¡Ay, Dios mío, qué torta! La Organización Meteorológica Mundial (OMM) soltó la bomba hace unos días: el diablo del dióxido de carbono en la atmósfera sigue subiendo a toda marcha. El año pasado, pa’ ustedes que no estén al día, tuvimos un aumento sin precedentes. Como si el planeta estuviera sudando a goteras y nosotros sigamos encendiendo carbón.
Para ponerle pausa a la cosa, esto significa que, según dicen los científicos, estamos rompiendo récords históricos. Imagínense, desde 1957 que miden estas cosas, nunca había visto un pico tan alto. No es poca cosa, chunches; es como si le estuviéramos echando gasolina al fuego y esperando que no nos quememos a todos.
Pero no es solo el CO2, ¡ay no! También tenemos problemas con el metano, que viene de los animales y de otras cositas turbias, y con el óxido nitroso, que es otra mezcla rara generada por máquinas y químicos. Todos esos gases trabajan juntos para atrapar el calor y hacer que el planeta se sienta como un horno, ¿me entienden?
Lo peor de todo es que los “sumideros”, esos lugares donde la naturaleza suele absorber parte del CO2 –como los bosques y los océanos– ya no están funcionando como deberían. Parece que están saturados, o quizás simplemente agotados de tanta contaminación. Y eso, mis amigos, es un círculo vicioso que nos tiene a todos preocupados. Un brete complicado, vamos.
Ahora, pa’ que entiendan bien, el año pasado además fue el más calientito que hemos tenido en la historia. Sí, sí, lo superaron al 2023, que ya era bastante feo. Y como dice la ciencia, entre más caliente esté el agua, menos oxígeno disuelve, así que los océanos tienen menos capacidad de absorber CO2. ¡Qué sal!
Ko Barrett, la encargada de la OMM, lo dijo clarito: “Reducir las emisiones es esencial, no solo para nuestro clima, sino también para la seguridad de las economías y el bienestar de las comunidades.” No es solo una frase hecha, mae; es la pura verdad. Tenemos que despertar y entender que esto nos afecta a todos, desde el campesino hasta el político.
Por cierto, pronto tendremos la COP30 en Brasil, donde van a reunirse los líderes mundiales para ver cómo solucionar este lío. Esperemos que esta vez sí hagan algo útil, en lugar de promesas vacías y acuerdos que nunca cumplen. Hay que apoyar esas iniciativas de medición de gases, que eso ayuda a saber dónde estamos parados, pero la verdadera diferencia la haremos cuando dejemos de hablar y empecemos a actuar, ¿entienden?
Bueno, pues ahí lo tienen: el planeta está gritando auxilio y nosotros seguimos haciendo caso omiso. ¿Será que estamos demasiado cómodos para cambiar nuestros hábitos y enfrentar esta realidad? ¿Qué deberíamos hacer los costarricenses, como ciudadanos individuales, para ayudar a frenar este desastre climático? Déjenme sus ideas en los comentarios, ¡qué les parece si empezamos a darle duro a este problema desde casa!
Para ponerle pausa a la cosa, esto significa que, según dicen los científicos, estamos rompiendo récords históricos. Imagínense, desde 1957 que miden estas cosas, nunca había visto un pico tan alto. No es poca cosa, chunches; es como si le estuviéramos echando gasolina al fuego y esperando que no nos quememos a todos.
Pero no es solo el CO2, ¡ay no! También tenemos problemas con el metano, que viene de los animales y de otras cositas turbias, y con el óxido nitroso, que es otra mezcla rara generada por máquinas y químicos. Todos esos gases trabajan juntos para atrapar el calor y hacer que el planeta se sienta como un horno, ¿me entienden?
Lo peor de todo es que los “sumideros”, esos lugares donde la naturaleza suele absorber parte del CO2 –como los bosques y los océanos– ya no están funcionando como deberían. Parece que están saturados, o quizás simplemente agotados de tanta contaminación. Y eso, mis amigos, es un círculo vicioso que nos tiene a todos preocupados. Un brete complicado, vamos.
Ahora, pa’ que entiendan bien, el año pasado además fue el más calientito que hemos tenido en la historia. Sí, sí, lo superaron al 2023, que ya era bastante feo. Y como dice la ciencia, entre más caliente esté el agua, menos oxígeno disuelve, así que los océanos tienen menos capacidad de absorber CO2. ¡Qué sal!
Ko Barrett, la encargada de la OMM, lo dijo clarito: “Reducir las emisiones es esencial, no solo para nuestro clima, sino también para la seguridad de las economías y el bienestar de las comunidades.” No es solo una frase hecha, mae; es la pura verdad. Tenemos que despertar y entender que esto nos afecta a todos, desde el campesino hasta el político.
Por cierto, pronto tendremos la COP30 en Brasil, donde van a reunirse los líderes mundiales para ver cómo solucionar este lío. Esperemos que esta vez sí hagan algo útil, en lugar de promesas vacías y acuerdos que nunca cumplen. Hay que apoyar esas iniciativas de medición de gases, que eso ayuda a saber dónde estamos parados, pero la verdadera diferencia la haremos cuando dejemos de hablar y empecemos a actuar, ¿entienden?
Bueno, pues ahí lo tienen: el planeta está gritando auxilio y nosotros seguimos haciendo caso omiso. ¿Será que estamos demasiado cómodos para cambiar nuestros hábitos y enfrentar esta realidad? ¿Qué deberíamos hacer los costarricenses, como ciudadanos individuales, para ayudar a frenar este desastre climático? Déjenme sus ideas en los comentarios, ¡qué les parece si empezamos a darle duro a este problema desde casa!