http://www.nacion.com/ln_ee/2009/agosto/16/opinion2059765.html
Bueno, nada más para aclarar, algunos propagandistas valiéndose de la ignorancia de la gente han llamado dogmáticos a los científicos que alegan consenso con respecto al cambio climático, debido a que los mismos estipulan que el debate con respecto al CG ha llegado a un punto muerto o que ha alcanzado ya el nivel de certeza más alto en la ciencia como lo es el consenso a partir de estudios revisados por pares.
Aquí el autor de forma sucinta describe el proceso histórico a través del cual las emisiones de carbono y en general de los grandes volúmenes de gases emitidos en la revolución industrial llamaron la atención de los científicos incluso desde aquel entonces, y como a partir de ahí se inaugura un debate hace más de 100 años acerca de los posibles efectos que esta emisión sin precedente generaría sobre el clima en general y las distintas variables ligadas al mismo.
Durante el transcurso de esta extensa discusión se plantearon diversas hipótesis como el enfriamiento global o el mismo CG, las cuales en aquel entonces no gozaban del consenso que existe ahora al amparo de estudios revisados por pares. Ya a principios de los noventas se fueron vislumbrando nuevos estudios y para finales de esa década prácticamente se determinó que la actividad humana a lo largo de todo el período post-revolución industrial tendría efectos catastróficos sobre las diferentes variables climáticas a la hora de analizar los numerosos estudios revisados por pares que avalaban esta posición, luego de 100 años de estudios y de observaciones experimentales así como de proyecciones teóricas.
Es decir, la posición de que todavía se debe seguir discutiendo este tema desconoce o quiere que la gente desconozca el extenso debate que ha tenido la comunidad científica a lo largo de todos estos años con respecto a los efectos de la contaminación y la actividad humana sobre el clima, y conveniente y calculadamente buscan desacreditar el consenso a partir de epítetos propagandísticos bastante efectivos, como el hecho de comparar a los científicos con la antítesis de lo que significa el quehacer científico, osea la religión, y por tanto un lenguaje despectivo contra los mismos llamándolos dogmáticos, sectarios, intolerantes etc resulta bastante convincente para aquella gente que con cierta instrucción(pero no en ciencias valga decir) deciden abrazar este discurso al amparo de un anti-izquierdismo visceral donde la posición escéptica les resulta sumamente cómoda(ya que el hecho de reconocer que hay que tomar medidas implica la intervención estatal que tanto odian).
En resumen, el debate lleva más de cien años, hay más de 700 estudios revisados por pares que avalan la posición de consenso contra ninguno con una explicación alternativa, las academias de ciencias de los principales países del mundo creen que la actividad humana afecta el CG, y sin embargo los dogmáticos somos los que aceptamos que la tierra se está calentando sobremanera debido a la actividad humana ante la apabullante evidencia existente. :?
Svante Arrhenius, el premio Nobel de Física sueco del siglo XIX, fue el primer científico que investigó el “efecto invernadero” y calculó el impacto que tendría duplicar las concentraciones del dióxido de carbono (CO2) atmosférico sobre la temperatura del aire. Lo hizo montado sobre los hombros de otro gran científico, el francés Jean-Baptiste Fourier, quien un siglo antes había descubierto que algunos gases absorben más calor que otros, según su composición química. Arrhenius, impactado por la combustión del carbón que desató la Revolución Industrial y el motor de combustión, sostenía: “Estamos evaporando nuestras minas de carbón en el aire” y calculó que duplicar la concentración de este gas de invernadero, aumentaría la captura de calor solar y subiría la temperatura del aire en unos 9º F (5º C). Fourier también había observado que el metano (CH4), otro gas común en la naturaleza, es otro gas con fuerte efecto de invernadero ( conocidos como GEI), pues absorbe unas 23 veces más calor solar que el CO2.
Se ha propuesto que en la atmósfera de la tierra primitiva hace unos 3.800 millones de años, existía gran cantidad de CO2 que fue capturado y removido de la atmósfera por las cianobacterias y las plantas por medio de la fotosíntesis. El CO2 es común en el sistema solar; es el gas predominante en el planeta Venus. Durante la fotosíntesis, el carbono pasa del estado gaseoso al estado sólido, y así se acumuló durante millones de años, como una vieja herencia, en depósitos de carbón, gas y petróleo. Actualmente, el CO2 existe en la atmósfera terrestre en pequeñas cantidades (0,035%), pero ¡gracias a esas pequeñas cantidades es que la superficie terrestre no está congelada!
