Maes, a veces uno lee una noticia y se le revuelve el estómago. No por lo gráfico, sino por la pura impotencia. Y la vara con Yerri Gustavo Estrada Ruiz, el médico tico-nica de 30 años, es de esas. Ya pasó más de un mes desde que, según denuncia su mamá, se lo llevaron a la fuerza del hospital de Granada, en Nicaragua. Un mes. Imagínense ustedes lo que es un mes sin saber absolutamente nada de un familiar, secuestrado por uno de los regímenes más nefastos del continente. No es un caso más en las noticias, es un costarricense que desapareció del mapa, y su mamá, doña Rosa Ruiz, está viviendo un infierno que no le desearíamos ni al peor enemigo.
El grito de doña Rosa es de esos que calan hasta los huesos: “Vivo se lo llevaron, vivo lo quiero”. ¡Qué nivel de angustia! La señora no está pidiendo plata ni favores, está exigiendo lo más básico: una prueba de vida. Está señalando directamente a la dictadura de Ortega y Murillo, responsabilizándolos por la integridad de su hijo. Y, seamos honestos, el despiche que está viviendo esta familia no tiene nombre. Cada llamada, cada minuto de silencio, es una tortura. Ella misma lo dice, vive pegada al teléfono esperando la llamada que le confirme que su hijo vive o la que le anuncie la peor de las tragedias. Es una crueldad que va más allá de lo político; es un ataque directo a la humanidad más elemental.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más absurda, si es que eso es posible. ¿Cuál fue el “delito” imperdonable de Yerri? Según su madre, haber participado en protestas para defender a los adultos mayores. Lean eso de nuevo. En la Nicaragua de hoy, ser un médico que defiende a los viejitos te convierte en un enemigo del Estado, tan peligroso que tienen que hacerte desaparecer y encerrarte en las celdas clandestinas de El Chipote. La lógica de doña Rosa es aplastante: si tanto les estorba en Nicaragua, que lo manden para su otro país, porque mae, Yerri nació aquí. Es tan tico como el gallo pinto. Es un S.O.S. en toda regla, una súplica directa a las autoridades de Costa Rica para que se muevan.
Lo más interesante es que hasta Estados Unidos ya pegó el grito al cielo. El Departamento de Estado gringo salió con todo, sin pelos en la lengua, a denunciar la desaparición, la tortura y a responsabilizar directamente a la pareja dictatorial. Usaron palabras fuertes, cuestionando la inseguridad de Rosario Murillo por no poder ni siquiera mostrar una prueba de que el doctor está vivo. Y mientras los gringos le tiran durísimo al régimen, uno inevitablemente se pregunta: diay, ¿y nosotros qué? ¿Nuestra Cancillería está haciendo todo el brete posible? Entiendo la diplomacia y las formas, pero cuando la vida de un connacional está en juego, la presión debería ser máxima y constante. No podemos quedarnos en comunicados tibios.
Al final del día, esta no es una historia lejana. Es la cruda realidad del vecino, una que nos salpica directamente con el secuestro de uno de los nuestros. La frase de doña Rosa, “vivo lo quiero”, debería retumbar en la Casa Amarilla y en Zapote. No es un favor, es la obligación del Estado costarricense de proteger a sus ciudadanos, sin importar dónde estén. Esto va más allá de la ideología; es un tema de derechos humanos y de dignidad nacional. Por eso les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: más allá de la indignación, ¿qué creen ustedes que debería hacer Costa Rica, de forma concreta y contundente, para presionar por la liberación de Yerri? ¿Estamos haciendo lo suficiente o nos estamos quedando cortos?
El grito de doña Rosa es de esos que calan hasta los huesos: “Vivo se lo llevaron, vivo lo quiero”. ¡Qué nivel de angustia! La señora no está pidiendo plata ni favores, está exigiendo lo más básico: una prueba de vida. Está señalando directamente a la dictadura de Ortega y Murillo, responsabilizándolos por la integridad de su hijo. Y, seamos honestos, el despiche que está viviendo esta familia no tiene nombre. Cada llamada, cada minuto de silencio, es una tortura. Ella misma lo dice, vive pegada al teléfono esperando la llamada que le confirme que su hijo vive o la que le anuncie la peor de las tragedias. Es una crueldad que va más allá de lo político; es un ataque directo a la humanidad más elemental.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más absurda, si es que eso es posible. ¿Cuál fue el “delito” imperdonable de Yerri? Según su madre, haber participado en protestas para defender a los adultos mayores. Lean eso de nuevo. En la Nicaragua de hoy, ser un médico que defiende a los viejitos te convierte en un enemigo del Estado, tan peligroso que tienen que hacerte desaparecer y encerrarte en las celdas clandestinas de El Chipote. La lógica de doña Rosa es aplastante: si tanto les estorba en Nicaragua, que lo manden para su otro país, porque mae, Yerri nació aquí. Es tan tico como el gallo pinto. Es un S.O.S. en toda regla, una súplica directa a las autoridades de Costa Rica para que se muevan.
Lo más interesante es que hasta Estados Unidos ya pegó el grito al cielo. El Departamento de Estado gringo salió con todo, sin pelos en la lengua, a denunciar la desaparición, la tortura y a responsabilizar directamente a la pareja dictatorial. Usaron palabras fuertes, cuestionando la inseguridad de Rosario Murillo por no poder ni siquiera mostrar una prueba de que el doctor está vivo. Y mientras los gringos le tiran durísimo al régimen, uno inevitablemente se pregunta: diay, ¿y nosotros qué? ¿Nuestra Cancillería está haciendo todo el brete posible? Entiendo la diplomacia y las formas, pero cuando la vida de un connacional está en juego, la presión debería ser máxima y constante. No podemos quedarnos en comunicados tibios.
Al final del día, esta no es una historia lejana. Es la cruda realidad del vecino, una que nos salpica directamente con el secuestro de uno de los nuestros. La frase de doña Rosa, “vivo lo quiero”, debería retumbar en la Casa Amarilla y en Zapote. No es un favor, es la obligación del Estado costarricense de proteger a sus ciudadanos, sin importar dónde estén. Esto va más allá de la ideología; es un tema de derechos humanos y de dignidad nacional. Por eso les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: más allá de la indignación, ¿qué creen ustedes que debería hacer Costa Rica, de forma concreta y contundente, para presionar por la liberación de Yerri? ¿Estamos haciendo lo suficiente o nos estamos quedando cortos?