea, lanzaron un producto a medio cocinar, esperando que nadie se diera cuenta del despiche. Cuesta creer que con tanto tiempo de planificación, estos detalles tan básicos se les fueran por la borda.
Más allá del enredo inicial, hablemos de la plata, porque esta modernidad no sale gratis. Sacar el documento virtual tiene un costo de ¢2.600 y una vigencia de cuatro años. Eso sí, un buen punto es que los adultos mayores están exentos del pago, ¡algo es algo! Según el TSE, esta cédula digital tiene toda la validez legal para hacer trámites en bancos y cualquier institución pública. La idea es buenísima, no nos engañemos. Imagínense llegar al banco y solo mostrar el celular. ¡Qué nivel! La única, y muy irónica, excepción es que no se podrá usar para votar en las elecciones del 2026. O sea, el documento de identidad emitido por el ente que organiza las elecciones no sirve para el trámite más importante que ellos mismos gestionan. Un clásico.
En resumen, la intención es lo que cuenta, dicen por ahí. La idea de una cédula digital es, sin duda, un paso en la dirección correcta, algo que ya se necesitaba. ¡Qué chiva la iniciativa! El problema, como siempre, está en los detalles y en una ejecución que deja un sinsabor terrible. Se siente como un lanzamiento apresurado, mal planificado y que ignora a la mayoría de sus usuarios potenciales. Es la crónica de un “queríamos pero no podíamos” en toda regla. Por ahora, este novedoso producto es más un dolor de cabeza que una solución. Esperemos que el TSE se ponga las pilas rápido y arregle este enredo, porque la paciencia del tico tiene un límite.