¡Pues fíjate! Parece que vamos a cerrar el 2025 con la economía más o menos tranquila, dicen algunos. Pero ojo, que entre tanto 'más o menos' hay huecos grandes, unos rezagos que dan qué pensar. La UNED nos acaba de dejar caer el rollo, y no pinta tan rosita como quieren pintarnos algunos políticos.
Según la Escuela de Ciencias de la Administración de la UNED, la cosa va así: sí, la economía se mantiene firme. Gracias a que hemos estado exportando hasta canaíta y a que el tipo de cambio se ha mantenido más o menos estable – alrededor de los ¢500 por dólar – el Banco Central ya cambió el chip y dice que las cosas van mejor de lo esperado. Las zonas francas han sido las que le han metido gallo, con un montón de exportaciones, y eso ha ayudado a mantener la calma en general.
Y ni hablar de la inflación, que anda bajísima, casi imperceptible, con un 0,2%. Eso quiere decir que los precios no se están disparando, y eso, pa’ los bolsillos, es un respiro. Además, las cosas allá afuera, en el mundo, se han calmado un poco: las broncas políticas no están tan fuertes, el petróleo no está por las nubes, y los mercados internacionales se portan un poquito más tranquilos. Un respiro, eh, porque estábamos apretaditos.
Pero ahí viene el detalle, mi pana: mientras tanto, seguimos con problemas graves. La infraestructura está hecha jeves; las carreteras son un desastre, el transporte público deja mucho que desear, y eso afecta a todos, desde el campesino que tiene que llevar sus productos al mercado hasta el turista que quiere disfrutar de nuestras bellezas naturales. ¡Qué torta!
La seguridad tampoco pinta bien. La delincuencia sigue golpeando duro, afectando la inversión y ahuyentando a los turistas. Nadie quiere venir a Costa Rica si siente que puede salir corriendo con su cartera, ¿verdad? Esto lastima la imagen del país y pone en peligro el futuro económico.
Luego está la educación, y ahí tenemos otro problema gordo. Necesitamos formar gente capacitada en tecnología y áreas especializadas, pero parece que vamos a paso de tortuga. ¡Qué carga! Tenemos que ponernos las pilas para competir en el siglo XXI, sino nos vamos a quedar atrás. El mundo no espera, mae.
Federico Quesada Chaves, el director de la ECA, nos puso las cartas sobre la mesa: tenemos que aprovechar este momento de bonanza económica para echarle ganas a esas reformas estructurales que tanto necesitamos. No podemos seguir viviendo del parche, sino queremos construir un futuro próspero y justo para todos. Hay que invertir en educación, en infraestructura, en seguridad... ¡En todo, diay!
Al final del día, Costa Rica tiene la oportunidad de darle la vuelta a la tortilla. Podemos consolidar nuestro crecimiento económico si hacemos las cosas bien. Pero la pregunta que me hago, y que les quiero hacer a ustedes que andan por acá en el foro, es la siguiente: ¿Estamos realmente dispuestos a sacrificar privilegios y enfrentar cambios difíciles para lograr un desarrollo sostenible que beneficie a toda la población, o seguiremos postergando las soluciones y viendo cómo los problemas se agravan? ¡Den su opinión!
Según la Escuela de Ciencias de la Administración de la UNED, la cosa va así: sí, la economía se mantiene firme. Gracias a que hemos estado exportando hasta canaíta y a que el tipo de cambio se ha mantenido más o menos estable – alrededor de los ¢500 por dólar – el Banco Central ya cambió el chip y dice que las cosas van mejor de lo esperado. Las zonas francas han sido las que le han metido gallo, con un montón de exportaciones, y eso ha ayudado a mantener la calma en general.
Y ni hablar de la inflación, que anda bajísima, casi imperceptible, con un 0,2%. Eso quiere decir que los precios no se están disparando, y eso, pa’ los bolsillos, es un respiro. Además, las cosas allá afuera, en el mundo, se han calmado un poco: las broncas políticas no están tan fuertes, el petróleo no está por las nubes, y los mercados internacionales se portan un poquito más tranquilos. Un respiro, eh, porque estábamos apretaditos.
Pero ahí viene el detalle, mi pana: mientras tanto, seguimos con problemas graves. La infraestructura está hecha jeves; las carreteras son un desastre, el transporte público deja mucho que desear, y eso afecta a todos, desde el campesino que tiene que llevar sus productos al mercado hasta el turista que quiere disfrutar de nuestras bellezas naturales. ¡Qué torta!
La seguridad tampoco pinta bien. La delincuencia sigue golpeando duro, afectando la inversión y ahuyentando a los turistas. Nadie quiere venir a Costa Rica si siente que puede salir corriendo con su cartera, ¿verdad? Esto lastima la imagen del país y pone en peligro el futuro económico.
Luego está la educación, y ahí tenemos otro problema gordo. Necesitamos formar gente capacitada en tecnología y áreas especializadas, pero parece que vamos a paso de tortuga. ¡Qué carga! Tenemos que ponernos las pilas para competir en el siglo XXI, sino nos vamos a quedar atrás. El mundo no espera, mae.
Federico Quesada Chaves, el director de la ECA, nos puso las cartas sobre la mesa: tenemos que aprovechar este momento de bonanza económica para echarle ganas a esas reformas estructurales que tanto necesitamos. No podemos seguir viviendo del parche, sino queremos construir un futuro próspero y justo para todos. Hay que invertir en educación, en infraestructura, en seguridad... ¡En todo, diay!
Al final del día, Costa Rica tiene la oportunidad de darle la vuelta a la tortilla. Podemos consolidar nuestro crecimiento económico si hacemos las cosas bien. Pero la pregunta que me hago, y que les quiero hacer a ustedes que andan por acá en el foro, es la siguiente: ¿Estamos realmente dispuestos a sacrificar privilegios y enfrentar cambios difíciles para lograr un desarrollo sostenible que beneficie a toda la población, o seguiremos postergando las soluciones y viendo cómo los problemas se agravan? ¡Den su opinión!