¡Ay, Dios mío! Verano, sol, playa… y el pánico mundial porque la inteligencia artificial parece estar comiéndose el mundo entero. No es broma, pues. Desde que ChatGPT salió a jugar, todo el mundo está hablando de cómo esto va a cambiar nuestros trabajos, nuestras vidas, hasta la forma en que nos relacionamos. Y aquí, en Costa Rica, donde el tema laboral ya es un brete pa’ casi todos, la cosa se pone todavía más tensa. Claramente, estamos ante un momento crucial.
Miren, no quiero ponerles el dedo en la llaga, pero tenemos que admitirlo: nuestra economía depende mucho de unos cuantos sectores clave, como el turismo y los servicios. Y si la tecnología empieza a reemplazar los trabajos en esos sectores –desde recepcionistas hasta guías turísticos–, ¿qué vamos a hacer, mae? Porque no todo el mundo puede reinventarse y aprender a programar, ni tampoco queremos convertirnos en una nación de influencers sacándose selfies en Manuel Antonio.
Lo que me preocupa, y creo que debería preocuparle a todos, es la velocidad con la que todo esto está pasando. Antes, los cambios tecnológicos llegaban gradualmente, dándonos tiempo para adaptarnos. Ahora, es como si nos hubieran echado al agua fría sin salvavidas. Mira el caso de los call centers, que siempre han sido fuente importante de empleo para muchos costarricenses. Ya hay empresas experimentando con chatbots y sistemas automatizados que pueden hacer el trabajo de varios agentes. ¡Qué sal!
Y no solo eso, sino que también hay que pensar en la brecha digital. No todo el mundo tiene acceso a internet rápido y barato, ni a las herramientas necesarias para aprender nuevas habilidades. Esto podría agravar aún más las desigualdades sociales, creando una clase de “excluidos digitales” que quedan atrás mientras el resto avanza a toda marcha. Un tema delicadísimo que debemos abordar con urgencia.
Ahora bien, no quiero ser solamente aguafiestas. También hay cosas positivas en este panorama. La IA tiene el potencial de mejorar nuestra productividad, crear nuevos empleos y resolver problemas complejos que antes parecían imposibles. Piénsenlo: podríamos usarla para optimizar la gestión de recursos naturales, mejorar la eficiencia energética o incluso personalizar la educación para cada estudiante. El cielo es el límite... si sabemos utilizar estas herramientas de manera responsable.
Pero ojo, porque la responsabilidad es la clave. Tenemos que exigir a nuestros representantes políticos que implementen políticas públicas que protejan a los trabajadores, fomenten la capacitación en nuevas tecnologías y garanticen el acceso equitativo a la información. Además, necesitamos promover una cultura de innovación y emprendimiento que impulse el desarrollo de soluciones tecnológicas propias, hechas aquí mismo, por nosotros mismos. No podemos quedarnos esperando que nos digan qué hacer.
Y ahí entra el rol del gobierno, que debe tomar cartas en el asunto. Se necesita invertir en programas de formación y reconversión laboral, apoyar a las pequeñas y medianas empresas para que adopten nuevas tecnologías y crear un marco regulatorio claro que fomente la innovación sin comprometer la seguridad y la privacidad de los ciudadanos. Es un desafío enorme, sí, pero no imposible. De hecho, es una oportunidad para construir un país más justo, próspero e inclusivo... si le ponemos el corazón.
En fin, la verdad es que el futuro es incierto, pero no tenemos que caer en la desesperación. Lo importante es estar informados, participar activamente en el debate público y exigir a nuestros líderes que tomen decisiones responsables. ¿Ustedes creen que la IA representa una amenaza existencial para el empleo en Costa Rica, o ven más oportunidades que riesgos? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
Miren, no quiero ponerles el dedo en la llaga, pero tenemos que admitirlo: nuestra economía depende mucho de unos cuantos sectores clave, como el turismo y los servicios. Y si la tecnología empieza a reemplazar los trabajos en esos sectores –desde recepcionistas hasta guías turísticos–, ¿qué vamos a hacer, mae? Porque no todo el mundo puede reinventarse y aprender a programar, ni tampoco queremos convertirnos en una nación de influencers sacándose selfies en Manuel Antonio.
Lo que me preocupa, y creo que debería preocuparle a todos, es la velocidad con la que todo esto está pasando. Antes, los cambios tecnológicos llegaban gradualmente, dándonos tiempo para adaptarnos. Ahora, es como si nos hubieran echado al agua fría sin salvavidas. Mira el caso de los call centers, que siempre han sido fuente importante de empleo para muchos costarricenses. Ya hay empresas experimentando con chatbots y sistemas automatizados que pueden hacer el trabajo de varios agentes. ¡Qué sal!
Y no solo eso, sino que también hay que pensar en la brecha digital. No todo el mundo tiene acceso a internet rápido y barato, ni a las herramientas necesarias para aprender nuevas habilidades. Esto podría agravar aún más las desigualdades sociales, creando una clase de “excluidos digitales” que quedan atrás mientras el resto avanza a toda marcha. Un tema delicadísimo que debemos abordar con urgencia.
Ahora bien, no quiero ser solamente aguafiestas. También hay cosas positivas en este panorama. La IA tiene el potencial de mejorar nuestra productividad, crear nuevos empleos y resolver problemas complejos que antes parecían imposibles. Piénsenlo: podríamos usarla para optimizar la gestión de recursos naturales, mejorar la eficiencia energética o incluso personalizar la educación para cada estudiante. El cielo es el límite... si sabemos utilizar estas herramientas de manera responsable.
Pero ojo, porque la responsabilidad es la clave. Tenemos que exigir a nuestros representantes políticos que implementen políticas públicas que protejan a los trabajadores, fomenten la capacitación en nuevas tecnologías y garanticen el acceso equitativo a la información. Además, necesitamos promover una cultura de innovación y emprendimiento que impulse el desarrollo de soluciones tecnológicas propias, hechas aquí mismo, por nosotros mismos. No podemos quedarnos esperando que nos digan qué hacer.
Y ahí entra el rol del gobierno, que debe tomar cartas en el asunto. Se necesita invertir en programas de formación y reconversión laboral, apoyar a las pequeñas y medianas empresas para que adopten nuevas tecnologías y crear un marco regulatorio claro que fomente la innovación sin comprometer la seguridad y la privacidad de los ciudadanos. Es un desafío enorme, sí, pero no imposible. De hecho, es una oportunidad para construir un país más justo, próspero e inclusivo... si le ponemos el corazón.
En fin, la verdad es que el futuro es incierto, pero no tenemos que caer en la desesperación. Lo importante es estar informados, participar activamente en el debate público y exigir a nuestros líderes que tomen decisiones responsables. ¿Ustedes creen que la IA representa una amenaza existencial para el empleo en Costa Rica, o ven más oportunidades que riesgos? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
