Maes, ¿saben esa vara que uno ve en las noticias de otros países y piensa "qué duro, por dicha aquí no"? Bueno, parece que esa frase ya no aplica. Leyendo un artículo de CRHoy sobre la situación en Perú, donde los narcos le ponen explosivos a los comercios y balean choferes de bus, es imposible no sentir un frío en la espalda. La vara es que el problema de la extorsión, esa ramificación asquerosa del narco, ya no es un cuento lejano. Se nos está metiendo por la ventana y ya hasta puso los pies en la mesa de centro, aquí mismo, en Tiquicia.
El artículo habla de Perú, pero si uno cambia los nombres de las ciudades por los de nuestros barrios, la historia suena peligrosamente familiar. ¡Qué despiche, mae! El mecanismo es el mismo: un comerciante que se la juega día a día para sacar adelante su soda, su taller o su pulpería, de pronto recibe una llamada. "Plata o plomo". O peor aún, el famoso "gota a gota", que ya es el pan de cada día en zonas donde la gente necesita plata para ayer y los bancos les cierran la puerta en la cara. Piden un préstamo para el brete y terminan pagando con su paz, su seguridad y, a veces, su vida. Es la definición de estar salado.
Lo más frustrante de todo este asunto es la facilidad con que opera. Como dice un coronel peruano en el texto, para los criminales es más fácil extorsionar que asaltar un banco. No se exponen, no dan la cara. Un celular y un par de amenazas bastan para sembrar el terror. Mientras tanto, nuestras autoridades a veces parecen estar jugando en otra liga. El artículo menciona un "rezago tecnológico" de la policía allá, y diay, ¿acaso aquí la cosa es muy diferente? Los maes andan con SIMs prepago y redes encriptadas, y el OIJ a veces tiene que hacer un vía crucis burocrático para poder rastrear una llamada. Para cuando tienen el permiso, el extorsionador ya cambió de número diez veces y de víctima también.
Aquí es donde la cosa se pone personal. Ya no hablamos de "Los Pulpos" o el "Tren de Aragua" en Lima. Hablamos del mecánico de la esquina que ahora cierra más temprano porque "la cosa está fea". De la dueña del salón de belleza a la que le rayaron el portón como "advertencia". De los mismos colegiales a los que les quitan la plata del almuerzo bajo amenaza. La extorsión no es solo un delito económico; es un ataque psicológico que te pudre el alma. Te hace sentir desprotegido, solo. ¿Y a quién acudir? El miedo a que la policía esté coludida o que simplemente no pueda hacer nada es real. Toda la vara de la confianza se va al traste.
Costa Rica se vendió por décadas como la excepción, el oasis de paz. Pero esa narrativa se está cayendo a pedazos. El narco ya no solo pasa droga, ahora se queda, echa raíces y diversifica su negocio delictivo. La extorsión es su versión de una "startup": bajo riesgo, alta rentabilidad y un impacto social devastador. Ya no podemos seguir pensando que esto solo pasa en las películas. Está pasando en el bus que tomamos, en el comercio donde compramos el pan. La pregunta ya no es si nos va a tocar, sino cómo vamos a reaccionar cuando nos toque la puerta.
Por eso les pregunto a ustedes, maes del foro: Más allá de la queja y el miedo, ¿qué se puede hacer desde nuestra trinchera? ¿Conocen casos de cerca? ¿Creen que denunciar todavía sirve de algo o es regalarse? ¿Cómo carajos enfrentamos este despiche sin que el miedo nos paralice por completo?
El artículo habla de Perú, pero si uno cambia los nombres de las ciudades por los de nuestros barrios, la historia suena peligrosamente familiar. ¡Qué despiche, mae! El mecanismo es el mismo: un comerciante que se la juega día a día para sacar adelante su soda, su taller o su pulpería, de pronto recibe una llamada. "Plata o plomo". O peor aún, el famoso "gota a gota", que ya es el pan de cada día en zonas donde la gente necesita plata para ayer y los bancos les cierran la puerta en la cara. Piden un préstamo para el brete y terminan pagando con su paz, su seguridad y, a veces, su vida. Es la definición de estar salado.
Lo más frustrante de todo este asunto es la facilidad con que opera. Como dice un coronel peruano en el texto, para los criminales es más fácil extorsionar que asaltar un banco. No se exponen, no dan la cara. Un celular y un par de amenazas bastan para sembrar el terror. Mientras tanto, nuestras autoridades a veces parecen estar jugando en otra liga. El artículo menciona un "rezago tecnológico" de la policía allá, y diay, ¿acaso aquí la cosa es muy diferente? Los maes andan con SIMs prepago y redes encriptadas, y el OIJ a veces tiene que hacer un vía crucis burocrático para poder rastrear una llamada. Para cuando tienen el permiso, el extorsionador ya cambió de número diez veces y de víctima también.
Aquí es donde la cosa se pone personal. Ya no hablamos de "Los Pulpos" o el "Tren de Aragua" en Lima. Hablamos del mecánico de la esquina que ahora cierra más temprano porque "la cosa está fea". De la dueña del salón de belleza a la que le rayaron el portón como "advertencia". De los mismos colegiales a los que les quitan la plata del almuerzo bajo amenaza. La extorsión no es solo un delito económico; es un ataque psicológico que te pudre el alma. Te hace sentir desprotegido, solo. ¿Y a quién acudir? El miedo a que la policía esté coludida o que simplemente no pueda hacer nada es real. Toda la vara de la confianza se va al traste.
Costa Rica se vendió por décadas como la excepción, el oasis de paz. Pero esa narrativa se está cayendo a pedazos. El narco ya no solo pasa droga, ahora se queda, echa raíces y diversifica su negocio delictivo. La extorsión es su versión de una "startup": bajo riesgo, alta rentabilidad y un impacto social devastador. Ya no podemos seguir pensando que esto solo pasa en las películas. Está pasando en el bus que tomamos, en el comercio donde compramos el pan. La pregunta ya no es si nos va a tocar, sino cómo vamos a reaccionar cuando nos toque la puerta.
Por eso les pregunto a ustedes, maes del foro: Más allá de la queja y el miedo, ¿qué se puede hacer desde nuestra trinchera? ¿Conocen casos de cerca? ¿Creen que denunciar todavía sirve de algo o es regalarse? ¿Cómo carajos enfrentamos este despiche sin que el miedo nos paralice por completo?