Estaciones de monitoreo. Es evidente entonces que la Revolución Industrial transformó nuestro uso de la energía, en tanto que vivíamos de fotosíntesis presente (leña) y pasamos a vivir de fotosíntesis antigua (carbón, petróleo, gas). La Revolución Industrial inició la inversión de este proceso con la conversión del carbono sólido en CO2 y metano, que para el año 2008, alcanzó las 18 giga-toneladas (1012), de carbono, transferidas a la atmósfera. Estos datos indican que sin saberlo hemos venido reversando un proceso ancestral que empezó hace millones de años en mar y tierra, y esto lo estamos logrando en unas pocas ¡décadas!
Pasó un siglo de olvido a las preocupaciones de Arrhenius hasta que el Instituto Oceanográfico Scripps, contrató, en 1957, cuando resucita la controversia, al joven científico Charles Keeling, para establecer estaciones de monitoreo de CO2 en la Antártica y en Hawái, ante la completa ausencia de información. Durante décadas, Keeling acumuló datos diarios sobre dichas concentraciones, demostrando, con certidumbre, un paulatino aumento, inicialmente a un ritmo de 0,7 ppm (partes por millón por volumen), luego a 1,5 ppm y desde 2007 a unas 3,0 ppm de aumento anual. A este ritmo, las concentraciones del CO2 se duplicarían, llegando a unas 500 ppm antes del año 2050 y las predicciones sobre el aumento en temperatura de las simulaciones con supercomputadoras, no difieren significativamente de las de Arrhenius.
Los detractores. Es notable como se llegaron a medir las concentraciones preindustriales de CO2, analizando la composición de las burbujas atrapadas en los hielos del Antártico y del Ártico. Los investigadores han extraído cilindros de hielo de hasta tres kilómetros de profundidad, que permiten conocer las variaciones en los gases atmosféricos durante el último medio millón de años. Se observó que los niveles de CO2 en las burbujas oscilaron entre las 200 ppm y las 280 ppm antes de la Revolución Industrial, bajando durante las épocas glaciales y subiendo durante los periodos interglaciales. La última medida de concentración reportada es de 385 ppm de CO2 para 2008. Este triste cuadro lo confirman los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), así como el análisis de la NASA y otras agencias espaciales. El aspecto económico ha sido analizado por Nicolas Stern (http://www.sternreport.org ), un destacado economista que fue contratado por el Gobierno británico para elaborar dicho estudio. Todos coinciden en la urgencia de la acción, que, de no darse rápidamente, cargaría un grueso fardo sobre las espaldas de nuestros hijos y nietos.
Los detractores de la descripción expuesta arriba, proponen que los cambios no son principalmente antropogénicos, sino que se deben a diversas razones planetarias, como la excentricidad de la órbita terrestre y la inclinación del eje de rotación del globo terráqueo, condiciones que efectivamente contribuyen a la variación estacional, pero cuyo impacto no explica los perfiles de CO2 a través del tiempo que Keeling y otros han observado.
El dictado de la ciencia. Un aspecto importante que no se logra resolver con las alternativas propuestas por los opositores es como explicar el cero-impacto de las giga-toneladas de CO2 que el ser humano está transfiriendo a la atmósfera anualmente. Otro razonamiento se basa en la severidad de lo que está en juego, para nosotros y las siguientes generaciones. Si los científicos tienen razón, y gran parte del aumento de gases de invernadero es antropogénico, las consecuencias de la inacción –business as usual– serían devastadoras para amplios sectores de la población humana. Por tanto, aun ante la duda, deberíamos actuar pues lo que está en juego es tan grande que no podemos tomar el riesgo de ignorarlo. Si los científicos se equivocan, las acciones no necesariamente tendrían un impacto negativo.
Lo cierto es que existe gran consenso entre la comunidad científica de que este cuento debe ocuparnos. No para caer en la inacción o la depresión, sino precisamente para emprender acciones. Ni tampoco tiene sentido buscar culpables, pues todos hemos disfrutados de los beneficios que la Revolución Industrial trajo a la humanidad. Es notable que hace unas semanas las Academias de Ciencia de los principales países del mundo (Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Italia, Japón, México, Rusia, Sur África, Inglaterra, EE. UU.) han emitido un documento firmado por sus respectivos presidentes: Cambio climático y la transformación de las tecnologías energéticas para un futuro bajo en carbono . Su propuesta es que la Ciencia debe anteponer sus mejores esfuerzos para buscar soluciones al reto de un futuro en que dependamos de solo fuentes renovables de energía como la geotérmica, la eólica, la solar, y la hídrica. El documento también indica:
El cambio climático y las fuentes de energía renovables son retos cruciales para el futuro de la humanidad. Es esencial que los gobernantes y los líderes en el mundo logren acuerdos en la reunión de Copenhague, en diciembre de este año, para reducir emisiones y así combatir las consecuencias negativas del impacto antropogénico sobre el cambio climático. Al mismo tiempo, es necesario llegar a acuerdos que garanticen los servicios básicos de energía para toda la población humana.
