http://www.nacion.com/ln_ee/2009/octubre/18/opinion2126986.html
Interesante artículo, aplicable especialmente para los países en vías de desarrollo.
En repetidas ocasiones oímos a nuestros gobernantes y políticos en general, además de los diferentes organismos internacionales, decir que la educación es el camino para salir de la miseria, hacer enfásis en la necesidad de aumentar el monto dedicado a la inversión en educación, etc.
Sin embargo tanta hablada acerca de la importancia de la educación ha opacado el interminable(pero necesario) debate con respecto al contenido que encierra esta palabrita.
Ciertamente, la economía de mercado comparada con sus sistemas predecesores ha demostrado haber mejorado el nivel de vida de las personas(aunque de forma aberrantemente desigual y sin quitar de por medio la explotación). Pero dentro de esta mejora en la calidad de vida, también se ha insertado el paradigma de la concepción capitalista de la educación como otra de las tantas herramientas para generar capital, lo cual a mi juicio va en detrimento de la misma, toda vez que confunde los términos educación-técnica, o mejor dicho, cree que la primera es un proceso para perfeccionar la segunda, dejando de lado la "sed" de conocimiento sin más motivo que el de adquirir conocimiento acerca del mundo en qué vivimos, lo cual estimo como fundamental para quienquiera que tome la decisión de recibir educación superior.
Si logramos producir de forma sustentable un beneficio económico mayor que nos permita más tiempo libre, podremos dedicar más ese "ocio" al desarrollo de la ciencia y las artes; y en eso, es plausible fiarse de un mercado regulado que ha probado ser bastante eficiente bajo ciertas condiciones.
Sin embargo, me parece que los políticos y organismos internacionales han estado tan preocupados fomentando el desarrollo económico capitalista que han traído consigo dentro de esta propaganda el discurso ideológico que asocia muy férreamente la educación con la generación de ganancias a través del perfeccionamiento de la técnica. En ese sentido se confunde el concepto "educación" con "técnica", o mejor dicho, se considera que la primera tiene como función exclusiva la de constituirse en un camino para el perfeccionamiento de la segunda, donde perfeccionamiento= mas $$$. :shock:
Pero hay que recordar que sin ciencia no hay técnica, y en este caso, si nos dedicamos a formar bestias especializadas vamos a seguir recibiendo órdenes desde afuera a través de empresas que a pesar de que ayudan a la economía nacional, jamás deberían ser una estrategia a largo plazo para la colocación de la mano de obra calificada en el país, además de que comprometen la soberanía del país.
Y lo malo de esto es que la tónica ha sido la misma desde que decidimos abrirnos al mundo para aprovechar algunas ventajas económicas, entonces la gente cree que ir a la universidad significa ir a estudiar alguna disciplina donde los profesores chorrean cierta información que se deba memorizar para ir aplicar lo aprendido en las aulas al "mercado laboral", lo cual en los "goces de Europa" y en EEUU tiene más vínculo con quienes optan por la educación técnica que con quienes integran la academia, y los resultados en materia de producción científica saltan a la vista.
En nuestro país la investigación fuera de las universidades estatales es inexistente, y eso que dentro de estos centros ya el asunto es limitado.
Las universidades privadas ni siquiera generan su propio personal de enseñanza, no invierten en investigación, ni dan carreras que no generen capital por la naturaleza de las mismas, entonces estamos más ante una suerte de escuelas técnicas superiores más que de Universidades; dentro de las cuales hay gente muy valiosa, pero al mismo tiempo no se cumple con los requisitos mínimos para llamarlas Universidades por el simple hecho de que ahí no se genera conocimiento sino que se obtiene básicamente de lo que las universidades públicas producen a través de sus profesores..
Y creo que en esa reivindicación de estos centros privados como "universidades" está el meollo del asunto con respecto a la denuncia de este artículo; ahí queda de manifiesto la indivisibilidad en tiempos modernos(especialmente en el trópico), entre técnica y educación; en otras palabras, las universidades privadas creo que han aportado mucho al país en cuanto a personas que requiere el sector productivo, además de elevar aunque sea a medias el nivel cultural de la población(peor es nalgas), pero a eso no se le puede llamar universidad, es una especie de híbrido.
