Qué mundo en el que vivimos! Y que país el que tenemos…me avergüenzo y me indigno de vez en cuando, especialmente al ver como algunos “vivos” se permiten dar opiniones desde sus muy cómodas posiciones de simples espectadores.
Ahora resulta que un accidente resulta ser un asesinato y a quién actúa en beneficio de los ciudadanos, cumpliendo con su deber y órdenes oficiales superiores, se le califica de criminal.
Saltan a la pantalla los “especialistas” que juzgan, sin ningún criterio real, las acciones de un grupo policial formado para el enfrentamiento de peligrosos antisociales, en actos notablemente de peligro para la vida de cada uno de sus miembros. Este no fue un acto de brutalidad policiaca o de abuso de autoridad, fue un acto totalmente válido y respaldado por la ciudadanía consiente del riesgo que se corrió.
Los periodistas ajenos totalmente a la lógica hacen comentarios antojadizos culpando, hostigando y promoviendo acciones legales y de reclamo a los ya bastante dolidos familiares del hombre que también en cumplimiento de su deber perdió la vida no asesinado, sino como víctima de un evento delictivo que fue originado por verdaderos desalmados que no habrían dudado en matar a quién se les hubiera puesto enfrente, de haber logrado su intención de escape del centro penitenciario. Si no se hubiera dado la acción eficiente del grupo policial hoy vilmente juzgado y acusado de asesinato, hubiéramos enterrado a más de un oficial o ciudadano inocente, y los especialistas habrían dado su experimentada opinión, culpando al grupo policial por no haber hecho todo lo posible por detener a los delincuentes en su huida, aunque hubieran perdido la vida algunos de sus oficiales, no importaría si se hubieran detenido a los delincuentes. O sea que cualquiera que fuera la decisión, los especialistas y los cabezas calientes estarían en desacuerdo con lo actuado, como lo hacen hoy. Por supuesto ellos, en su lugar, hubieran tomado la “decisión correcta” y no habrían cometido el más mínimo error. Muy cómodo criticar desde el tablado.
Se hizo lo que había que hacer con el doloroso desenlace de un oficial caído, que podría haber sido mucho peor, no se trataba de delincuentes comunes, por el contrario era el escape de reconocidos delincuentes capaces de matar a cuanta persona se les atravesara.
Es el gobierno el que ahora debe responder, con la indemnización de la familia del oficial caído en cumplimiento de su deber, acción correcta y lógica cuando uno de sus funcionarios, también en cumplimiento de su deber de salvaguardar a los ciudadanos y en claro riesgo propio, dispara a los secuestradores que cobardemente se protegían y escudaban con sus rehenes, ocasionando con su acción de defensa, la muerte de un oficial en ese momento rehén de los delincuentes.
Debemos darle gracias a Dios de que el resultado no fue peor y de que hoy no estemos llorando la muerte de más rehenes y de ciudadanos ajenos al conflicto asesinados por prófugos verdaderamente peligrosos y sin un ápice de aprecio por la vida.
Gerardo Mederas 1-463-389
Ahora resulta que un accidente resulta ser un asesinato y a quién actúa en beneficio de los ciudadanos, cumpliendo con su deber y órdenes oficiales superiores, se le califica de criminal.
Saltan a la pantalla los “especialistas” que juzgan, sin ningún criterio real, las acciones de un grupo policial formado para el enfrentamiento de peligrosos antisociales, en actos notablemente de peligro para la vida de cada uno de sus miembros. Este no fue un acto de brutalidad policiaca o de abuso de autoridad, fue un acto totalmente válido y respaldado por la ciudadanía consiente del riesgo que se corrió.
Los periodistas ajenos totalmente a la lógica hacen comentarios antojadizos culpando, hostigando y promoviendo acciones legales y de reclamo a los ya bastante dolidos familiares del hombre que también en cumplimiento de su deber perdió la vida no asesinado, sino como víctima de un evento delictivo que fue originado por verdaderos desalmados que no habrían dudado en matar a quién se les hubiera puesto enfrente, de haber logrado su intención de escape del centro penitenciario. Si no se hubiera dado la acción eficiente del grupo policial hoy vilmente juzgado y acusado de asesinato, hubiéramos enterrado a más de un oficial o ciudadano inocente, y los especialistas habrían dado su experimentada opinión, culpando al grupo policial por no haber hecho todo lo posible por detener a los delincuentes en su huida, aunque hubieran perdido la vida algunos de sus oficiales, no importaría si se hubieran detenido a los delincuentes. O sea que cualquiera que fuera la decisión, los especialistas y los cabezas calientes estarían en desacuerdo con lo actuado, como lo hacen hoy. Por supuesto ellos, en su lugar, hubieran tomado la “decisión correcta” y no habrían cometido el más mínimo error. Muy cómodo criticar desde el tablado.
Se hizo lo que había que hacer con el doloroso desenlace de un oficial caído, que podría haber sido mucho peor, no se trataba de delincuentes comunes, por el contrario era el escape de reconocidos delincuentes capaces de matar a cuanta persona se les atravesara.
Es el gobierno el que ahora debe responder, con la indemnización de la familia del oficial caído en cumplimiento de su deber, acción correcta y lógica cuando uno de sus funcionarios, también en cumplimiento de su deber de salvaguardar a los ciudadanos y en claro riesgo propio, dispara a los secuestradores que cobardemente se protegían y escudaban con sus rehenes, ocasionando con su acción de defensa, la muerte de un oficial en ese momento rehén de los delincuentes.
Debemos darle gracias a Dios de que el resultado no fue peor y de que hoy no estemos llorando la muerte de más rehenes y de ciudadanos ajenos al conflicto asesinados por prófugos verdaderamente peligrosos y sin un ápice de aprecio por la vida.
Gerardo Mederas 1-463-389