¡Aguante ahí, pura vida! Parece que el bulto de la deuda pública nos da un respiro momentáneo, al menos en números. Según el Ministerio de Hacienda, el pago de intereses bajó un 7,2% hasta octubre, lo cual suena chiva a primera vista. Pero ojo, que esto no significa que estemos saliendo del brete de espaldas.
Para ponerle pausa, esos ₡1.915.734 millones pagados representan un 3,8% del Producto Interno Bruto (PIB). Sí, es menos que el año pasado, cuando llegamos a los ₡2.064.963 millones – un alivio si me preguntas – pero todavía estamos hablando de una suma considerable, una vara bien alta que nos pone presión constante.
Y no piensen que es magia, mae. La disminución se atribuye a dos factores principales: el famoso diferencial cambiario y unas colocaciones netas, que básicamente significan que le sacamos unos billetes extra de alguna manera. Esto ayuda, sí, pero no soluciona la raíz del problema, que es que seguimos endeudados hasta las cejas. Es como parchar un techo que tiene goteras a mares, parece que mejora, pero la solución definitiva requiere cambiar toda la estructura.
Lo que preocupa es que la deuda del Gobierno Central ya supera los ₡30.599.810 millones, casi 61 mil millones de dólares. Esa cifra, aunque parezca abstracta, impacta directamente en nuestro día a día. Más deuda implica menos recursos para educación, salud, infraestructura... todo eso que necesitamos para mejorar la calidad de vida de todos los ticos. Ese es el talón de Aquiles, vamos.
Además, la relación deuda/PIB se ubica ahora en un 59,9%, apenas por encima del límite que muchos economistas consideran prudencial. Aunque aún no hemos cruzado el umbral peligroso del 60%, el margen es cada vez más estrecho. Y peor aún, el Banco Central tuvo que bajar la estimación del PIB, lo que hace que la deuda parezca incluso más grande en proporción.
La deuda interna, que representa el 44,7% del total, ha aumentado gracias a esas colocaciones netas y a unos canjes que hicieron. Mientras tanto, la deuda externa, 15,2%, se vio afectada por el tipo de cambio. Claramente, dependemos de factores externos que escapan a nuestro control. Tenemos que buscar formas de diversificar nuestras fuentes de ingresos y de fortalecer nuestra economía para poder enfrentar estas situaciones con más seguridad.
Ahora, claro, los mercados financieros aplauden porque aparentemente estamos manejando la situación. Pero eso no debería hacernos dormidos. Hay que recordar que el panorama global es incierto, con tensiones geopolíticas y riesgos económicos que podrían afectar nuestra estabilidad. No podemos dormirnos en los laureles, chunches; hay mucho trabajo por hacer.
En fin, este pequeño respiro en el pago de intereses es positivo, pero no debemos caer en la complacencia. Tenemos que seguir vigilando la deuda, buscando alternativas para crecer de forma sostenible y asegurarnos de que nuestros hijos y nietos no tengan que pagar por nuestros errores. Dime tú, ¿crees que el gobierno está tomando las medidas correctas para controlar la deuda pública a largo plazo, o deberíamos estar pensando en cambios más drásticos?
Para ponerle pausa, esos ₡1.915.734 millones pagados representan un 3,8% del Producto Interno Bruto (PIB). Sí, es menos que el año pasado, cuando llegamos a los ₡2.064.963 millones – un alivio si me preguntas – pero todavía estamos hablando de una suma considerable, una vara bien alta que nos pone presión constante.
Y no piensen que es magia, mae. La disminución se atribuye a dos factores principales: el famoso diferencial cambiario y unas colocaciones netas, que básicamente significan que le sacamos unos billetes extra de alguna manera. Esto ayuda, sí, pero no soluciona la raíz del problema, que es que seguimos endeudados hasta las cejas. Es como parchar un techo que tiene goteras a mares, parece que mejora, pero la solución definitiva requiere cambiar toda la estructura.
Lo que preocupa es que la deuda del Gobierno Central ya supera los ₡30.599.810 millones, casi 61 mil millones de dólares. Esa cifra, aunque parezca abstracta, impacta directamente en nuestro día a día. Más deuda implica menos recursos para educación, salud, infraestructura... todo eso que necesitamos para mejorar la calidad de vida de todos los ticos. Ese es el talón de Aquiles, vamos.
Además, la relación deuda/PIB se ubica ahora en un 59,9%, apenas por encima del límite que muchos economistas consideran prudencial. Aunque aún no hemos cruzado el umbral peligroso del 60%, el margen es cada vez más estrecho. Y peor aún, el Banco Central tuvo que bajar la estimación del PIB, lo que hace que la deuda parezca incluso más grande en proporción.
La deuda interna, que representa el 44,7% del total, ha aumentado gracias a esas colocaciones netas y a unos canjes que hicieron. Mientras tanto, la deuda externa, 15,2%, se vio afectada por el tipo de cambio. Claramente, dependemos de factores externos que escapan a nuestro control. Tenemos que buscar formas de diversificar nuestras fuentes de ingresos y de fortalecer nuestra economía para poder enfrentar estas situaciones con más seguridad.
Ahora, claro, los mercados financieros aplauden porque aparentemente estamos manejando la situación. Pero eso no debería hacernos dormidos. Hay que recordar que el panorama global es incierto, con tensiones geopolíticas y riesgos económicos que podrían afectar nuestra estabilidad. No podemos dormirnos en los laureles, chunches; hay mucho trabajo por hacer.
En fin, este pequeño respiro en el pago de intereses es positivo, pero no debemos caer en la complacencia. Tenemos que seguir vigilando la deuda, buscando alternativas para crecer de forma sostenible y asegurarnos de que nuestros hijos y nietos no tengan que pagar por nuestros errores. Dime tú, ¿crees que el gobierno está tomando las medidas correctas para controlar la deuda pública a largo plazo, o deberíamos estar pensando en cambios más drásticos?
