Maes, hay que sentarse para leer esto, porque la vara es de no creer. Resulta que la gente de la Sociedad Administradora de Fondos de Inversión del Banco de Costa Rica (BCR SAFI) se jaló la torta del siglo: agarraron $70 millones de la plata de un montón de inversionistas y compraron un proyecto que ni siquiera estaba terminado. Y no, no es un chisme de pasillo ni una hablada. La misma gerencia actual de la SAFI y hasta sus abogados lo confirmaron en una reunión con los duros de la SUGEVAL. ¡Qué despiche!
La historia es así: la ley tica es clarísima y dice que los fondos de inversión inmobiliarios solo pueden comprar propiedades ya construidas, listas para alquilar y generar ganancias. La idea es que son una inversión segura, no una apuesta de casino. No pueden jugar al desarrollador con plata ajena, punto. Pero diay, parece que en el 2020 esa regla era una sugerencia para la SAFI. Las famosas 'bodegas' del Parque Empresarial del Pacífico (PEP) que compraron eran, en realidad, unos galerones a medio palo: solo tenían las columnas y el techo puestos. Cero paredes, cero acabados y, para rematar, la bodega de almacenaje en frío, que era el gran atractivo del negocio, ni siquiera existía. Literalmente compraron un cascarón a precio de palacio.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y a uno le empieza a hervir la sangre. Esto no fue un error de un practicante o un despiste. Nada más y nada menos que 12 altos funcionarios del banco, de esos que ganan un platal por, supuestamente, saber lo que hacen, vieron con sus propios ojos una presentación con FOTOS del proyecto a medio construir. ¡Fotos, mae! El documento se llamaba "Proyecto Adquisición Parque Empresarial del Pacífico" y no dejaba nada a la imaginación. Entre esa gente estaba gente muy pesada, incluida la que hoy es la presidenta del BCR, Mahity Flores, quien en ese momento era vicepresidenta de la SAFI. O sea, vieron los galerones sin paredes, en obra gris, y aún así la Junta Directiva dijo: "¡Sí, démosle, suena a un negoción!". Para colmo, declararon la discusión de ese día confidencial. ¿Por qué tanto secretismo si todo estaba en orden?
Ahora hablemos de la plata, porque ahí es donde el despiche se convierte en escándalo. Pagaron $70 millones de dólares. Setenta. Palos. Millones. Por un chunche que, según avalúos posteriores, en realidad valía $34.7 millones. ¡Menos de la mitad! Se necesita ser muy mal negociante o tener otras intenciones para pagar más del doble por una propiedad que, además, legalmente ni siquiera podían comprar. Toda esa plata, que es el ahorro y la inversión de un montón de gente que confió en el BCR para su brete, se fue al traste en una compra que apesta por donde se le mire. Es una falta de respeto monumental a los inversionistas.
Como era de esperarse, años después el tamal se destapó y ahora todo el mundo corre. El mismo BCR (qué valientes, ahora sí) mandó una denuncia al Ministerio Público contra cinco funcionarios y la SUGEVAL anda detrás del asunto, confirmando que la SAFI se brincó un montón de responsabilidades. Es la clásica historia: primero se hace el desmadre a puerta cerrada, se oculta la información y luego, cuando el barco se hunde, empiezan a buscar a quién echarle el muerto. Pero las fotos no mienten, los números tampoco, y los nombres de los 12 que estuvieron en esa reunión tampoco se pueden borrar. La pregunta para el foro es simple, maes: ¿Creen que esto fue solo una cadena de 'malas decisiones' y pura incompetencia, o esta vara tiene toda la pinta de algo mucho más turbio? ¿Qué creen que debería pasar con los que sabían y no hicieron nada? ¡Los leo!
La historia es así: la ley tica es clarísima y dice que los fondos de inversión inmobiliarios solo pueden comprar propiedades ya construidas, listas para alquilar y generar ganancias. La idea es que son una inversión segura, no una apuesta de casino. No pueden jugar al desarrollador con plata ajena, punto. Pero diay, parece que en el 2020 esa regla era una sugerencia para la SAFI. Las famosas 'bodegas' del Parque Empresarial del Pacífico (PEP) que compraron eran, en realidad, unos galerones a medio palo: solo tenían las columnas y el techo puestos. Cero paredes, cero acabados y, para rematar, la bodega de almacenaje en frío, que era el gran atractivo del negocio, ni siquiera existía. Literalmente compraron un cascarón a precio de palacio.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y a uno le empieza a hervir la sangre. Esto no fue un error de un practicante o un despiste. Nada más y nada menos que 12 altos funcionarios del banco, de esos que ganan un platal por, supuestamente, saber lo que hacen, vieron con sus propios ojos una presentación con FOTOS del proyecto a medio construir. ¡Fotos, mae! El documento se llamaba "Proyecto Adquisición Parque Empresarial del Pacífico" y no dejaba nada a la imaginación. Entre esa gente estaba gente muy pesada, incluida la que hoy es la presidenta del BCR, Mahity Flores, quien en ese momento era vicepresidenta de la SAFI. O sea, vieron los galerones sin paredes, en obra gris, y aún así la Junta Directiva dijo: "¡Sí, démosle, suena a un negoción!". Para colmo, declararon la discusión de ese día confidencial. ¿Por qué tanto secretismo si todo estaba en orden?
Ahora hablemos de la plata, porque ahí es donde el despiche se convierte en escándalo. Pagaron $70 millones de dólares. Setenta. Palos. Millones. Por un chunche que, según avalúos posteriores, en realidad valía $34.7 millones. ¡Menos de la mitad! Se necesita ser muy mal negociante o tener otras intenciones para pagar más del doble por una propiedad que, además, legalmente ni siquiera podían comprar. Toda esa plata, que es el ahorro y la inversión de un montón de gente que confió en el BCR para su brete, se fue al traste en una compra que apesta por donde se le mire. Es una falta de respeto monumental a los inversionistas.
Como era de esperarse, años después el tamal se destapó y ahora todo el mundo corre. El mismo BCR (qué valientes, ahora sí) mandó una denuncia al Ministerio Público contra cinco funcionarios y la SUGEVAL anda detrás del asunto, confirmando que la SAFI se brincó un montón de responsabilidades. Es la clásica historia: primero se hace el desmadre a puerta cerrada, se oculta la información y luego, cuando el barco se hunde, empiezan a buscar a quién echarle el muerto. Pero las fotos no mienten, los números tampoco, y los nombres de los 12 que estuvieron en esa reunión tampoco se pueden borrar. La pregunta para el foro es simple, maes: ¿Creen que esto fue solo una cadena de 'malas decisiones' y pura incompetencia, o esta vara tiene toda la pinta de algo mucho más turbio? ¿Qué creen que debería pasar con los que sabían y no hicieron nada? ¡Los leo!