Mijo, dígame si esto no es verdad: el panorama gastronómico en Costa Rica anda que arde. Ya no hablamos de “comer rico”, sino de experiencias, de arte en un plato, de chefs que le ponen el alma al brete. Diengo Chou ya nos dio un adelanto en Gusto, pero pues mi, les tengo la posta completa. No se trata solo de comer, se trata de sentir, de dejarse llevar y entender que sí, tenemos comida de lujo que no tiene nada que envidiarle a Europa o Asia.
Lo que me encanta de esta nueva generación de chefs es que no están tratando de copiar recetas de afuera. Han agarrado lo nuestro, la rica tierra, los productos frescos, esos sabores que nos recuerdan a la abuelita y le han dado un giro sofisticado. Pues eso, elevar lo tradicional, pero sin perder la esencia. Ya vieron que Chou mencionaba ‘farm to table’, pero aquí lo llevamos al siguiente nivel, es como ‘la huerta al plato’ literalmente. Conocer al productor, saber de dónde viene la hoja de cilantro, eso suma, mijos.
Después de probar estos diez templos del buen comer – y créame, algunos fueron verdaderos desafíos de paladar – puedo decirles que el fine dining en Costa Rica está viviendo un renacimiento. No es solo para ocasiones especiales, ahora es accesible para aquellos que realmente aprecian la cocina y quieren darse un gusto. Pero ojo, no vengan pensando en cenas rápidas y baratas, aquí se paga por la calidad, el servicio impecable y la dedicación de un equipo entero.
Empezaremos con Al Mercat Dota, el oasis de Popo González en Copey. Mi pana, qué magia con esos ingredientes de la montaña. El ambiente te transporta, sientes la brisa fresca, escuchas los pájaros... y entonces llega el plato y explotás la cabeza. Amana, en Escalante, es otra historia. Kenneth Ruiz te abraza el alma con cada bocado. Es una cocina honesta, sin pretensiones, pero llena de emociones. Varas aparte, ese lugar es pura energía positiva.
Luego, nos vamos a Cense, el proyecto de Kevin Charpentier inspirado en las montañas de Escazú. La combinación de sabores es sorprendente, juega con texturas y aromas de manera magistral. Conservatorium, con sus tres chefs al mando, es pura locura experimental. Mei, Aldo y Henry te hacen cuestionar todo lo que creías saber de la cocina. Les gusta jugar con el fuego, literalmente, y salir de la zona de confort. Se nota que están pensando diferente y desafiando los límites.
Convivio, en Santa Teresa, es un viaje por Latinoamérica en un plato. La influencia caribeña es palpable, los sabores vibrantes y frescos. Don Rufino, en La Fortuna, celebra la identidad costarricense con orgullo. Es una explosión de colores y sabores que te conecta con nuestras raíces. Doris Metropolitan, con su larga trayectoria internacional, te ofrece cortes de carne de primera calidad que se derriten en la boca, y vaya que saben cómo manejarla. ¡Una torta con esas carnes!
Y para cerrar con broche de oro, El Taller de Billy Sazón, una experiencia sensorial completa. Sergio Dobles Castillo es un maestro en transformar ingredientes simples en obras de arte comestibles. EnBoca, del trío Diego, Mariella y Germán, nos recuerda que Costa Rica puede competir a nivel mundial con su cocina. Entrecote Brasserie & Bar, creado por Regis Molina, complementa a la perfección sus platos con una excelente selección de vinos y cocteles. Un respiro de aire fresco en medio del bullicio de Escazú.
Bueno, mijos, aquí tienen diez razones para empezar a explorar el fine dining costarricense. Ahora me digan, ¿cuál de estos restaurantes les llama más la atención y por qué? ¿Creen que estamos exagerando con la expectativa o realmente hay un cambio significativo en la escena gastronómica del país?
Lo que me encanta de esta nueva generación de chefs es que no están tratando de copiar recetas de afuera. Han agarrado lo nuestro, la rica tierra, los productos frescos, esos sabores que nos recuerdan a la abuelita y le han dado un giro sofisticado. Pues eso, elevar lo tradicional, pero sin perder la esencia. Ya vieron que Chou mencionaba ‘farm to table’, pero aquí lo llevamos al siguiente nivel, es como ‘la huerta al plato’ literalmente. Conocer al productor, saber de dónde viene la hoja de cilantro, eso suma, mijos.
Después de probar estos diez templos del buen comer – y créame, algunos fueron verdaderos desafíos de paladar – puedo decirles que el fine dining en Costa Rica está viviendo un renacimiento. No es solo para ocasiones especiales, ahora es accesible para aquellos que realmente aprecian la cocina y quieren darse un gusto. Pero ojo, no vengan pensando en cenas rápidas y baratas, aquí se paga por la calidad, el servicio impecable y la dedicación de un equipo entero.
Empezaremos con Al Mercat Dota, el oasis de Popo González en Copey. Mi pana, qué magia con esos ingredientes de la montaña. El ambiente te transporta, sientes la brisa fresca, escuchas los pájaros... y entonces llega el plato y explotás la cabeza. Amana, en Escalante, es otra historia. Kenneth Ruiz te abraza el alma con cada bocado. Es una cocina honesta, sin pretensiones, pero llena de emociones. Varas aparte, ese lugar es pura energía positiva.
Luego, nos vamos a Cense, el proyecto de Kevin Charpentier inspirado en las montañas de Escazú. La combinación de sabores es sorprendente, juega con texturas y aromas de manera magistral. Conservatorium, con sus tres chefs al mando, es pura locura experimental. Mei, Aldo y Henry te hacen cuestionar todo lo que creías saber de la cocina. Les gusta jugar con el fuego, literalmente, y salir de la zona de confort. Se nota que están pensando diferente y desafiando los límites.
Convivio, en Santa Teresa, es un viaje por Latinoamérica en un plato. La influencia caribeña es palpable, los sabores vibrantes y frescos. Don Rufino, en La Fortuna, celebra la identidad costarricense con orgullo. Es una explosión de colores y sabores que te conecta con nuestras raíces. Doris Metropolitan, con su larga trayectoria internacional, te ofrece cortes de carne de primera calidad que se derriten en la boca, y vaya que saben cómo manejarla. ¡Una torta con esas carnes!
Y para cerrar con broche de oro, El Taller de Billy Sazón, una experiencia sensorial completa. Sergio Dobles Castillo es un maestro en transformar ingredientes simples en obras de arte comestibles. EnBoca, del trío Diego, Mariella y Germán, nos recuerda que Costa Rica puede competir a nivel mundial con su cocina. Entrecote Brasserie & Bar, creado por Regis Molina, complementa a la perfección sus platos con una excelente selección de vinos y cocteles. Un respiro de aire fresco en medio del bullicio de Escazú.
Bueno, mijos, aquí tienen diez razones para empezar a explorar el fine dining costarricense. Ahora me digan, ¿cuál de estos restaurantes les llama más la atención y por qué? ¿Creen que estamos exagerando con la expectativa o realmente hay un cambio significativo en la escena gastronómica del país?