¡Ay, Dios mío! Otra vez llegó el Día de las Culturas, antes conocido como Día de la Raza... ya saben, esa fecha que siempre levanta polvareda. Pero este año, más que nunca, parece que necesitamos pararnos un ratito a reflexionar qué demonios significa todo esto, porque parece que algunos se nos olvidaron los valores que nos hicieron diferentes, ¿eh?
Como bien dicen, el cambio de nombre no fue una ocurrencia. Desde el '94, con la Ley 7426, se quiso reconocer que Costa Rica es un hervidero de culturas, un verdadero batiburrillo de gente que vino de todas partes y dejó su huella. Pura vida, como decimos nosotros, pero también herencias africanas, asiáticas, indígenas… ¡una rocola de influencias!
Y pensar que antiguamente éramos prácticamente un puente entre las culturas mesoamericanas, conectando el norte con el sur. Con la llegada de los españoles, claro, todo cambió. Pero no fue solo eso. Después vinieron otros, trajeron nuevas costumbres, nuevos idiomas, nuevos sabores. Aprendimos a mezclar, a adaptarnos, a tomar lo bueno de cada cultura y hacerlo nuestro. Nuestros ancestros tenían un don especial para eso, eran como magos culinarios y sociales.
Ahora, más que una simple celebración, este día debería ser como un espejo que nos muestre quiénes fuimos y quiénes queremos ser. Tenemos que honrar el legado de los pueblos originarios, la mezcla de culturas, la empatía, el respeto, la tolerancia. Valores que, díganme ustedes, parecen estar echándose a perder un poco por ahí, ¿verdad? Uno abre el Facebook y le da unas ganas de llorar con tanta pelea y odio gratuito.
Porque me voy a sincerar, la grosería en las calles, la malacrianza con que los jóvenes tratan a los mayores... ¡qué pena ajena! Parece que se nos olvidaron los modales, la humildad, el respeto por la autoridad. Olvidamos que detrás de cada título, de cada cargo, hay una persona con sentimientos y responsabilidades. Y eso de faltarle el respeto a quien te enseña o te guía... ¡eso no se vale!
Costa Rica siempre se ha distinguido por su apuesta por la educación, la paz, el orden. Hemos construido una democracia sólida, un Estado Social de Derecho que envidia muchos países. Pero todo eso no cayó del cielo, amigos míos. Requiere sacrificio, lucha, principios… cosas que no se pueden comprar en el supermercado.
Celebrar nuestras raíces es importante, sí, pero no basta con ir a ver el desfile o comer tamales. Hay que poner en práctica esos valores ancestrales, transmitirles a las nuevas generaciones el orgullo de ser costarricenses. Recuperar el alma de la patria, esa que a veces siento que se nos va de las manos. Volver a mirar hacia atrás para entender mejor hacia dónde vamos.
Entonces, díganme, ¿creen que estamos perdiendo esos valores que nos hicieron únicos? ¿Cómo podemos fomentar el respeto, la tolerancia y la empatía en nuestra sociedad actual, especialmente entre los jóvenes? ¡Vamos a conversar!
Como bien dicen, el cambio de nombre no fue una ocurrencia. Desde el '94, con la Ley 7426, se quiso reconocer que Costa Rica es un hervidero de culturas, un verdadero batiburrillo de gente que vino de todas partes y dejó su huella. Pura vida, como decimos nosotros, pero también herencias africanas, asiáticas, indígenas… ¡una rocola de influencias!
Y pensar que antiguamente éramos prácticamente un puente entre las culturas mesoamericanas, conectando el norte con el sur. Con la llegada de los españoles, claro, todo cambió. Pero no fue solo eso. Después vinieron otros, trajeron nuevas costumbres, nuevos idiomas, nuevos sabores. Aprendimos a mezclar, a adaptarnos, a tomar lo bueno de cada cultura y hacerlo nuestro. Nuestros ancestros tenían un don especial para eso, eran como magos culinarios y sociales.
Ahora, más que una simple celebración, este día debería ser como un espejo que nos muestre quiénes fuimos y quiénes queremos ser. Tenemos que honrar el legado de los pueblos originarios, la mezcla de culturas, la empatía, el respeto, la tolerancia. Valores que, díganme ustedes, parecen estar echándose a perder un poco por ahí, ¿verdad? Uno abre el Facebook y le da unas ganas de llorar con tanta pelea y odio gratuito.
Porque me voy a sincerar, la grosería en las calles, la malacrianza con que los jóvenes tratan a los mayores... ¡qué pena ajena! Parece que se nos olvidaron los modales, la humildad, el respeto por la autoridad. Olvidamos que detrás de cada título, de cada cargo, hay una persona con sentimientos y responsabilidades. Y eso de faltarle el respeto a quien te enseña o te guía... ¡eso no se vale!
Costa Rica siempre se ha distinguido por su apuesta por la educación, la paz, el orden. Hemos construido una democracia sólida, un Estado Social de Derecho que envidia muchos países. Pero todo eso no cayó del cielo, amigos míos. Requiere sacrificio, lucha, principios… cosas que no se pueden comprar en el supermercado.
Celebrar nuestras raíces es importante, sí, pero no basta con ir a ver el desfile o comer tamales. Hay que poner en práctica esos valores ancestrales, transmitirles a las nuevas generaciones el orgullo de ser costarricenses. Recuperar el alma de la patria, esa que a veces siento que se nos va de las manos. Volver a mirar hacia atrás para entender mejor hacia dónde vamos.
Entonces, díganme, ¿creen que estamos perdiendo esos valores que nos hicieron únicos? ¿Cómo podemos fomentar el respeto, la tolerancia y la empatía en nuestra sociedad actual, especialmente entre los jóvenes? ¡Vamos a conversar!