¡Ay, Dios mío, qué chivísima la movida que se vivió este finde en Amubri, Talamanca! La comunidad indígena, luego de unos añitos apagadita, le prendió el turbo a la Jala de la Piedra, una tradición ancestral que te pone la piel de gallina. ¡De verdad, una demostración de pura fuerza y unión!
Para los que no andan enterados, la Jala de la Piedra no es cualquier vaina. Es un ritual súper importante para los pueblos Bribri y Cabécar, donde la gente junta se fajaba para arrastrar una roca descomunal –de esas que te dejan sin aire– hasta el sitio donde van a construir una casa ceremonial. Imagínate la pachá que da eso, mae. No es broma, ¡se suda la camisa solamente de pensarlo!
Pero este año tuvo un sabor especial. La Fundación Costa Rica Azul, que lleva años apoyando a estas comunidades, puso su granito de arena. Don Christian Rivera, el jefe de la fundación, ha sido un aliado tremendo para los indígenas, ayudándoles con proyectos de todo tipo, desde deportes hasta medio ambiente. Él mismo comentó que “la jala de la piedra nos recuerda que la unión hace la fuerza y que nuestra cultura es un tesoro invaluable”. ¡Un mae visionario, diay!
Y no solo eso, porque la fundación también llegó cargada con donaciones de zapatos y ropa que recogieron por todo el país. ¡Imagínate la alegría de las familias de Amubri! De verdad, una ayuda que llega justo a tiempo, porque sabemos que la vida ahí arriba no siempre es fácil. A veces toca bregar mucho para salir adelante.
Fanny Ramírez, la directora ejecutiva de Costa Rica Azul, resaltó algo muy importante: cómo los líderes indígenas, especialmente las mujeres, dan soluciones creativas con lo poquito que tienen. Destacó el emprendimiento y el potencial turístico de la zona, mostrándonos que con ganas y trabajando juntos, hasta lo más difícil se puede lograr. Una verdadera inspiración, vamos.
Ahora bien, la presencia de la Fundación Costa Rica Azul no es casualidad. Ellos están buscando crear alianzas con empresas privadas y el gobierno para generar un impacto aún mayor en otras zonas del país. Están apostando por proyectos que beneficien tanto al medio ambiente como a las personas, y eso, señores, es digno de aplaudir. Que levanten la mano esos que quieren ver más iniciativas así por Costa Rica. ¡Con toda la razón!
Lo que más me gustó de todo esto es ver cómo se transmiten las tradiciones de generación en generación. Los jóvenes estaban metidos a matar, empujando la piedra con orgullo y aprendiendo de sus mayores. Se respiraba un aire de esperanza, como si estuvieran redescubriendo sus raíces y fortaleciendo su identidad. ¡Esas cosas no se consiguen todos los días, chunches!
En fin, la Jala de la Piedra fue una muestra de resiliencia, cultura y unión comunitaria. Un recordatorio de que nuestras raíces son fuertes y que tenemos un patrimonio invaluable que debemos proteger y valorar. Pero dime tú, ¿crees que deberíamos invertir más en apoyar estas tradiciones ancestrales para fortalecer nuestra identidad nacional o consideras que es mejor enfocarnos en otros tipos de desarrollo?
Para los que no andan enterados, la Jala de la Piedra no es cualquier vaina. Es un ritual súper importante para los pueblos Bribri y Cabécar, donde la gente junta se fajaba para arrastrar una roca descomunal –de esas que te dejan sin aire– hasta el sitio donde van a construir una casa ceremonial. Imagínate la pachá que da eso, mae. No es broma, ¡se suda la camisa solamente de pensarlo!
Pero este año tuvo un sabor especial. La Fundación Costa Rica Azul, que lleva años apoyando a estas comunidades, puso su granito de arena. Don Christian Rivera, el jefe de la fundación, ha sido un aliado tremendo para los indígenas, ayudándoles con proyectos de todo tipo, desde deportes hasta medio ambiente. Él mismo comentó que “la jala de la piedra nos recuerda que la unión hace la fuerza y que nuestra cultura es un tesoro invaluable”. ¡Un mae visionario, diay!
Y no solo eso, porque la fundación también llegó cargada con donaciones de zapatos y ropa que recogieron por todo el país. ¡Imagínate la alegría de las familias de Amubri! De verdad, una ayuda que llega justo a tiempo, porque sabemos que la vida ahí arriba no siempre es fácil. A veces toca bregar mucho para salir adelante.
Fanny Ramírez, la directora ejecutiva de Costa Rica Azul, resaltó algo muy importante: cómo los líderes indígenas, especialmente las mujeres, dan soluciones creativas con lo poquito que tienen. Destacó el emprendimiento y el potencial turístico de la zona, mostrándonos que con ganas y trabajando juntos, hasta lo más difícil se puede lograr. Una verdadera inspiración, vamos.
Ahora bien, la presencia de la Fundación Costa Rica Azul no es casualidad. Ellos están buscando crear alianzas con empresas privadas y el gobierno para generar un impacto aún mayor en otras zonas del país. Están apostando por proyectos que beneficien tanto al medio ambiente como a las personas, y eso, señores, es digno de aplaudir. Que levanten la mano esos que quieren ver más iniciativas así por Costa Rica. ¡Con toda la razón!
Lo que más me gustó de todo esto es ver cómo se transmiten las tradiciones de generación en generación. Los jóvenes estaban metidos a matar, empujando la piedra con orgullo y aprendiendo de sus mayores. Se respiraba un aire de esperanza, como si estuvieran redescubriendo sus raíces y fortaleciendo su identidad. ¡Esas cosas no se consiguen todos los días, chunches!
En fin, la Jala de la Piedra fue una muestra de resiliencia, cultura y unión comunitaria. Un recordatorio de que nuestras raíces son fuertes y que tenemos un patrimonio invaluable que debemos proteger y valorar. Pero dime tú, ¿crees que deberíamos invertir más en apoyar estas tradiciones ancestrales para fortalecer nuestra identidad nacional o consideras que es mejor enfocarnos en otros tipos de desarrollo?