¡Ay, Dios mío! Pues resulta que ahora ChatGPT no solo te responde preguntas existenciales ni te escribe poemas malos, sino que también quiere ser tu vendedor personal. OpenAI, esos másteres de la inteligencia artificial, lanzaron la bomba hace unos días: ahora puedes comprarle prácticamente cualquier cosa directamente desde el chat. Imaginen eso, pedirle a la máquina que te busque el mejor chuponcito pa’ tu carro y, ¡bam!, ya lo tienes en la puerta.
Según dicen, esto va pa’ todos, aunque las funciones completitas (Plus, Pro) tendrán el acceso más rápido. Pero la idea es clara: quieres un parlante Bluetooth nuevo, le preguntas a ChatGPT, él anda buscando en toda la internet, te da opciones ordenaditas –sin publicidad, dice–, tú eliges, le das click a “comprar”, y el chatbot se encarga de todo: procesar la tarjeta, mandar el paquete… ¡todo! No tienes que salir del chat ni pasar por esas páginas web que dan urticaria.
La compañía dice que no vas a pagar nada más por usar el servicio, pero los vendedores sí van a tener que dejarle un pequeño porcentaje a OpenAI. Claro, porque el chatbot está haciendo el brete de venderles sus productos. Es como tener un vendedor digital pa’ casa, pero en versión robot. Y ojo, que la promesa es grande: ChatGPT se convierte en un “agente” tuyo en el mundo de la IA, asegurándose de que la información llegue bien tanto al comprador como al vendedor. Suenan chivos, ¿verdad?
Ahora, analicemos esto con calma. Por un lado, es cómodo, rapidísimo y potencialmente muy útil. Te imaginas buscar regalos de Navidad así, sin tener que irte arrastrando a los centros comerciales llenos de gente. Pero, ¿y si ChatGPT se equivoca? ¿Si te manda un electrodoméstico usado en lugar de uno nuevo? ¿Quién se hace responsable? Ahí empieza la cosa... Nosotros, los ticos, sabemos que las cosas fáciles a veces esconden un montón de chinchorros debajo de la alfombra.
Y no nos olvidemos del impacto en los negocios locales. ¿Qué pasa con esas pequeñas tiendas familiares que dependen de que la gente vaya físicamente a comprarlas? ¿Van a poder competir con una inteligencia artificial que está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana? Esto podría significar una ola de cierres, especialmente para aquellos que no tienen los recursos para adaptarse a esta nueva realidad. Esa es una vara que preocupa, diay.
Otro punto importante es la privacidad. Le estás dando acceso a ChatGPT a tus datos de tarjeta de crédito, tus gustos personales, tus hábitos de consumo... ¿Dónde va a parar toda esa información? ¿Cómo la va a usar OpenAI? Eso da un poco de cosita, la verdad. Ya tenemos suficientes problemas con los datos personales circulando por internet, que ahora encima vamos a confiarle nuestras compras al chatbot.
Claro, OpenAI promete seguridad y transparencia, pero bueno, ya saben cómo suele funcionar la cosa. Siempre hay letra pequeña, siempre hay algún resquicio legal para sacar provecho de nuestros datos. Y como siempre, nosotros, los consumidores, somos los que terminamos pagando el precio final –ya sea con dinero o con nuestra privacidad.
En fin, parece que la inteligencia artificial llegó pa’ quedarse y, de paso, pa’ cambiar radicalmente la forma en que compramos y vendemos. Esto abre muchísimas posibilidades, pero también plantea serias preguntas sobre el futuro del comercio y la protección de nuestros derechos. ¿Ustedes se atreverían a darle a ChatGPT la llave de su billetera virtual? ¿Creen que esta tecnología puede coexistir con los pequeños negocios locales o estamos ante el inicio de una nueva era dominada por los gigantes tecnológicos?
Según dicen, esto va pa’ todos, aunque las funciones completitas (Plus, Pro) tendrán el acceso más rápido. Pero la idea es clara: quieres un parlante Bluetooth nuevo, le preguntas a ChatGPT, él anda buscando en toda la internet, te da opciones ordenaditas –sin publicidad, dice–, tú eliges, le das click a “comprar”, y el chatbot se encarga de todo: procesar la tarjeta, mandar el paquete… ¡todo! No tienes que salir del chat ni pasar por esas páginas web que dan urticaria.
La compañía dice que no vas a pagar nada más por usar el servicio, pero los vendedores sí van a tener que dejarle un pequeño porcentaje a OpenAI. Claro, porque el chatbot está haciendo el brete de venderles sus productos. Es como tener un vendedor digital pa’ casa, pero en versión robot. Y ojo, que la promesa es grande: ChatGPT se convierte en un “agente” tuyo en el mundo de la IA, asegurándose de que la información llegue bien tanto al comprador como al vendedor. Suenan chivos, ¿verdad?
Ahora, analicemos esto con calma. Por un lado, es cómodo, rapidísimo y potencialmente muy útil. Te imaginas buscar regalos de Navidad así, sin tener que irte arrastrando a los centros comerciales llenos de gente. Pero, ¿y si ChatGPT se equivoca? ¿Si te manda un electrodoméstico usado en lugar de uno nuevo? ¿Quién se hace responsable? Ahí empieza la cosa... Nosotros, los ticos, sabemos que las cosas fáciles a veces esconden un montón de chinchorros debajo de la alfombra.
Y no nos olvidemos del impacto en los negocios locales. ¿Qué pasa con esas pequeñas tiendas familiares que dependen de que la gente vaya físicamente a comprarlas? ¿Van a poder competir con una inteligencia artificial que está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana? Esto podría significar una ola de cierres, especialmente para aquellos que no tienen los recursos para adaptarse a esta nueva realidad. Esa es una vara que preocupa, diay.
Otro punto importante es la privacidad. Le estás dando acceso a ChatGPT a tus datos de tarjeta de crédito, tus gustos personales, tus hábitos de consumo... ¿Dónde va a parar toda esa información? ¿Cómo la va a usar OpenAI? Eso da un poco de cosita, la verdad. Ya tenemos suficientes problemas con los datos personales circulando por internet, que ahora encima vamos a confiarle nuestras compras al chatbot.
Claro, OpenAI promete seguridad y transparencia, pero bueno, ya saben cómo suele funcionar la cosa. Siempre hay letra pequeña, siempre hay algún resquicio legal para sacar provecho de nuestros datos. Y como siempre, nosotros, los consumidores, somos los que terminamos pagando el precio final –ya sea con dinero o con nuestra privacidad.
En fin, parece que la inteligencia artificial llegó pa’ quedarse y, de paso, pa’ cambiar radicalmente la forma en que compramos y vendemos. Esto abre muchísimas posibilidades, pero también plantea serias preguntas sobre el futuro del comercio y la protección de nuestros derechos. ¿Ustedes se atreverían a darle a ChatGPT la llave de su billetera virtual? ¿Creen que esta tecnología puede coexistir con los pequeños negocios locales o estamos ante el inicio de una nueva era dominada por los gigantes tecnológicos?