Una nueva etapa. Las negociaciones que propicia la ONU a fin de año en Copenhague abren una nueva etapa que se inició en Kyoto, Japón, sobre cambio climático. Como lo proponen las Academias, la reunión en Copenhague es de vital importancia para la humanidad; para el futuro de nuestros hijos y nietos, pues se espera que se adopten importantes compromisos para reducir las emisiones y adaptarnos al cambio. Nuestro país ha estado presente en las reuniones preparatorias y llevará como carta de presentación la propuesta del presidente Arias de llegar a neutralizar las emisiones antropogénicas que nos corresponden para el segundo aniversario de nuestra independencia. Esta propuesta representa una política para combatir el cambio climático, tal como también lo ha hecho el Parlamento inglés con una ley para reducir emisiones para el 2050.
Llegó el momento de comprender que somos parte de la naturaleza, que no estamos separados de ella. Así como lo dice el mensaje eterno del Indio Seatle: “La tierra no es del hombre, el hombre es de la tierra. Nosotros somos solo un hilo en la trama de la Vida”. Tenemos opciones y tecnologías para detener el deterioro de la atmósfera, de la tierra y del mar, si todos los seres humanos actuamos en conjunto, Gobiernos y sector privado, niños, jóvenes y adultos. Desde el nivel personal, donde todos podemos contribuir, al nivel familiar, comunal, regional y nacional hay mucho que hacer y felizmente, hay también un creciente número de líderes que han expresado su disposición a actuar en Copenhague.
Bueno, nada más para aclarar, algunos propagandistas valiéndose de la ignorancia de la gente han llamado dogmáticos a los científicos que alegan consenso con respecto al cambio climático, debido a que los mismos estipulan que el debate con respecto al CG ha llegado a un punto muerto o que ha alcanzado ya el nivel de certeza más alto en la ciencia como lo es el consenso a partir de estudios revisados por pares.
Aquí el autor de forma sucinta describe el proceso histórico a través del cual las emisiones de carbono y en general de los grandes volúmenes de gases emitidos en la revolución industrial llamaron la atención de los científicos incluso desde aquel entonces, y como a partir de ahí se inaugura un debate hace más de 100 años acerca de los posibles efectos que esta emisión sin precedente generaría sobre el clima en general y las distintas variables ligadas al mismo.
Durante el transcurso de esta extensa discusión se plantearon diversas hipótesis como el enfriamiento global o el mismo CG, las cuales en aquel entonces no gozaban del consenso que existe ahora al amparo de estudios revisados por pares. Ya a principios de los noventas se fueron vislumbrando nuevos estudios y para finales de esa década prácticamente se determinó que la actividad humana a lo largo de todo el período post-revolución industrial tendría efectos catastróficos sobre las diferentes variables climáticas a la hora de analizar los numerosos estudios revisados por pares que avalaban esta posición, luego de 100 años de estudios y de observaciones experimentales así como de proyecciones teóricas.
Es decir, la posición de que todavía se debe seguir discutiendo este tema desconoce o quiere que la gente desconozca el extenso debate que ha tenido la comunidad científica a lo largo de todos estos años con respecto a los efectos de la contaminación y la actividad humana sobre el clima, y conveniente y calculadamente buscan desacreditar el consenso a partir de epítetos propagandísticos bastante efectivos, como el hecho de comparar a los científicos con la antítesis de lo que significa el quehacer científico, osea la religión, y por tanto un lenguaje despectivo contra los mismos llamándolos dogmáticos, sectarios, intolerantes etc resulta bastante convincente para aquella gente que con cierta instrucción(pero no en ciencias valga decir) deciden abrazar este discurso al amparo de un anti-izquierdismo visceral donde la posición escéptica les resulta sumamente cómoda(ya que el hecho de reconocer que hay que tomar medidas implica la intervención estatal que tanto odian).
En resumen, el debate lleva más de cien años, hay más de 700 estudios revisados por pares que avalan la posición de consenso contra ninguno con una explicación alternativa, las academias de ciencias de los principales países del mundo creen que la actividad humana afecta el CG, y sin embargo los dogmáticos somos los que aceptamos que la tierra se está calentando sobremanera debido a la actividad humana ante la apabullante evidencia existente. :?