¡Qué chiva vara la que se armó este año con el desfile patrio! Un grupo de estudiantes llamado «Viajeros del Tiempo» dejó a todos boquiabiertos con una recreación viviente de la famosa pintura «Alegoría del Café y Banano», del italiano Aleardo Villa. Esta obra, que adorna el Teatro Nacional, fue usada hasta hace poco atrás, como el reverso del billete de cinco colones.
El proyecto fue idea de Juan Francisco Valerio, quien explicó que Villa nunca había pisado suelo tico cuando pintó la obra. Por eso, hay detalles que no cuadren con nuestra realidad, como el café cerca del mar o los racimos de banano. Pero bueno, eso sí nos dio mucho material para aprender sobre nuestra historia y cultura.
Valerio también nos contó que la pintura refleja el periodo liberal de fines del siglo XIX, cuando la oligarquía costarricense quería mostrar progreso y modernidad usando arte europeo. Una verdadera clase de Estudios Sociales, pero a cachete.
El esfuerzo fue de todos: profesores, padres de familia y, claro, los estudiantes. Jonathan Arce Rodríguez, el profe a cargo, destacó que estos maes siempre dan lo mejor de sí mismos y dejan bien puesto el nombre del cantón. ¡Así se hace!
Pero más allá de lo visual, la puesta fue una experiencia educativa profunda. Los estudiantes no solo se convirtieron literalmente, sino que también reflexionaron sobre la realidad agroexportadora de entonces y cómo el arte, la economía y la cultura se mezclan para formar nuestra identidad nacional.
El proyecto fue idea de Juan Francisco Valerio, quien explicó que Villa nunca había pisado suelo tico cuando pintó la obra. Por eso, hay detalles que no cuadren con nuestra realidad, como el café cerca del mar o los racimos de banano. Pero bueno, eso sí nos dio mucho material para aprender sobre nuestra historia y cultura.
Valerio también nos contó que la pintura refleja el periodo liberal de fines del siglo XIX, cuando la oligarquía costarricense quería mostrar progreso y modernidad usando arte europeo. Una verdadera clase de Estudios Sociales, pero a cachete.
El esfuerzo fue de todos: profesores, padres de familia y, claro, los estudiantes. Jonathan Arce Rodríguez, el profe a cargo, destacó que estos maes siempre dan lo mejor de sí mismos y dejan bien puesto el nombre del cantón. ¡Así se hace!
Pero más allá de lo visual, la puesta fue una experiencia educativa profunda. Los estudiantes no solo se convirtieron literalmente, sino que también reflexionaron sobre la realidad agroexportadora de entonces y cómo el arte, la economía y la cultura se mezclan para formar nuestra identidad nacional.