Si seguimos en esa línea, en el largo plazo nuestra ya escuálida producción científica se verá reducida a cero, y a algunos se les cumplirá el deseo de que nuestras universidades solo gradúen ingenieros sobreespecializados con una pobre capacidad analítica.
Adios a las matemáticas y a la física en nuestros claustros, al igual que a las "improductivas" ciencias sociales y letras.
El porvenir de la universidad
De la universidad como institución se pudo decir, siguiendo a Gilson, que “entierra a sus enterradores y renace de sus cenizas como el ave fénix”. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, la universidad ha sobrevivido a ataques capaces de reducirla a escombros. Lo grave de su actual crisis consiste en que, dentro de ella misma, sus propios ideales han comenzado a dejar de valorarse. El martilleo del pragmatismo y la superficialidad, característicos de esta “era del vacío”, ya afecta a los tímpanos de quienes habitan la fortaleza largo tiempo asediada.
¿Quién cree hoy entre nosotros en el saber por el saber? Que no son muchos los creyentes –y menos los practicantes– se aprecia, no solo en la marginación de las humanidades, sino, también, en la general huida de las carreras teóricas de ciencias: Matemáticas y Físicas, sin ir más lejos. El dogma de la “empleabilidad” (¡horrible palabra!) se impone a la hora de diseñar grados inverosímiles y de nulo valor formativo. En cambio, las carreras acrisoladas durante siglos, a las que se debe gran parte de los más rompedores avances contemporáneos, se consideran erróneamente como decorativas. El furor entusiasta con el que se pretende imitar a las universidades anglosajonas, pasa por alto el secreto de su éxito. Cualquiera de las grandes instituciones internacionales de enseñanza superior dedica lo mejor de sus energías al cultivo de las lenguas clásicas, y a la investigación y transmisión de la ciencia más ininteligible para un ejecutivo convencional.
Desde el interior de la universidad, se ha acogido con la habitual resignación y docilidad el bajón presupuestario en enseñanza y, muy señaladamente, en investigación. ¿Qué se hizo de la renovación de nuestra economía, la cual se iba a orientar hacia la sociedad del conocimiento? Los profesores universitarios no pueden mantener el tipo ante los políticos si también ellos descreen del valor que tiene el saber en sí mismo, antes y aparte de su eventual aplicación. El actual ministro de Educación ha concedido recientemente entrevistas en las que hace insólitos quiebros para no reconocer la grave depreciación oficial de los estudios superiores y de la alta investigación. ¿Qué hacer entonces?
Una dirección es aquella hacia la que sopla el viento y otra aquella hacia la que navega el barco. Si la suerte de la universidad dependiera de los cambiantes y oportunistas presupuestos, no habría mucho que hacer. Pero, afortunadamente, la realidad es distinta. El porvenir de la universidad está en función de los propios universitarios: de su amor al saber, de su libertad insobornable, de su capacidad de trabajo, de la inteligencia que aplican a la organización de sus tareas. El futuro de la universidad se encuentra en la misma universidad. Y esto no es una tautología, precisamente porque la academia no es un ámbito productivo ni comercial: es el espacio de la creatividad y del crecimiento intelectual, que no tienen límite ni están condicionados por los recursos materiales.
Los universitarios solo merecerán el respeto y aliento de la sociedad si están verdaderamente convencidos de la dignidad de lo que hacen. Si se limitan a rogar que se les perdone la vida, no tardarán en ser sometidos y, más pronto que tarde, en ser considerados irrelevantes. Nadie lo va a hacer por ellos, mejor que ellos, si ellos no lo hacen.
La España actual necesita perentoriamente que alguien promueva los valores sustantivos de tipo cognoscitivo y ético. Y la universidad está obligada a hacerse cargo de estos decisivos intangibles. La condición imprescindible reside en su propia capacidad de regeneración. Los académicos maduros pueden aportar su experiencia y su solidez intelectual. Pero son las nuevas –y numerosas– promociones de profesores más jóvenes las que han de distanciarse del narcisismo legalista y de la autorreferencialidad gremial, para lanzar proyectos realmente innovadores. Sin olvidar que la universidad imprime carácter y, por lo tanto, que cuantos han pasado por ella siguen siendo universitarios y deben velar por la vitalidad de la institución en la que cual crecieron.
Interesante artículo, aplicable especialmente para los países en vías de desarrollo.
