¡Ay, Dios mío! Esto del proceso electoral se ha puesto más complicado que encontrar estacionamiento en el Parque Central durante las fiestas. Entre promesas vacías y ríos de información que no sabes si son verdaderos o inventao, uno se queda más perdido que chancho en misa. Pero calma, porque hay gente pensando cómo limpiar este brete de desinformación que nos quieren meter por la ventana.
El Dr. Luis Antonio Sobrado González, que siempre tiene la vara bien alta cuando habla de temas legales, advirtió hace poco sobre cómo el populismo autocrático puede aprovecharse de esta situación. No es ningún secreto que la manipulación de la verdad se ha convertido en un arma poderosa, especialmente en redes sociales, donde cualquiera puede publicar lo que quiera, diay, sin importar si tiene base o no. Lo que empezó siendo una herramienta de conexión, ahora es un caldo de cultivo para noticias falsas que pueden influir en nuestra decisión de voto, y eso, mi pana, no mola nada.
Según varios analistas, la clave está en fortalecer la educación mediática desde las escuelas. Enseñarles a los jóvenes —y también a los adultos, porque ya estamos viendo que algunos se dejan llevar muy fácil— a discernir entre fuentes confiables y páginas web sospechosas. No basta con decir “eso parece fake”, sino que hay que explicar cómo verificar la información, consultar diferentes medios, chequear datos… Un poco de detective digital nunca viene mal.
Además, proponen que las plataformas digitales asuman mayor responsabilidad en la moderación de contenido. Ya no es suficiente con poner un letrero que dice “cuidado con las noticias falsas”. Hay que implementar algoritmos más eficientes para detectar y eliminar la desinformación, y castigar a quienes la propagan. ¿Será posible? Algunos expertos dicen que sí, aunque reconocen que es un desafío complejo, porque implica equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de proteger la integridad del proceso democrático.
Otro punto importante es el rol de los medios tradicionales. En lugar de competir con las redes sociales por la velocidad, deberían apostar por la calidad y la verificación rigurosa de la información. Investigar a fondo cada dato, contrastar testimonios, consultar a expertos... Todo eso lleva tiempo, claro, pero es fundamental para recuperar la confianza del público. Necesitamos periodistas que hagan su trabajo bien hecho, que no se dejen engañar por las primeras impresiones y que estén dispuestos a desenmascarar a los mentirosos, ¡qué carga!
Y no olvidemos a nosotros, los ciudadanos. Tenemos que ser críticos con lo que consumimos y compartimos en redes sociales. Antes de darle like o retuitear cualquier cosa, debemos preguntarnos: ¿Esta información es verdadera? ¿Quién la publicó? ¿Cuál es su intención? Si tenemos dudas, mejor no la compartamos. ¡Más vale prevenir que lamentar, diay!
Algunos sugieren incluso crear una especie de “observatorio ciudadano” independiente que monitoree la difusión de noticias falsas y publique alertas para informar a la población. Una especie de radar anti-fake news, que nos avise cuando alguien esté tratando de hacernos el vacío. Suena ambicioso, pero tampoco es imposible si trabajamos juntos. Al final, todos queremos que nuestras elecciones sean justas y transparentes, y eso requiere esfuerzo y compromiso de todos los actores involucrados.
Entonces, mi pana, ¿crees que estas medidas serán suficientes para frenar la ola de desinformación en nuestro país? ¿O será que la polarización y la intolerancia ya han hecho tanto daño que ya no hay vuelta atrás? ¡Dime tú qué piensas! ¿Qué otras acciones podrían tomarse para asegurar elecciones libres y limpias?
	
		
			
		
		
	
				
			El Dr. Luis Antonio Sobrado González, que siempre tiene la vara bien alta cuando habla de temas legales, advirtió hace poco sobre cómo el populismo autocrático puede aprovecharse de esta situación. No es ningún secreto que la manipulación de la verdad se ha convertido en un arma poderosa, especialmente en redes sociales, donde cualquiera puede publicar lo que quiera, diay, sin importar si tiene base o no. Lo que empezó siendo una herramienta de conexión, ahora es un caldo de cultivo para noticias falsas que pueden influir en nuestra decisión de voto, y eso, mi pana, no mola nada.
Según varios analistas, la clave está en fortalecer la educación mediática desde las escuelas. Enseñarles a los jóvenes —y también a los adultos, porque ya estamos viendo que algunos se dejan llevar muy fácil— a discernir entre fuentes confiables y páginas web sospechosas. No basta con decir “eso parece fake”, sino que hay que explicar cómo verificar la información, consultar diferentes medios, chequear datos… Un poco de detective digital nunca viene mal.
Además, proponen que las plataformas digitales asuman mayor responsabilidad en la moderación de contenido. Ya no es suficiente con poner un letrero que dice “cuidado con las noticias falsas”. Hay que implementar algoritmos más eficientes para detectar y eliminar la desinformación, y castigar a quienes la propagan. ¿Será posible? Algunos expertos dicen que sí, aunque reconocen que es un desafío complejo, porque implica equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de proteger la integridad del proceso democrático.
Otro punto importante es el rol de los medios tradicionales. En lugar de competir con las redes sociales por la velocidad, deberían apostar por la calidad y la verificación rigurosa de la información. Investigar a fondo cada dato, contrastar testimonios, consultar a expertos... Todo eso lleva tiempo, claro, pero es fundamental para recuperar la confianza del público. Necesitamos periodistas que hagan su trabajo bien hecho, que no se dejen engañar por las primeras impresiones y que estén dispuestos a desenmascarar a los mentirosos, ¡qué carga!
Y no olvidemos a nosotros, los ciudadanos. Tenemos que ser críticos con lo que consumimos y compartimos en redes sociales. Antes de darle like o retuitear cualquier cosa, debemos preguntarnos: ¿Esta información es verdadera? ¿Quién la publicó? ¿Cuál es su intención? Si tenemos dudas, mejor no la compartamos. ¡Más vale prevenir que lamentar, diay!
Algunos sugieren incluso crear una especie de “observatorio ciudadano” independiente que monitoree la difusión de noticias falsas y publique alertas para informar a la población. Una especie de radar anti-fake news, que nos avise cuando alguien esté tratando de hacernos el vacío. Suena ambicioso, pero tampoco es imposible si trabajamos juntos. Al final, todos queremos que nuestras elecciones sean justas y transparentes, y eso requiere esfuerzo y compromiso de todos los actores involucrados.
Entonces, mi pana, ¿crees que estas medidas serán suficientes para frenar la ola de desinformación en nuestro país? ¿O será que la polarización y la intolerancia ya han hecho tanto daño que ya no hay vuelta atrás? ¡Dime tú qué piensas! ¿Qué otras acciones podrían tomarse para asegurar elecciones libres y limpias?
 
	 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		