María Eugenia Vargas Sotela es una figura icónica en la historia judicial de Costa Rica. Con 102 años, su vida se extiende como un testimonio viviente de lucha, determinación y cambio social. Nacida en 1922, en una época donde el camino para las mujeres en la educación superior y las profesiones liberales era prácticamente inexistente, María Eugenia desafió las expectativas de su tiempo y se convirtió en la primera jueza de su país.
Desde joven, demostró una determinación inquebrantable. Su educación primaria en la escuela República de Argentina y su secundaria en el Colegio de Señoritas sentaron las bases de su formación. El apoyo de su padre, el doctor Vargas Araya, fue crucial. Este médico osteópata no solo le inculcó hábitos de vida saludables, que ella atribuye a su longevidad, sino también una visión progresista que influyó en sus decisiones futuras.
A los 18 años, María Eugenia decidió estudiar Derecho, una elección que desató críticas y cuestionamientos. En 1940, ingresó a la Escuela de Derecho, siendo parte de la última generación bajo la tutela del Colegio de Abogados, antes de la fundación de la Universidad de Costa Rica en 1941. A pesar de la resistencia y el escepticismo de sus contemporáneos, ella perseveró, graduándose como abogada en 1948, en plena guerra civil, y sin aún tener la condición de ciudadana, un derecho que las mujeres costarricenses adquirieron con la Constitución de 1949.
Su carrera no se limitó a ser pionera en el ámbito judicial. En 1950, representó a Costa Rica en el Congreso de la Comisión Internacional de Mujeres en El Salvador, donde contribuyó a la redacción de documentos que orientaban a las mujeres sobre cómo votar. Su labor la llevó a la décima Asamblea General de las Naciones Unidas, donde recibió una beca para especializarse en educación y delincuencia juvenil en Uruguay y Argentina.
Al regresar, redactó el Proyecto de Ley de la Jurisdicción Tutelar del Menor y se convirtió en la primera mujer jueza de Costa Rica, ocupando el puesto de Jueza Penal y Tutelar de Menores en San José. Su trabajo implicó visitar penitenciarías y evaluar el trato de los jueces hacia los menores, un rol que desempeñó con gran compromiso, a pesar de la resistencia inicial por parte de hombres que también aspiraban a ese puesto.
Además, participó en la redacción de importantes legislaciones como el Código de Familia, la Ley de Igualdad de Oportunidades para Personas con Discapacidad y el Código Penal, aún vigentes. Tras dejar la judicatura, dedicó su tiempo a la educación especial e infancia, siendo profesora de Derecho en la Universidad de Costa Rica desde 1977 hasta su jubilación.
María Eugenia ha sido reconocida en múltiples ocasiones por su invaluable aporte a la sociedad. En 1990, la Comisión Interamericana de Mujeres le otorgó un reconocimiento, y en 1994, recibió el premio internacional a la “Mejor Servidora” de Good Hill Internacional. La Defensoría de los Habitantes y el Consejo Universitario de la Universidad Santa Paula también la honraron por su contribución a la calidad de vida y desarrollo humano.
En 2015, la Asociación Costarricense de la Judicatura creó el Premio María Eugenia Vargas Solera, un galardón que reconoce la excelencia judicial. María Eugenia ha manifestado que este premio es un gran compromiso, reflejando su dedicación por ser justa y su impacto duradero en la justicia costarricense.
La historia de María Eugenia Vargas Sotela no es solo la de una pionera, sino la de una mujer que, contra todas las adversidades, se erigió como un faro de cambio y progreso, dejando un legado inmortal en la historia de Costa Rica.
Desde joven, demostró una determinación inquebrantable. Su educación primaria en la escuela República de Argentina y su secundaria en el Colegio de Señoritas sentaron las bases de su formación. El apoyo de su padre, el doctor Vargas Araya, fue crucial. Este médico osteópata no solo le inculcó hábitos de vida saludables, que ella atribuye a su longevidad, sino también una visión progresista que influyó en sus decisiones futuras.
A los 18 años, María Eugenia decidió estudiar Derecho, una elección que desató críticas y cuestionamientos. En 1940, ingresó a la Escuela de Derecho, siendo parte de la última generación bajo la tutela del Colegio de Abogados, antes de la fundación de la Universidad de Costa Rica en 1941. A pesar de la resistencia y el escepticismo de sus contemporáneos, ella perseveró, graduándose como abogada en 1948, en plena guerra civil, y sin aún tener la condición de ciudadana, un derecho que las mujeres costarricenses adquirieron con la Constitución de 1949.
Su carrera no se limitó a ser pionera en el ámbito judicial. En 1950, representó a Costa Rica en el Congreso de la Comisión Internacional de Mujeres en El Salvador, donde contribuyó a la redacción de documentos que orientaban a las mujeres sobre cómo votar. Su labor la llevó a la décima Asamblea General de las Naciones Unidas, donde recibió una beca para especializarse en educación y delincuencia juvenil en Uruguay y Argentina.
Al regresar, redactó el Proyecto de Ley de la Jurisdicción Tutelar del Menor y se convirtió en la primera mujer jueza de Costa Rica, ocupando el puesto de Jueza Penal y Tutelar de Menores en San José. Su trabajo implicó visitar penitenciarías y evaluar el trato de los jueces hacia los menores, un rol que desempeñó con gran compromiso, a pesar de la resistencia inicial por parte de hombres que también aspiraban a ese puesto.
Además, participó en la redacción de importantes legislaciones como el Código de Familia, la Ley de Igualdad de Oportunidades para Personas con Discapacidad y el Código Penal, aún vigentes. Tras dejar la judicatura, dedicó su tiempo a la educación especial e infancia, siendo profesora de Derecho en la Universidad de Costa Rica desde 1977 hasta su jubilación.
María Eugenia ha sido reconocida en múltiples ocasiones por su invaluable aporte a la sociedad. En 1990, la Comisión Interamericana de Mujeres le otorgó un reconocimiento, y en 1994, recibió el premio internacional a la “Mejor Servidora” de Good Hill Internacional. La Defensoría de los Habitantes y el Consejo Universitario de la Universidad Santa Paula también la honraron por su contribución a la calidad de vida y desarrollo humano.
En 2015, la Asociación Costarricense de la Judicatura creó el Premio María Eugenia Vargas Solera, un galardón que reconoce la excelencia judicial. María Eugenia ha manifestado que este premio es un gran compromiso, reflejando su dedicación por ser justa y su impacto duradero en la justicia costarricense.
La historia de María Eugenia Vargas Sotela no es solo la de una pionera, sino la de una mujer que, contra todas las adversidades, se erigió como un faro de cambio y progreso, dejando un legado inmortal en la historia de Costa Rica.