En repetidas ocasiones oímos a nuestros gobernantes y políticos en general, además de los diferentes organismos internacionales, decir que la educación es el camino para salir de la miseria, hacer enfásis en la necesidad de aumentar el monto dedicado a la inversión en educación, etc.
Sin embargo tanta hablada acerca de la importancia de la educación ha opacado el interminable(pero necesario) debate con respecto al contenido que encierra esta palabrita.
Ciertamente, la economía de mercado comparada con sus sistemas predecesores ha demostrado haber mejorado el nivel de vida de las personas(aunque de forma aberrantemente desigual y sin quitar de por medio la explotación). Pero dentro de esta mejora en la calidad de vida, también se ha insertado el paradigma de la concepción capitalista de la educación como otra de las tantas herramientas para generar capital, lo cual a mi juicio va en detrimento de la misma, toda vez que confunde los términos educación-técnica, o mejor dicho, cree que la primera es un proceso para perfeccionar la segunda, dejando de lado la "sed" de conocimiento sin más motivo que el de adquirir conocimiento acerca del mundo en qué vivimos, lo cual estimo como fundamental para quienquiera que tome la decisión de recibir educación superior.
Si logramos producir de forma sustentable un beneficio económico mayor que nos permita más tiempo libre, podremos dedicar más ese "ocio" al desarrollo de la ciencia y las artes; y en eso, es plausible fiarse de un mercado regulado que ha probado ser bastante eficiente bajo ciertas condiciones.
Sin embargo, me parece que los políticos y organismos internacionales han estado tan preocupados fomentando el desarrollo económico capitalista que han traído consigo dentro de esta propaganda el discurso ideológico que asocia muy férreamente la educación con la generación de ganancias a través del perfeccionamiento de la técnica. En ese sentido se confunde el concepto "educación" con "técnica", o mejor dicho, se considera que la primera tiene como función exclusiva la de constituirse en un camino para el perfeccionamiento de la segunda, donde perfeccionamiento= mas $$$. :shock:
Pero hay que recordar que sin ciencia no hay técnica, y en este caso, si nos dedicamos a formar bestias especializadas vamos a seguir recibiendo órdenes desde afuera a través de empresas que a pesar de que ayudan a la economía nacional, jamás deberían ser una estrategia a largo plazo para la colocación de la mano de obra calificada en el país, además de que comprometen la soberanía del país.
Y lo malo de esto es que la tónica ha sido la misma desde que decidimos abrirnos al mundo para aprovechar algunas ventajas económicas, entonces la gente cree que ir a la universidad significa ir a estudiar alguna disciplina donde los profesores chorrean cierta información que se deba memorizar para ir aplicar lo aprendido en las aulas al "mercado laboral", lo cual en los "goces de Europa" y en EEUU tiene más vínculo con quienes optan por la educación técnica que con quienes integran la academia, y los resultados en materia de producción científica saltan a la vista.
En nuestro país la investigación fuera de las universidades estatales es inexistente, y eso que dentro de estos centros ya el asunto es limitado.
Las universidades privadas ni siquiera generan su propio personal de enseñanza, no invierten en investigación, ni dan carreras que no generen capital por la naturaleza de las mismas, entonces estamos más ante una suerte de escuelas técnicas superiores más que de Universidades; dentro de las cuales hay gente muy valiosa, pero al mismo tiempo no se cumple con los requisitos mínimos para llamarlas Universidades por el simple hecho de que ahí no se genera conocimiento sino que se obtiene básicamente de lo que las universidades públicas producen a través de sus profesores..
Y creo que en esa reivindicación de estos centros privados como "universidades" está el meollo del asunto con respecto a la denuncia de este artículo; ahí queda de manifiesto la indivisibilidad en tiempos modernos(especialmente en el trópico), entre técnica y educación; en otras palabras, las universidades privadas creo que han aportado mucho al país en cuanto a personas que requiere el sector productivo, además de elevar aunque sea a medias el nivel cultural de la población(peor es nalgas), pero a eso no se le puede llamar universidad, es una especie de híbrido.
Si seguimos en esa línea, en el largo plazo nuestra ya escuálida producción científica se verá reducida a cero, y a algunos se les cumplirá el deseo de que nuestras universidades solo gradúen ingenieros sobreespecializados con una pobre capacidad analítica.
Adios a las matemáticas y a la física en nuestros claustros, al igual que a las "improductivas" ciencias sociales y letras.