¡Todavía peor, don Ottón!
Escribir una cosa y luego negarla es algo muy serio
Jacques Sagot
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Pianista
La Comisión de Respuestas Al Día Siguiente de Don Ottón Solís (Cradsos) convocó una dramática reunión para elaborar la devastadora respuesta con que uno de mis artículos fue recientemente castigado. La masiva movilización de energía exegético-analítico-hermenéutica produjo por resultado ocho líneas que durante una semana he intentado, con éxito apenas parcial, descodificar.
Uno. Chirrido espeluznante de gozne en mitad de la noche. ¿Dónde, en nombre de Dios, queda “Maroco”? He buscado esta arcana nación a todo lo ancho y lo largo de mis mapamundis. A ver… Maroco, Maroco… Encontré algo parecido: Marruecos, pero estoy seguro de que este no puede ser el país al que alude don Ottón. ¡Ay, Maroco…! In illo témpore se enseñó Geografía en nuestros colegios. Ahora estamos tratando de implantar una nueva asignatura: cursos paliativos para candidatos presidenciales afectos de ligeras lagunas geopolíticas.
Dos. Chirrido de uñas mordidas en sordo acceso de rabia. No hace falta ser Sherlock Holmes para saber quién escribe qué. Hay rasgos (“estilemas”, dirían hoy) que delatan de inmediato al autor –individual o colectivo– de ciertos textos. Cradsos debe cuidar su redacción y disimular mejor la verdadera autoría de sus edictos.
Tres. Chirrido de neumáticos atormentados por el pedal derecho (¡y no precisamente el del piano!) Que lo busquen y verifiquen los lectores: todo cuanto menciono en mi artículo fue en efecto dicho por don Ottón. Bástenos repetir el último párrafo: “Así como no hace falta leer Mein Kampf para oponerse a sus contenidos, pues los hechos protagonizados por su autor, Hitler, bastan, de igual manera, aunque en una dimensión no tan dramática, estos seis hechos permiten oponerse a este TLC incluso sin leerlo”. Dicho quedó. Impreso. Ahí está. Que lo busque quien quiera verificarlo. Si esto no es un desincentivo para leer el documento de marras, ¿qué podría serlo?
Cuatro. Chirrido de tigre “dientes de sable” afilándose los colmillos contra una roca volcánica. Escribir una cosa y luego negarla es un gesto muy serio. No es, por cierto, la primera vez que observo este tipo de conducta por parte de Cradsos. ¿Es ello deshonestidad intelectual? Mejor no juzguemos. Acusar a alguien de mentiroso es una imputación harto severa (¡sobre todo cuándo es proferida con el tono sentencioso y tronante de don Ottón!). Prefiero, por lo tanto, asumir que algunos de los miembros de Cradsos padecen de amnesia “lacunal”. Zafoncillos de memoria, ustedes saben… O falta de integridad moral o patología psíquica: no hay otro origen posible para la mentira.
Cinco. Chirrido de violín rascado con un arco de lija. Otro desestímulo al espíritu crítico: “En estas circunstancias ¿hace falta leer el TLC para saber a quién beneficia?”. No, don Ottón, por supuesto que no hace falta: basta con aceptar la verdad revelada y reveladora de sus palabras. El problema es que el mismo argumento puede volverse en su contra: ¿para qué leer su texto si también sabemos a quiénes beneficia y a quiénes perjudica? ¡No leamos nada, entonces! La verdad, mejor renunciemos a toda indagación personal y vámonos a ver la final de la Copa América.
Seis. Chirrido de tiovivo mal engrasado. “Entender el TLC, más que un ejercicio intelectual, constituye una tortura”. No una tortura, no. Hiperbolizar es una pobre manera de argumentar. El TLC es arduo, sí, pero eso no exime a ningún costarricense del intento de adentrarse –no importa el calado y velamen de su embarcación– por estos mares. Indagar, atreverse a preguntar, reconocer las limitaciones teóricas que nos impone ese mal necesario llamado especialización, y trazar nuestro propio itinerario a través del texto en cuestión. ¿Qué hacer si no? ¿Renunciar a nuestra travesía y aceptar ciegamente las crónicas de viaje de don Ottón?
El presidente de Cradsos ha propugnado el debate en torno al TLC; eso lo tengo claro, pero no ciertamente en el artículo que comentamos. ¿Argumentación? Por supuesto que la hay. Sostengo, eso sí, que es acomodaticia, conceptualmente misérrima y, sobre todo, torpemente formulada.
Vedas ofensivas. Por lo que a mí atañe, mi posición es muy simple. Me gusta entender, investigar, construir mi propio panorama y suplir mis cortedades teóricas con el asesoramiento de amigos que escojo según tres criterios fundamentales: seriedad, calificación y buena voluntad. Me ofenden las vedas temáticas de los especialistas, la territorialidad del saber y, peor aún, tener que aceptar las “revelaciones” de Pirulito de Chumicos, esas que supuestamente me dispensarían de mi propio esfuerzo de comprensión. Que bien claro lo tengan ciertos politicuelos.
Con seguridad Cradsos convocará mañana a sus miembros a sesión extraordinaria. Con la mejor intención del mundo quisiera facilitarles el trabajo. Por favor, escojan el pronunciamiento que más les guste: “Sagot falsea mis planteamientos”, “Sagot saca mis palabras de contexto”, “Sagot falta a la verdad”, “Sagot ironiza en torno a una situación que afecta a todos los costarricenses”, o, por supuesto, el clásico: “movido por intereses personales, Sagot bla bla bla…”. Sírvanse. Lo que es más: si quieren, les puedo sugerir otras opciones.
Es mi respetuosa sugerencia que los miembros de Cradsos pulimenten su cultura general con algunos cursillos de geografía, lógica formal, argumentación y formación crítica.
Ah, y por supuesto, quedan todos invitados a mi próximo recital. Vamos a lubricar debidamente los pedales a fin de evitar todo chirrido que por ventura pudiese disturbar la atención de la audiencia.